Enfocados desde nuestra Cátedra Internacional por la Libertad “Francisco de Miranda” en la formación de una mayor y mejor conciencia ciudadana, libertaria y democrática, hemos consultado las experiencias de decenas de mujeres y hombres del exilio de voluminoso y largo aliento cubano, del nicaragüense, y del venezolano. Es triste evidenciar en la mayoría de éstas consultas y análisis que, coincidiendo con el nuestro venezolano, bajo una afectada condición humana se albergan temores que exacerban actuar a conveniencias particulares y desde egos, que nos han venido reduciendo a parcelas que dificultan la construcción de las salidas democráticas exitosas necesarias, y anheladas por la inmensa mayoría de los ciudadanos de estos países.

La noción de la aceptación práctica de la vida en esclavitud, para lograr mitigar en alguna proporción los efectos de la represión de la tiranía dentro de nuestros países, y de los efectos sobre los países afectados por nuestra migración incontrolada, ha ido calando en sectores de nuestra sociedad martirizada y dominada bajo el sistema del “socialismo del siglo XXI”; el cual se ha impuesto por la fuerza a sangre y fuego. Ello demanda nuestra atención urgente, por lo que promoveremos la discusión en asambleas de ciudadanos organizadas a este respecto.

Violadas las reglas esenciales del respeto hacia el otro, que con sus deficiencias y pormenores habíamos alcanzado en el sistema democrático venezolano hasta 1998, con la llegada del castrochavismo y sus ejecutorias fue perdiendo el consenso básico como sociedad democrática y la mínima confianza necesaria para la convivencia pacífica. A su particular forma igual pasó al creerse superada la dictadura nicaragüense del somocismo y accederse al sandinismo, el cual quebrantó igualmente los principios fundamentales de la libertad y la democracia.

Se llegó a  pensar que con la caída de la Unión Soviética caerían también las raíces marxistas en Cuba, para dar paso a la democracia universal en Latinoamérica y el Caribe. Entre egos e intereses sectoriales para la definición de cambios hacia un mejor modelo de modernización del Estado, se debatían más que un necesario, el  vital al desarrollo de una mejor calidad de vida posible para derrotar la pobreza en cada uno de nuestros países. Pero la ingenuidad política al tratar con el ortodoxo izquierdismo comunista fue la tragedia que ha permitido crecer muy peligrosamente éste modelo expropiatorio en Latinoamérica.

Como lo demuestran los hechos consecuentes, y devenidos del ejercicio dictatorial de implantación del nuevo modelo castrista dentro del sistema político-económico y social en Venezuela mediante una nueva tipología de guerra hacia nuestra nación, con utilización de agentes extranjeros de Cuba, con confiscación de propiedades y bienes de producción a sus legítimos dueños. El uso de falacias como que se te terminó la concesión y por tanto te suspendo tu señal (caso Radio Caracas Televisión). O haciéndose la víctima siendo el victimario, “me has difamado y por tanto te aplico juicio” y amañándolo ante los “tribunales de la revolución” te quito el periódico (caso El Nacional y su sede de Los Cortijos). Aunque no han podido controlar su prestigiosa y masiva difusión mediante edición a través de medios digitales. Estos ejemplos de lucha marcan la evidencia de una confrontación en que los auténticos actores, efectivamente en conflicto,  son lo que deben y podrían “negociar la guerra”, por la defensa de las libertades fundamentales, el derecho a la libertad de pensamiento, expresión, en fin a la democracia; y no aquellos que pretenden que desde la rendición se podría lograr una mejor república, libre y democrática.

El conjunto de los veinticinco venezolanos que suscribieron la carta a ser enviada al presidente de Estados Unidos revela ciertamente la desesperación provocada por la crisis de liderazgo que sufre Venezuela. La otra carta que ha salido en respuesta refleja asimismo un reactivo y desesperado esfuerzo por impedir que sea aceptado risueñamente, y como tema de responsabilidades compartidas por parejo, el lastimoso estado al que han conducido a la nación. La  búsqueda de reavivar “un diálogo” en México, o en cualquier otro lugar, se debe entender y procurar, como lo hemos señalado anteriormente, solo en calidad de una negociación en medio de una guerra a la que nos han sometido los usurpadores también por una invasión. Solo nos falta, como se los advirtió el inmortal Oscar Pérez sin producirles una sola baja, que quienes en efecto invadieron traicioneramente desde adentro, vía caballo de Troya de supuestos médicos cubanos, y ejecutando el ingreso de miles de agentes del castrismo a nuestro territorio e ingreso a posiciones estratégicas del Estado mismo, para controlar sus áreas de identificación y extranjería, así como de notarías y registros, por ejemplo.

La guerra que se libra actualmente en Ucrania nos debería enseñar y exigir a todos en Venezuela una postura mucho más inteligente, de cuidadosa acción internacionalista. Los millonarios recursos que está aportando Europa y Estados Unidos para la defensa de Ucrania no deja lugar a confusiones de la importancia sobre lo que está en juego.  No es que Putin tema que se le acerquen misiles a su territorio desde la OTAN. Tampoco porque Ucrania haya tenido una vinculación territorial con Rusia durante «más de cuatrocientos años» como nos lo recordara Henry Kissinger. A lo que se le teme es al cambio de sistema político. De allí nace el conflicto que provoca Rusia con esta invasión que intenta alejar el cambio que está produciéndose desde la caída soviética en toda Europa, hacia mayor libertad y democracia. Por ella es que lucha el pueblo ucraniano.  Todo lo que sucede nos hace evidente que los sistemas cambian porque tienen que cambiar. Que uno no se puede mantener estático ante dicho constante cambio, y hay que luchar.

Hoy día lo que está en juego en Venezuela y otros países es el control de territorios mediante alianzas para el manejo de mercados que van desde el energético hasta las drogas; desde los lavadores de fondos de capitales provenientes del delito hasta el contrabando de oro, y otros minerales estratégicos. Es la necesidad de lograr el poder dictatorial sobre el poder del Estado de derecho al que aspiran para su progreso democrático las naciones. La legítima aspiración de las naciones de las ex repúblicas socialistas soviéticas que conocieron el terror de ese sistema de no caer nuevamente bajo el dominio de un amenazante retroceso al oprobioso socialismo, y que ahora pasó de ser de élites de un partido político comunista a élites corruptas enriquecidas al amparo de un nuevo modelo de Estado de mafias, psicópatas y asesinos, como los que dirige Putin desde Moscú.


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