Lamentablemente, la emigración genera dificultades iniciales para muchos países. Sin embargo, en la medida en que tratemos de entenderla como una realidad que puede generar resultados importantes y beneficios para los países receptores, la inmediación será más positiva.

La humanidad en su historia ha transcurrido sobre el eje de la migración. Es una realidad que forma parte de la movilidad humana, parte de su riqueza,la gente se ha desplazado y se ha insertado desde siempre en nuevos entornos y seguirá siendo parte de la agenda internacional por mucho tiempo. Los seres humanos a lo largo de la historia nos hemos mudado de países, de continentes y por causas múltiples. Con su inclusión, los emigrantes llevan nuevos conocimientos, nuevas culturas, nuevas tradiciones y eso es lo que hoy en día nos enriquece como comunidad global. Si lo está pensando, también es cierto, no todos los emigrantes dejaran una huella positiva.

Al mundo de hoy no lo enriquece el que todos seamos iguales, precisamente lo engrandece que muchas comunidades han tenido la posibilidad de permearse con otras. La realidad migratoria se hace problemática cuando ponemos obstáculos, cuando colocamos barreras y se genera la xenofobia. Cuando no tenemos políticas claras, diáfanas para entender y absorber el fenómeno se generan roces, maltratos, explotación y desigualdades. Esos contingentes humanos rechazados, cíclicamente, se convierten en tragedia de alguna manera y pueden crear dificultades para muchos países.

Las situaciones de conflictos en los países generan movilidad, muchas veces esa movilidad genera situaciones difíciles para los países receptores y en eso tenemos que ver los ejemplos que hay en el mundo. Está el caso de Siria, la migración hacia Europa, está la migración del norte de África y de África media que también buscan oportunidades en esa parte del mundo, pero también tenemos hoy en Latinoamérica, Centroamérica por una parte y el contingente migratorio de venezolanos que han ido a todas partes del mundo y especialmente a países de nuestra propia región latinoamericana. Toda esa movilidad ha generado dramatismo, especialmente cuando no hay políticas diáfanas para absorber esa coyuntura. La realidad migratoria se asimila mejor cuando los países receptores entienden la situación, más que como un problema, como una oportunidad y una opción que tienen de beneficiarse.

Si nuestros gobiernos implementaran políticas de libre movimiento de personas como parte de nuestro proceso de integración, si tuviéramos registros y maneras de facilitar que las personas en estos procesos ingresaron canalizadas, ordenadamente, sin crear traumas, se generaría menos resistencia, no habría xenofobia y se aprovecharían las capacidades productivas del emigrante.

El mundo tiene 258 millones de migrantes, de los cuales 124 millones son mujeres, 36 millones son niños y hay más de 25 millones de refugiados; como vemos, es un tema demasiado complejo, demasiado importante que requiere atención. En 2018 más de 180 países firmaron en Marrakech el acuerdo global sobre emigración ordenada, confiable y segura. Se especifica la responsabilidad que tienen todos de atender las demandas que generan las corrientes migratorias.

Debemos recordar que los emigrantes no solo buscan países desarrollados del norte, también emigran al sur. Hay emigración sur-norte y también hay emigración del norte hacia otras regiones, entonces, es una realidad indetenible que obliga a los organismos internacionales y a los propios gobiernos ampliar sus regulaciones y a su vez desarrollar mecanismos de alertas tempranas para garantizar que estos flujos sean ordenados, seguros y no dramáticos.

Las personas emigran por razones distintas; por crisis políticas, por guerras, por deterioro ambiental, por la desertificación. Solo pensemos en el norte de África, cómo los problemas que genera el calentamiento global va haciendo que comunidades completas se desplacen. La movilidad se da por la búsqueda de oportunidades. Hoy tenemos un mundo que es globalizado y cada día más pequeño, eso también hace que haya grupos diversos, sobre todo jóvenes, que buscan nuevos horizontes.

A lo largo del camino, la emigración ha demostrado su capacidad de contribuir al crecimiento global y a las comunidades receptoras. No es cualquier cosa que, por ejemplo, que en el año 2017 se enviaron 466 millones de dólares a distintos países como remesas de emigrantes a sus familias de países de origen.

En la medida en que tengamos esa visión global de entender que el emigrante aporta, no destruye; y que existan políticas que ayuden a su integración a la sociedad, podrá ser un agente positivo y no negativo.

Alentar la xenofobia como mecanismo de defensa ante el extranjero es sin duda una mala práctica que poco contribuye con los países receptores y la ciudadanía que comparte con personas de otros orígenes.


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