Los convoyes de decenas de contenedores que comienzan su largo recorrido en China y a través de una densa red ferroviaria llegan a Europa son conocidos como los trenes de la Nueva Ruta de la Seda. Leo en una nota publicada en El País«No hay pandemia que frene al tren chino»– cómo en Duisburgo, en la cuenca del Ruhr, pleno centro de Europa, “recalan ahora incluso más convoyes procedentes de China que antes de la pandemia”. Todo esto, aparte de hablar de la complejidad y los alcances del proyecto mismo -que es parte de la más amplia iniciativa de la Franja y la Ruta-, ofrece una imagen que resume rasgos de la política exterior de China, sus ambiciones, versatilidad de medios y firmeza para avanzar en la consolidación global de su presencia y poder, cual recorrido de una vía férrea, diplomática y económica, rodeada de múltiples otras que la complementan, como la tecnológica, propagandística y cultural. También nos habla de quienes consideran ventajoso y quienes advierten sobre los riesgos de lo férreo de esa vía y sus impactos múltiples.

En octubre de 2017 las propuestas de Xi Jinping ante el XIX Congreso del Partido Comunista Chino anunciaron una política externa de muy expresos intereses globales, lo que sus iniciativas diplomáticas, de propaganda y militares evidenciaron desde entonces de modo cada vez más explícito, en hechos y  palabras. Atrás, pero como eficaz antecedente, quedaron los años del sostenido pero discreto ascenso pacífico bajo Deng Xiaoping y los de la visible voluntad de expansión geoeconómica de la presidencia de Hu Jintao.

Ahora, en medio de la pandemia del covid-19, el tema de su origen en Wuhan y las denuncias de opacidad en su manejo, se han profundizado y acelerado los impulsos del régimen chino de control interior y expansión exterior. En estas circunstancias se han estado desarrollando políticas y decisiones de alcance geopolítico como la Ley de Seguridad Nacional sobre Hong Kong (contra lo que Beijing define como delitos de secesión, subversión, terrorismo e interferencia extranjera) y las medidas administrativas con las que reafirma su expansión en el mar de China Meridional; especial mención merecen la diplomacia sanitaria, tan visiblemente vinculada a la iniciativa de la Franja y la Ruta, así como otros movimientos diplomáticos en escenarios críticos en los que las democracias occidentales han perdido asertividad concertada y las organizaciones internacionales sufren el efecto de las regresiones autoritarias. Esos movimientos incluyen el acuerdo estratégico con Irán, de significativa amplitud temporal y temática, suscrito a comienzos de este mes; la negativa a participar con Rusia y Estados Unidos en las negociaciones iniciadas en junio sobre reducción de armas estratégicas (Start III), aunque sí se adhirió al Tratado de Comercio de Armas; con Rusia, socio con China en la Organización de Cooperación de Shanghai -foro de solidaridades autocráticas-, se han mantenido acercamientos y acuerdos sin precedentes  en medio de las tensiones con Estados Unidos y Europa, que son diversas pero generadoras de importantes coincidencias entre Xi Jinping y Vladimir Putin. Y a todo esto hay que sumar la significación de lo económico: el peso de China en el comercio y las finanzas con desequilibrios que desfavorecen a sus socios,  su disposición a aprovechar políticamente, recordándolo y aprovechando los desacuerdos y las tendencias problemáticas que en todos los ámbitos ha profundizado y acelerado la pandemia.

Ante esa vía férrea de avances, ¿qué están haciendo, qué conviene y qué podrían hacer las democracias, particularmente Europa y Estados Unidos? ¿Qué nos importa a los venezolanos que queremos recuperar el Estado de Derecho, libertades, condiciones de vida digna?

Europa ha ido haciendo al régimen chino planteamientos cada vez más asertivos en su demanda de cumplimiento de reglas acordadas y precisos en su rechazos hacia las acciones sobre Hong Kong, expresando que para la UE los derechos humanos y las libertades fundamentales no son negociables, como lo hizo en junio pasado Úrsula von del Leyen desde la presidencia de la Comisión Europea tras una cumbre con el presidente chino. Es, sin embargo, muy grande la dificultad que la diversidad de posiciones y políticas de los miembros de la Unión imponen a la posibilidad de alcanzar una posición común y estrategias compartidas: entre lo deseable -dar mayor peso a los valores y apostar a una estrategia propia de largo plazo- y lo posible –trabajar en acuerdos básicos a partir de la importancia de los vínculos económicos para superar la crisis presente, sus efectos inmediatos y consecuencias previsibles-.

Estados Unidos, en medio de la escalada de tensiones en desarrollo con sus expresiones en lo comercial, tecnológico, diplomático y de seguridad, a través de sanciones, denuncias de espionaje y amenazas, no ha detenido las decisiones y políticas de Beijing en los ámbitos fundamentales en disputa, salvo en una leve reducción del déficit acompañado por una caída del intercambio comercial. El desarrollo de la campaña electoral añade incertidumbres en medio de un modo de conducir la política exterior que dificulta proyectar el resto de este año. En lo inmediato, se producirá el regreso a la mesa de negociaciones para la segunda fase de un acuerdo comercial que, sea cual sea su resultado, efectos y garantías de cumplimiento, seguramente será presentado como un éxito. Valga añadir que también frente a Europa van escalando medidas arancelarias por diferentes motivos, ensanchando la brecha entre las dos grandes referencias democráticas mundiales. Allí los retadores de la democracia encuentran grietas que facilitan su tarea.

Este cuadro es del mayor interés para los venezolanos, porque nuestro país fue convertido a lo largo de dos décadas en pieza de apuestas autoritarias ajenas y desafiantes de ese orden, a la vez que en activo portador de solidaridades autoritarias. En cuanto al tren chino que avanza en su propia ruta, a partir de lo que nos es dado conocer en medio de tanta opacidad, hoy nos urge estimar la naturaleza, peso y evolución de esa apuesta -que en los últimos cuatro años no se ha traducido en nuevos préstamos, sino en reprogramaciones y prórrogas de pago como la recientemente anunciada. Posiblemente encontremos que, considerando los cálculos económicos y geopolíticos de China, para la transición y reconstrucción de Venezuela no sería muy complicado lidiar con la vía férrea de China; mucho menos lo será si un franco acercamiento entre Estados Unidos y Europa contribuye a fortalecer las solidaridades y estrategias democráticas.

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