Cursan los días y todo apunta a la intrascendencia de una parodia más, como la de Pedro Castillo, excepto que se trate del mejor pretexto para que cinco países, entre ellos Venezuela, defiendan el proyecto que dijo representar o le dijeron que representara, y de las propias condiciones personales del sujeto.  Frecuentemente, la importancia histórica de los actores y sucesos no deriva de una fácil y febril ocupación de las agencias internacionales de noticias.

Consabido, el Perú más contemporáneo está repleto de ambiciones e incidentes parecidos, bajo liderazgos sobrevenidos y partidos del instante. Por ello, en última instancia, simplemente, nada nuevo ha aportado el destacado e incumplido xenófobo al país que tanto le faltó el equivalente de una guerra federal como la venezolana, en el siglo XIX.

Pudiendo calificarse de derecha para delatar la insinceridad de nuestros arraigados esquemas de análisis, un sector político e ideológico de izquierda, asociado al Foro de Sao Paulo que lo ha celebrado incansablemente, le encomendó o pidió un único favor: poner en marcha la asamblea nacional constituyente, como si el país jamás hubiese atravesado por esa experiencia, dejando lo demás por cuenta de las fuerzas inerciales que provocara.  Ahora, ni siquiera tienen la delicadeza de consultar al perplejo exmandatario que es rehén en más de un sentido, porque ha arrancado una descomunal campaña de victimización y, empujando esa constituyente extraordinariamente ejemplificada por la que fracasó en Chile, ha de tomar el sendero luminoso de un insólito neoallendismo, pasando fácilmente de chivo emisario a expiatorio.

De no tratarse de un autogolpe de Estado, entonces, ¿qué fue? Los defensores de Castillo incurren en una absurda pirueta conceptual que, en el fondo, es un grosero insulto a la inteligencia, a favor de quien no tuvo siquiera el temple de ejecutar la asonada y, menos, darle alcance a una sede diplomática alegándose drogado por un tercero.

Esta vez, supimos de una afortunada incapacidad, pero al mismo tiempo nos alarma que la dirigencia política pueda amilanarse frente a cualesquiera acontecimientos, aún los naturales, como no ocurría antes en la región latinoamericana. Por cierto, no es un asunto que dependa del ejercicio magisterial o de otros oficios, ya que debemos presumir un mínimo de experiencia y de formación en toda persona que tenga por vocación y responsabilidad los asuntos públicos, aunque la selección de Castillo fue prácticamente resultado de un juego de dados, siendo el abanderado de Perú Libre, el partido marxista-leninista-mariateguista que meses atrás abandonó, acaso, junto al espectral Alejandro Mayta.

Lima y las principales metrópolis, están afectadas por una ascendente violencia protestataria que se asemeja demasiado a las nada inocentemente escenificadas en Chile que sirvieron para calcinar el subterráneo de la ciudad capital y saquear las iglesias, disparando un proceso aparentemente inatajable. Desechable, Castillo es involuntaria y transitoriamente un símbolo de pelea, como lo ha sido –aunque sempiternamente- el parlamento que anida los peores defectos del país; un buen día pasó algo similar con el venezolano para facilitar así la correspondiente, interesada y continentalmente precursora constituyente que ni Sieyès la hubiese concebido tan ocurrente.

Las nada espontáneas movilizaciones callejeras tienen por rostro a Dina Boluarte, la presidente provisional convertida en cruel victimaria, por esos juegos tácticos de una hora explicada en términos completamente propagandísticos. Exagerando su vida política, la otrora confiable compañera de fórmula de Castillo, antaño derrotada como aspirante a alcalde y a congresista, con escasos votos a favor, ha llegado lejos al igual que la política peruana convertida en una experiencia del azar.

Las circunstancias la confinan a la Casa de Pizarro y ojalá responda a una coyuntura que puede ser decisiva y hasta histórica, apelando a la más sentida intuición creadora para salvar lo poco que va quedando de democracia en su país y en la región, y abonando a un definitivo régimen de libertades en este lado del mundo. La sabemos con severas limitaciones para el difícil y duro desempeño de la alta magistratura, añadida la carencia de agentes diplomáticos que puedan contrarrestar la ofensiva de aquellos países que la condenan de antemano gracias a una calculada estigmatización.

Nos duele Perú, refugio de centenares de miles de venezolanos que huyen del socialismo del siglo XXI, cambalache que de nuevo respalda a Castillo, quien paradójica y obscenamente los amenazó con una deportación masiva. Nada de lo que acaezca en el sur del continente será un fenómeno casual y aislado, agigantándose el papel de Boluarte.

@Luisbarraganj


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