Debo comenzar mi artículo de esta semana con un rechazo rotundo a lo ocurrido con el diputado Juan Guaidó y sus seguidores en el estado Lara. Es inconcebible que frente al dantesco y sobrio panorama en el que se encuentra el país, siga recurriéndose a la violencia y el amedrentamiento como método para disuadir la crítica en la política.

Cabe la reflexión al hablar de la violencia, aludir en todos los sentidos y niveles. Se han hecho común los insultos, videos, campañas negativas para enfrentar las posiciones encontradas entre los actores políticos, incluso perteneciendo al mismo bando partidario.

Ambos extremos de la política venezolana procuran destruir moralmente a sus adversarios, llegando incluso a la violencia física. Es la inexistencia total de la política. Asistimos hoy a un primitivismo que creíamos ya superado en la historia de Venezuela. Lo que hicieron con Dubraska Padrón en las redes sociales no es distinto a lo que hicieron en su momento con Fabiana Rosales; con la gobernadora del Táchira, Laidy Gómez; con Lilian Tintori, solo para citar algunos ejemplos.

La cuestión es que ambos extremos actúan de igual manera. Se meten con la vida privada de las personas, sus familiares, su dignidad, sean ciertos o no los hechos que se les señala: “se dispara primero y se averigua después”. Este tipo de ataques es igual sin distingos políticos; la irracionalidad y los extremos emocionales sepultan al país en una “neurosis” política.

La gente lamentablemente tiene memoria corta, muchos de los miserables que dijeron que la agresión de que fue objeto el colega diputado Teodoro Campos en medio de la campaña de Henri Falcón había sido un “montaje”, esos mismos caen hoy en el absurdo de criticar un tweet en el que el mismo Falcón se solidariza con Guaidó ante la agresión del pasado sábado.

La disociación es tal que se ha centrado el debate en la reacción de Guaidó por la conexión de María Corina a su transmisión y en caerle encima a Henri Falcón por haber puesto en su tweet la palabra “confrontación”, aun cuando rechazó los hechos de violencia. ¿Qué nos pasó? Exigir, demandar, requerir es parte de la política. Por ello, desde esta tribuna quiero exigir el encarcelamiento de esos colectivos.

Desde Unidad Visión Venezuela seguiremos rechazando todo este tipo de acciones, vengan de donde vengan, piensen o no como nosotros. Actuar con coherencia, adherirse a valores que guíen nuestro proceder y nuestros criterios; rechazamos la conducta agresiva y violenta como principio fundamental de la vida en democracia.

Por otro lado, empezamos a observar un nuevo llamado a las calles, que provocará más represión y persecución. Creemos que es un recurso precario e infantil de quienes carecen de política y visión de Estado. Ambos extremismos juegan a provocarse mutuamente para hacer de la confrontación una condición permanente y mantener las prebendas que les reporta el estatus de guerra. La confrontación no es -ni será nunca- el camino hacia las soluciones y respuestas que espera el país, en medio de la tragedia que vivimos.

Como lo he dicho y escrito: el problema radica en que llevamos 3 décadas sin hacer política; hoy amenaza con colocarse en escena nuevamente el protagonismo e intereses personales de unos pocos. No por acciones contundentes, sino la sublimación de la desgracia que padecen los venezolanos que acuden a las movilizaciones con ansias de cambio y con la urgencia de la crisis; son estos convocados los que usualmente llaman “carne de caño”; pero no para una táctica efectiva, sino para acreditarse del dolor y los daños de quienes incautamente acuden al llamado de las falsas guerras. Hace falta seriedad y capacidad para entender la debilidad táctica del momento y conjugarla con la fortaleza global. Es una estrategia inteligente y verdaderamente política la que nos conducirá a una solución del conflicto venezolano. No el virtualismo a lo Games of Thrones.

La democracia necesita demócratas, y la política, políticos, así como pacificadores en lugar de atizadores de fuego. Cuando se realiza un somero análisis de esta dirigencia, entendemos el por qué todo se ha revuelto, ya que los “líderes” perdieron la capacidad de mantener en hermetismo y secreto las acciones y decisiones, la exteriorización de la información convertida en “tubazo” sensacionalista, así como un reality show. Esto producto de otra de las “herencias” que nos dejó el difunto Hugo Chávez, que hizo creer que todo el mundo, que cualquiera podía y debía hacer política, fue precisamente a partir de ahí que todo se salió de control.

Finalizo dejando claro que el poder radica también en la capacidad de mantener en secreto las tácticas y estrategias para resolver problemas o enfrentarlos; los llamados a los ciudadanos deben tener un propósito claro y estratégico, no puede exponerse a las personas a más dolor. En fin, desde Unidad Visión Venezuela condenamos la violencia como método político y la utilización aberrante del drama nacional como mecanismo propagandístico; así como el vulgar personalismo en las acciones políticas. Venezuela necesita despojarse de estos ídolos de barro.

 

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