He de comenzar expresando que “asamblea”, por lo menos, en las cercanías de la política, exhibe una dualidad, de una parte, por el uso que de ella hace el pueblo y de la otra el de aquellos que la conducen. La última, en la mayoría de los casos, por lo menos, de cuestionable objetividad.

He leído que en Efeso el escribano de un encuentro grupal con Pablo, legalmente convocado, al percibir que la gente se había alborotado, lo dio por terminado ordenando que cualquier otro tema se trataría en “legítima asamblea”. Para bibliólogos, por tanto, “asamblea” es sinónimo de “iglesia”. Ello, sin embargo, no opaca la significación política, pues las religiones, incluyendo la católica, han estado siempre cercanas al arte de gobernar.

Esta disertación asume que la “asamblea” se institucionaliza a lo largo de un periplo, antes del Texto Bíblico, después de él, en el pasado cercano y el presente. Según la semántica sencilla, una “reunión de miembros de un colectivo para asuntos comunes”, siendo, tal vez, la más colindante con la política la de “los representantes que constituyen un cuerpo deliberante”. Se toma como símil “la Asamblea Francesa», lo cual cuestiono, pues más de una vez ha servido de cortina a propuestas lógicas, decentes y respetables, pero, otras no. Por cierto, la mayor parte de las veces. “¿Estamos o no de acuerdo?”, inquiere Jesús de los Ángeles Jiménez, exdiscípulo del Dr. Mitchell Seligson en la Universidad de Vanderbilt. El profesor Jiménez participó en el trabajo “Cultura política en Costa Rica, 2006”, a cargo de Seligson, Jorge Vargas-Cullell y Luis Rosero-Bixby.

Clemencia Vera, profesora de la Universidad de Valencia, felicita al disertante por ser de Costa Rica, para The Economist la segunda democracia más plena de Latinoamérica, no obstante, que la investigación de Seligson refleja desconfianza ciudadana en la administración de justicia, la policía y la prestación de servicios. Para el académico, a pesar de las falencias, no se constataron actitudes favorables a un líder fuerte, ni al colapso de la legalidad democrática.

No niego el decaimiento de las asambleas constitucionales, particularmente, si les miramos como la fuente de la democracia, pero, también, de su crisis. Para César Vidal “la democracia nunca es irreversible ni está consolidada eternamente. Más bien, las causas para que la Ateniense sucumbiera perduran y en forma angustiosamente real” (El mundo cambió, 2020). Entre ellas, incluye a la religión, argumentando que incluso décadas después del Concilio Vaticano II fue un fenómeno frágil y minoritario en naciones sociológicamente católicas, atribuyendo a la Reforma haber traído consigo la idea de la supremacía de la Ley y, consecuencialmente, los pactos sociales en procura de las libertades, el poder público limitado, la elección de magistrados y la separación de poderes. Particular mención hace de la Revolución americana que condujo a una democracia aún vigente, cuyo sostén es un pueblo puritano con una objetiva convicción de la existencia de Dios y de la Biblia. Los padres fundadores lograron, para Vidal, un pacto democrático a perdurar por siglos.

El caso de la “Asamblea Francesa” no es determinante, acota el español José Urrutia, pues según Woody Allen los campesinos asumieron el poder, cambiando las cerraduras del Palacio para que los nobles no entraran, dándose una fiesta, pero estos rescataron la sede  obligando a los primeros a limpiarla. Para el cineasta hay algo siempre para rebelarse y alguien dispuesto a hacerlo, pretendiendo desplazar del poder a los opresores, aquellos que por pasarla bien están llamados a defender el statu quo. Los que se rebelan son los oprimidos. “Cineasta”, es la reacción de Jiménez, pretendiendo devaluar a Urrutia, quien adiciona que su jefe político Iglesias es experto en rebelarse. Es el jefe del gobierno Español.

He de recordarles, acota Jiménez evadiendo a Urrutia, que otra dificultad para el decaimiento de las “asambleas constitucionales” es la desigualdad, cuya atenuación suele proponerse en las arengas políticas. El problema pasa por el desnivel de ingresos de una clase pudiente, la mínima, y otra gigante, desposeída. El orden normativo postula la igualdad como propósito, generando cuestionamientos. Los Estados acuden a recursos naturales y a la tributación para atender las consecuencias. Para el economista Thomas Piketty, por cuanto en los países desarrollados la tasa de retorno del capital es superior a la de crecimiento económico, debería establecerse un impuesto creciente que conduzca a su redistribución. Vidal, como Robert Nozick, estima que sería una apropiación indebida del fruto del trabajo de otros.

En lo formal agreguemos que teóricamente se distinguen las “asambleas constitucionales mixtas”, integradas por delegados del actual Congreso y de aquellos elegidos popularmente, y las “constituyentes”, tipificadas porque la totalidad de los miembros se seleccionan popularmente. Se aclara que “las asambleas constituyentes” y “las convenciones constitucionales” son sinónimos (Mario Herrera, Universidad de Talca).

Clemencia, a quien pareciera no gustarle Jiménez, agrega no entender por qué The Economist no incluyó a Venezuela en los últimos puestos del ranking de las sociedades antidemocráticas, con el Congo, Siria, Turkmenistán, Guinea Ecuatorial, Tayikistán y Arabia Saudita. No lo sé, pues el estudio analizó proceso electoral y pluralismo, funcionamiento del gobierno y libertades civiles. “Errar es de sabios”, agrega el profesor Nica, admitiendo que es consciente de la crisis de las democracias de Venezuela y Bolivia, para cuyo rescate se ha mencionado una asamblea constituyente para reconstruirlas. El problema es, profesor, que el pueblo por sí solo no puede acometer la anhelada restauración. Fíjese que con respecto a Caracas, en Estados Unidos se plantea una Junta de Gobierno camino para “asambleas constitucionales y pactos sociales”.

Es el propio profesor Nica quien, después de un corto reposo, pregunta: “Ante el desastre, ¿cómo ha de actuarse?”, concluyendo “Amanecerá y veremos”. Jiménez aprovecha la ocasión para decirle al operador del Zoom ¡Io me ne vado”. 2 horas de conferencia es bastante.

En los IPad y los PC se escucha el ruido de los teclados y de las comunicaciones habituales.

@LuisBGuerra


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