Se presenta para la población escolar y para los administradores del sistema educativo, con motivo de la obligada cuarentena, un dilema complejo y bastante difícil de discernir.

Por una parte, hay una tendencia opinática favorable a esperar un lapso prudencial para convocar (previas evaluaciones epidemiológicas) al reinicio de las actividades en los diferentes niveles y modalidades, en sus respectivos planteles, con relativa normalidad.

Así también, no poca gente (dándole carácter displicente a la pandemia provocada por el coronavirus) se inclina porque los estudiantes se reincorporen de una vez a sus clases. Serísima confrontación.

A las dos posibilidades de reapertura anteriormente reseñadas, se perfila otra, nada desdeñable; explicada, de manera amplia en los siguientes términos: se procederá a la habilitación de todos los mecanismos, recursos y dispositivos tecnológicos para que, a través de Internet (vía online), se reconecten los diversos componentes que participan en el proceso de enseñanza-aprendizaje.

Ya hemos hecho la debida advertencia, desde el inicio de la presente reflexión, que no resulta nada fácil alcanzar una solución expedita, a entera satisfacción de las partes involucradas, incluso por las agravantes circunstancias atravesadas.

Consideramos que ha llegado el momento de unir, por el bien de la educación venezolana, las mejores inteligencias; de revisitar y documentarnos cómo han hecho otros países para superarse en atascos similares.

Indistintamente de la ubicación ideológica, religiosa, económica, étnica, social etc., en el momento actual de la vida de la patria, debemos implicarnos como sociedad y en conjunción de familias en la educación de todos. Nótese que dije todos; sin exclusión de grupos etarios, o la específica participación de niños o jóvenes activos en la escolaridad. Saben por qué, porque la educación nos teje, siempre, para toda la vida. Permanentemente estamos dando y recibiendo conocimientos a lo largo de nuestra existencia. De quien menos nos imaginamos aprendemos.

Pensemos que nuestra sociedad y las familias están obligadas a valorar a la educación como constituyente trilógico: contenidos curriculares, valores y comportamientos en la sociedad (ya lo hemos desplegado en artículos anteriores). Además, la educación recibe un importante aliado complementario con actividades culturales, dentro y fuera del hogar.

Precisamente, tales actividades de interrelación e integración familiar constituyen el núcleo principal para la contribución de los padres y demás integrantes de la familia a la educación, con sentido colectivo. Ocasión para aplicar, ni más ni menos, que el aprendizaje por modelamiento (según las claves teóricas de A. Bandura).

Entendamos, de una vez por todas, que no únicamente en la escuela se desarrollan posibilidades de aprendizaje permanente.

En esta cuarentena, a lo interno del hogar (no he dicho la casa, que es otra cosa), afloran para los niños y jóvenes innumerables posibilidades de aprehender y aplicar conocimientos, de todo tipo.

Suficientemente se ha demostrado que el modelamiento en las tareas domésticas, cotidianas, sencillas o complejas ensanchan las estructuras cognitivas e intelectivas de los educandos.

Los niños y jóvenes se sienten hábiles y útiles por cuanto están aportando tiempo y esfuerzos en las labores familiares, aparejado a la cantidad de conocimientos asimilados para el resto de sus vidas.

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