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Foto: EFE

La victoria de Macron y el margen de la misma (aunque menor que en los comicios de 2017) es un acontecimiento sumamente positivo, su significación trasciende las fronteras galas por la entidad, referencia e influencia de Francia en el mundo así como por el contexto internacional y nacional en el que se produce. Un resultado diferente supondría una complicación enorme para la Unión Europea, un triunfo para el putinismo, un estímulo para los proyectos populistas europeos y un catalizador para las tensiones internas que alientan, un retroceso colosal para el republicanismo francés. Macron tiene el reto principal de restaurar la cohesión social y desactivar las razones que le han dado auge a los populismos de diverso espectro en su país. Asuntos nada sencillos, pero imperativos e ineludibles para un gran país como Francia.

En reciente declaración a una emisora de radio colombiana, Juan González, asesor nacional de seguridad para América Latina del gobierno estadounidense expresó que todo lo referente a las sanciones dependerá de lo que suceda en México y que los interlocutores principales de su gobierno en Venezuela son el gobierno interino y la Plataforma Unitaria. Esta declaración supone el cese, por un tiempo al menos, del affaire de las cartas a Biden.

Puede barruntarse que esa declaración proferida por un asistente principalísimo a la reunión próximo pasada celebrada en Miraflores de Maduro, acompañado de su entorno de confianza, con una delegación de alto nivel de la administración Biden, pone fin o pospone los intentos de Estados Unidos de sustraer al régimen chavo madurista de la influencia rusa a cambio de hacer concesiones en materia de sanciones en el área petrolera. Especulamos que esa retoma de la postura original estadounidense se debe a que el gobierno de Maduro, luego de rentabilizar la cita en términos públicos, no reaccionó de manera favorable a los acuerdos clave propuestos por los emisarios gringos. De hecho, sigue apoyando a Putin por sus afinidades autoritarias y se dice que también porque las fortunas  de la nomenclatura chavista provenientes del saqueo al erario  público están depositadas en bancos rusos; tampoco en materia de negociación hay avance alguno de parte del régimen que insiste en inventar burladeros para esquivar el verdadero escenario de una negociación real. Otra razón para la declaración González puede encontrarse en los desacuerdos dentro del establishment político estadounidense (incluye principalmente republicanos, pero también demócratas) con la jugada miraflorina y los posibles costos políticos generados de cara a los comicios congresuales de noviembre.

En todo caso, especulaciones aparte, celebramos la declaración de Juan González porque esa es la posición conveniente y cónsona para contribuir desde la comunidad internacional con el objetivo de lograr la salida del régimen y restaurar la vigencia de la constitucionalidad. Contribución insuficiente – y eso hay que puntualizarlo – si no está acompañada por una intensa presión interna llevada a cabo por la sociedad venezolana y sus fuerzas democráticas para recuperar sus derechos conculcados.

La controversia de las cartas sobre las sanciones muestra en toda su crudeza la división existente en el seno del movimiento opositor.

 


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