Desde el inicio de la presidencia de Joe Biden y a instancias de la primera potencia mundial, la Europa de los 27 y Estados Unidos comenzaron conjuntamente una búsqueda de herramientas para protegerse de los avances chinos en materia de Inteligencia Artificial. El gobierno estadounidense ha llevado la batuta en este tema por considerar que la IA está siendo utilizada por el gigante de Asia como una herramienta de represión y de vigilancia. Europa se ha quedado rezagada debido a la poca disposición de la Unión en invertir las ingentes cantidades que se necesitarían para mantenerse a la cabeza en un terreno de la informática que evoluciona a velocidad sideral.

China, es oportuno precisarlo, ha armado dentro del país una revolución en el campo de la inteligencia artificial que abarca un universo de sectores como educación, marketing, comercio electrónico, medicina y  transporte. De hecho, China es el país que mayor número de patentes de IA viene registrando en la Organización Mundial de la Producción Intelectual (OMPI) desde el 2020 a esta parte, acercándose peligrosamente a superar el volumen de patentes que registra Estados Unidos.

Ocurre, sin embargo, que la aceleración tecnológica propugnada por Pekín no atiende a un origen o a un fin ortodoxo en todos los casos. Al menos es de esta manera que el tema ha sido planteado en la actual reunión de Davos. De acuerdo con los expertos estadounidenses allí presentes, las ambiciones de Beijing en materia de inteligencia artificial “fueron construidas sobre acumulaciones masivas de propiedad intelectual y datos confidenciales que robaron a lo largo de los años”.

El director del FBI, Christopher Wray, aseguró allí que si China no es controlada en este afán de convertirse en la primera potencia mundial también en este campo, sus avances en inteligencia artificial podrían ser utilizados para continuar fortaleciendo sus operaciones de ciberpiratería, robo de propiedad intelectual y la represión de disidentes en su país y más allá del mismo, por igual.

La realidad es que todo el aparato de seguimiento que China mantiene sobre sus ciudadanos proviene de softwares de Inteligencia Artificial manejados por empresas como Huawei, Sensetime, Megvii y CECT. Con ello, el aparato de seguridad nacional es capaz de hacer seguimiento a sus ciudadanos a través de sus teléfonos digitales, monitorear sus compras y movimientos en línea, y desencriptar sus mensajes.

China hoy por hoy es líder mundial en el manejo de big data. Por ejemplo, con más de 1 billón de usuarios de telefonía digital es capaz de conocer la conducta de los mismos, predecir e influir sobre sus comportamientos, configurar tendencias globales que beneficien a los intereses chinos, generar corrientes de opinión y muchas cosas más.

La preocupación norteamericana es legítima. Nada hay más cierto que quien domine la inteligencia artificial y lidere su desarrollo no solo tiene asegurado un papel protagónico en el devenir mundial de los próximos años. Si un contendor del porte de China continúa en su tendencia hacia el irrespeto de las regulaciones y normas internacionales y en la violación de los derechos ciudadanos, se coloca ilegítimamente un paso por delante de otros países que si mantienen conductas apegadas a lo legal. ¿Para qué les sirve el mal uso de la IA?  Para captar socios y colaboradores, para dirigir su orientación y filosofía política y para desactivar a sus enemigos.

 


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