Colectivos armados

«La violencia política consiste en el uso de la fuerza física o psicológica contra una persona, grupos, o en atentados contra sus pertenencias». (Wikipedia)

La violencia política es un medio usado por los pueblos y gobiernos de todo el mundo para lograr objetivos políticos,  relacionados con los  poderes legislativo, ejecutivo y judicial de un Estado.

La violencia política es un concepto habitualmente utilizado en ciencias sociales y políticas, que hace referencia a destrucciones o atentados físicos contra objetos, instituciones o personas cuyo propósito, selección de daños y víctimas, puesta en escena, poseen una significación política y tienden a modificar el comportamiento de los protagonistas, en una situación de negociación mediante una coerción consumada. Por lo general, suele calificarse por parte del poder constituido, en legitimidad como delito de asalto o vandalismo, pero sus fines (suponiendo que los haya) son políticos, aunque sus medios sean violentos.

Napoleón Bonaparte escribió en la última página de su libro El príncipe de Maquiavelo (1532) que el fin justificaba los medios, y no es cierto, ya que en este principio se han fundamentado todos los grupos terroristas, las guerras de agresión y los genocidios de la historia. El fin no justifica los medios, los medios tienen que justificar los fines, y los medios violentos son siempre injustificables, excepto cuando se trata de defender la vida propia, porque la violencia solo engendra más violencia.

Hay una teoría política sobre la violencia, que señala la dificultad de la percepción de ésta, como elemento latente al nivel de cualquier sociedad -que necesariamente implica una forma de régimen, en vista de la existencia de relaciones humanas- que se da por el tratamiento que se ha hecho de la misma, a lo largo de la historia. La tesis relativa a la reducción de los niveles de tolerancia a la violencia, a lo largo de la historia no es nueva, y ha sido suficientemente explicada por Norbert Elías (1987).

A grandes rasgos, las distintas sociedades han ido limitando cada vez más el uso de la violencia, a tal punto que sus manifestaciones más concretas aparecen como intolerables, y contrarias a cualquier forma de convivencia políticamente organizada. El problema es, sin embargo, que la violencia es un requisito fundamental para permitir la vigencia de un régimen político cualquiera. Esta cuestión, señalada por Maquiavelo, se hace difícil de percibir por el tratamiento que ha recibido la violencia, como rasgo decisivo de toda unidad política.

Sheldon Wolin expresa con notable claridad la intención de ocultar la violencia, como garantía de todo régimen político, y refiere la idea de que Maquiavelo ha ido precisamente contra esta lógica. Ha sido y continúa siendo una de las persistentes inquietudes del teórico político, elaborar ingeniosos velos de eufemismo para ocultar el hecho desagradable de la violencia. A veces ha hablado en tono demasiado sonoro, de «autoridad», «justicia» y «ley», como si estas expresiones honoríficas pudieran por sí solas, transformar la coacción en simple restricción».

Esta serie de artilugios para el ocultamiento de la violencia como rasgo fundamental del Estado, podría condensarse en la articulación de lo que Michel Foucault llamó la «teoría de la soberanía» que, durante siglos, habría dado lugar a la idea de que el poder surge a partir de un acuerdo entre ciudadanos, justificando la obediencia por el sometimiento a «las leyes que yo mismo me he dado» como propusieran los autores contractualistas.

En Venezuela el régimen socialista, marxista y mal llamado bolivariano, primero con Hugo Chávez y luego con Nicolás Maduro, parece dejar claro que la voluntad de permanecer en el poder «para siempre» lo ha llevado a desarrollar diversas estrategias de ejercicio de la violencia, cuya forma más visible es el control armado de la población (colectivos), además de otras formas de violencia física y psicológica.

Lo anteriormente señalado está parcialmente documentado en los informes de la ONU, sobre las violaciones de los derechos humanos y crímenes de lesa humanidad, y confirma la estrategia del uso de la violencia armada, física y psicológica, como arma política de control social por parte del régimen venezolano.

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