Pensar en algo tan grande como un país cuando uno se enfrenta cada día con múltiples accidentes en la vida cotidiana, deviene en una empresa a veces difícil. Estar pendiente de la comida, de cualquier eventual problema de salud, del trabajo que gracias a Dios se tiene, centra con fuerza en los días que corren. El punto es que centrado en la propia vida, uno deja de ver lo que ocurre a gran escala.

Y es que es difícil pensar en un país al que se ve tan deprimido. Es difícil escribir sobre él. Son tiempos para ayudar a algunos jóvenes a reconocerse privilegiados de poder tener acceso a la educación, al alimento, al calor de una familia. Son tiempos para agradecer lo bueno que se tiene y advertir que eso nos hace más responsables ante otros. Son tiempos para ser mejores. Se ha hablado mucho de resistencia, de trascender en el sacrificio, pero hay niveles de dolor que hacen que no se pueda más porque quiebran. Y muchos, en el país, están así, vuelto añicos de tanto pasar trabajo.

El retroceso ha sido inmenso y los niveles de empobrecimiento también. Resulta difícil entender que algunos puedan ser tan impermeables al dolor ajeno solo por mantenerse en el poder, por imponer sus ideas, que no se comprenden bien cuáles son. Son tiempos para seguir ganando terreno con la gente, para convencerla de la necesidad de unirnos en torno a las necesidades comunes que son muchas. Son tiempos para que cada uno haga lo que puede, porque así, a gran escala, una persona puede poco. Son tiempos para no dejarnos engañar con que el país está mejor porque a unos pocos les va bien.

La esperanza es muy concreta. Empieza cuando trato con cariño a alguien y le pregunto por sus cosas, por su familia, por su salud. Es allí donde se despiertan las ganas de vivir, de salir adelante, de ser mejores. Es allí en eso poco donde podemos estimular a alguien a cambiar de actitud cuando tal vez no pueda cambiar mucho sus circunstancias. No es fácil hablar del país, porque no es fácil asimilar tanto deterioro.

Alguien me dijo una vez que los momentos malos se superan siempre. Me gustaría creer que esto será así para el país. Si hemos salido adelante tras épocas malas, ¿por qué no lo haríamos ahora, aunque ciertamente lo hagamos con muchas bajas? Son tiempos para aprender lecciones, para pensar en cómo hacer para que esto no vuelva a suceder, para hacernos realistas.

Son tiempos para ayudar a quienes lo necesitan, a través de iniciativas que han proliferado. Son tiempos para unirse en pequeños grupos que resistan ante un mal destructor que tiene que caer en algún momento, pues por ser el mal la carencia del bien, siempre cae, y siempre se pone de relieve lo bueno, lo estable, lo que ahora parece poco y se ve poco. Esa es mi esperanza: los muchos que resistimos y que intentamos salir adelante sacando también adelante a otros.

 


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