La unión de las texturas del pensamiento no es una utopía, tampoco es la remisión de los seis principios sobre heterotopías de Foucault; es precisamente la intercomplejidad pensativa y de interpretación subjetiva sobre lo pedagógico como manantial que permita la limpieza de las venas educativas de la consciencia. Esa es parte de una, entre las múltiples razones, por las cuales Foucault desde una Microfísica del Poder intenta explicarnos las experiencias del ser en sus distintas facetas, comprendidas más en sus escenarios sentimentales o afectivos que generadas por acciones etiológicas exógenas, es decir, su crítica a la historia.

Tal vez sea que semejante consideración es la que para algunos investigadores ha estado llevando al mundo por el determinismo de la autodestrucción. No es para menos, la historia sólo ha servido para narrar y narrar, describir y describir, plantear y plantear, ganar y perder. Y en ese ganar y perder: ¿Qué hemos ganado? ¿Qué hemos perdido? ¿Adónde han ido a parar vencedores y vencidos? ¿Hemos vencido o ganado las divisiones de la desigualdad, la anarquía y la pobreza? ¿Hemos (de)construido desde el pensar filosófico una nueva manera de tejer los hechos que han ido moviendo a la (in)humanidad? ¿El planeta ha sido (des)monopolizado en la explotación y distribución de sus recursos naturales? ¿Para qué han servido los Estados como “promotores” en la búsqueda de la paz y la justicia social de los pueblos?

En ese contexto la educación no puede quedar aislada, ¿o es qué realmente ha estado aislada del mundo de los pensamientos del ser, de sus conductas, de sus (des)asociaciones sociales? ¿Acaso la educación perdió la identidad que podía unir el pensar con los pensamientos sociales y culturales? ¿Ha habido algún desmembramiento casual o causal entre los niveles sicológicos del ser, su pasión o malestar por la (des)construcción histórica y social? ¿Será cierto que el “currículo oculto” llegó a insertarse por delante de la pedagogía, aniquilando ésta como fuente transparente del conocimiento educativo y consolidando un pensar inerme?

Foucault cuando revitaliza el poder de la palabra y la nomenclatura de las cosas, lo hace convencido que ambas son interdependientes, ninguna lleva a la otra, ambas son complementarias. En tal sentido, si intentamos realizar un ejercicio de aprehensión mental, consideraremos que la creatividad humana en su afán inconmensurable del saber no puede desligarse de su mundo, y éste, pese a ser quien le da cabida a los absolutos en sus bondades territoriales, termina siendo víctima en su geografía y la composición de sus recursos bionaturales, por parte de quienes en su (ir)racionalidad son los generadores de la ideas para lo que debería ser un mundo mejor, un mundo para la perpetuidad de la vida humana, su fauna, su flora, su ecosistema, e incluso su cosmología.

Si asumimos que la aproximación filosófica en la aproximación con la eudaimonia debería ser el telos del ser; entonces el telos se encontraría entre una serie de complejidades que sólo el poder (por encima del pensamiento) pareciera tener las herramientas para descifrar en la realidad cuando algo está orientado hacia lo humano o inhumano, entre la luz y la oscuridad, entre lo justo e injusto, es decir, como bien lo señalaría Nietzsche donde pudiera marcarse El Nacimiento de la Tragedia.

Por ello, lamentablemente no sería la (sub)consciencia centrada en sus espacios axiológicos quien determinaría el porqué de nuestras tristezas y alegrías sociales; verbigracia, lo que se encuentra más allá del bien y del mal ni siquiera tendría una vigencia teológica, porque sería el poder, no sólo establecido en su microfísica, sino en su macro conjunto de leyes y normas, aunado con las decisiones inapelables desde propio Estado, lo cual haría desde esta visión, que los gobiernos aunque pregonen el bienestar común, en algún momento, por razones pragmáticas, de supervivencia política, deben ejercer dominio “jurídico” sobre los absolutos; sí éstos en determinados espacios amenazan la consecución de sus propios fines.

Mientras el telos social buscaría por siempre y para siempre el bienestar colectivo, éste no pudiera coexistir indefinidamente en el tiempo y la estructura pensativa de los gobiernos, porque el fin último de éstos, aunque digan apoyar las necesidades esenciales de la realidad social y pregonar lo contrario sobre las prácticas totalitaristas del poder, éstos siempre buscarán mantenerse en el ejercicio del dominio político del Estado, el cual ha sido, es, y resultado ser, su telos esencial, su telos pensativo.

En  consecuencia, la regeneración del pensar, no puede ser considerada solamente  con  una  prospectiva  individual  que  busca  la  suma  del  mayor número de absolutos posibles; esta pasa por una (r)evolución del Estado, en donde sus integrantes alcancen un máximo grado de reflexión y (auto)crítica sobre el ejercicio del poder, para alcanzar el sentido que regeneraría el pensar desde la propia administración pública en sus diferentes componentes: ejecutivo, legislativo, judicial y en algunos casos, como el venezolano, anexaríamos el ciudadano y electoral.

La identificación en la (a)simetría de los pensamientos como ocurre entre lo social y político sólo es posible cuando el propio ser es capaz de identificar sus propias texturas; por eso, es necesaria la libertad pensativa. Un pensamiento inerte, irrestricto o fanatizado en una concepción de anarquía social, sólo encontraría más complejidades hacia el camino del encuentro de una realidad política diferente, en donde efectivamente, lo político derive de lo social, en lo cual lo heteróclito rompa con lo establecido universalmente por una simple normativa gramatical y lingüística en el acceso de ese nuevo pensar.

Para poder situar la microfísica del poder desde una visión antropológica, sociológica, política y educativa en el pensamiento foucaultniano, hay que acercarse a lo que éste desdobla como similitud del conocimiento; y aunque hace de la propia historia una división epistolar en relación con los saberes, establece una aproximación en (des)unión entre los componentes que integran la vida, movidos en sus distintas concepciones ontológicas, y sobre todo en la dimensionalidad de sus (in)equilibrios; resulta interesante proyectar sus apreciaciones de un pensar en permanente contradicción entre la realidad, la abstracción y lo (des)conocido del mundo (meta)físico.

El ser al ser similar en su concepción, debería ser similar en su pensar, en sus actos, en su consciencia ¿Cuál es la similitud del ser para el conocimiento? ¿Qué debemos (des)integrar de ese ser para ser más humanos?

@vivassantanaj_


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