Desde la Revolución francesa se ha usado la tipología de los partidos políticos, en un eje izquierda-derecha. una de las razones por las que los términos se quedaron en la jerga política tiene que ver con su simpleza. Pero no solo es eso, mi profesor Ian Budge, de la Universidad de Essex, ha estudiado los programas políticos de las democracias en el mundo desde 1945 hasta finales del siglo pasado y su conclusión es clara: El clivaje más importante en todas esas democracias es el izquierda-derecha (Ian Budge; David Robertson and Derek John Hearl (eds.) (1987). Ideology, Strategy and Party Change -Cambridge: Cambridge University Press).

En la mayoría de países los partidos se autocalifican en ese clivaje:  en Francia, Reino Unido, Alemania, Estados Unidos, España, Canadá, Venezuela, México, Argentina, Brasil, Chile, el electorado decide entre dos alternativas una socialista y otra liberal. Así solía ser en Colombia cuando el bipartidismo Liberal-Conservador, y se mantuvo incluso hasta Uribe con el clivaje uribismo-antiuribismo. Pero desde la nefasta época de Santos, con la estrategia de reversión del discurso de la izquierda, se impuso la tendencia a considerar todo lo que no fuese pro FARC de fascista, reclamando una supuesta autoridad moral a la izquierda.

La derecha en vez de dar la pelea en el terreno ideológico se acobardó y no quiso utilizar más nunca el término, de manera que en la opinión pública se impuso el ideario izquierda-fascismo. Obviamente como nadie quiere que se le denomine fascista, incluso los de izquierda que comparten con el fascismo el mismo origen (Luis Pazos: “Nazismo, fascismo y socialismo, lo mismo”, El Financiero,05-08-2020), y tácticas.

Con la estrategia de la paz de las FARC anunciada por Iván Márquez (difundida ampliamente en videos en redes) de reversión del discurso proclamando a las FARC como los adalides de la paz y a sus contrincantes como enemigos de esta, estrategia comprada por Santos para atacar a los seguidores del NO, pues se aumentó aún más esta tendencia. En consecuencia se convirtió en moda decirse de “centro”.

Ahora que el pueblo ha visto lo escalofriante del acuerdo de entrega del país a las FARC firmado por Santos y Timochenko, situación agravada por el rechazo popular a la repulsiva violencia generada por el terrorismo urbano demostrado en la intentona insurreccional denominado “paro nacional”, promovido por las FARC, ELN, Petro y sus compañeros de ruta en los sindicatos y universidades, la mítica imagen de la izquierda en Colombia se ha visto fuertemente erosionada, hasta el punto de que izquierdistas históricos como Robledo (maoísta-MOIR) y De la Calle (izquierda liberal) se dicen de “centro”, a la par de históricos camuflados de la izquierda en el centro como Fajardo, los Verdes y algunos partidos minoritarios.

Mención especial al respecto merece el partido Centro Democrático, él no tiene en realidad un programa político como lo entiende Ian Budge en sus obras, su “ideología” es el ideario político de Álvaro Uribe, y este quiso ubicar al partido en el centro, como un ideal de confluencia de figuras de todas las vertientes. Pero esto no define a un partido como de centro, sino en la terminología fesológica anglosajona como un ”catch-all party”, o sea, un partido atrapalotodo. Ahora bien, como no hay un programa ideológico concreto, para definir al Centro Democrático hay que irse al ideario de Uribe: Seguridad Democrática, confianza inversionista y cohesión social, son ideas claramente de derecha, contra las ideas de anarquía, estatismo y lucha de clases de la izquierda. Si analizamos con detalle su obra de gobierno y su personalidad, pues también son claramente de derecha.

Otra aclaración es que en Colombia no hay extrema derecha, pues esta es «antisistema», es decir, que son hostiles a la democracia liberal, al Estado de Derecho y a la separación de poderes, apoya el nativismo, entendido como una combinación de nacionalismo y xenofobia; hace llamado a la violencia y es totalitaria, en consecuencia no hay un solo político, ni partido en Colombia que adopte estas ideas. Por el contrario, sí hay extrema izquierda, aquellos que se colocan a la izquierda de la socialdemocracia, que consideran insuficientemente de izquierda, exige un cambio fundamental en la estructura socioeconómica capitalista de la sociedad, teniendo como ideal la abolición de la propiedad privada, pasando toda la propiedad al Estado, hacen llamado a la violencia y postulan un estado autoritario, ese es el ideal de los llamados humanistas (así se decía Chávez) y pacifistas de las Farc, el Pacto Histórico y la Coalición de la Esperanza (esta camuflada de “centro”).

Otro nivel de análisis es desde la perspectiva de las actitudes políticas del electorado, para determinar estas se estudia mediante encuestas los valores e instituciones de la población: la familia tradicional es respaldada por más de 3/4 de la población, igual porcentaje está en contra del aborto, 70% apoya la propiedad privada, más de 2/3 partes apoya política de seguridad, las instituciones más apreciadas son las Fuerzas Militares, la Iglesia y los empresarios, Claramente, pues el pueblo colombiano es de derecha.

Obvio. la tendencia dominante de liderazgo de catalogarse de centro se transmite a la población y por ello, esta tendencia es dominante en la opinión pública, pero al igual que sus dirigentes, solo de nombre, por moda, pues si se ubica al electorado según las actitudes arriba expresadas pues es de derecha.

La polarización política no es necesariamente prejudicial si no va acompañada de una polarización afectiva, en la cual la ciudadanía rechaza emocionalmente a quienes opinan distinto. De manera que una polarización a nivel partidista, entendida como una predisposición de la población a identificarse con uno de los polos, sin que esto afecte los niveles de cohesión social, es más bien positiva, pues ayuda al elector a identificar a los candidatos y tener así una decisión de voto más segura.

Está claro que en Colombia hay una polarización entre la mayoría del electorado con actitudes políticas de derecha y una minoría significativa proclive a las ideas socialistas, el problema es que los líderes de la izquierda están forzando una polarización afectiva, basada en el desencanto y la frustración. Frente a esta posición la estrategia no debe ser achicopalarse y disfrazar las ideas liberales, presentándose como de “centro”, posición intranscendente y contraproductiva.

Lo que se debe hacer es dar la batalla ideológica, desenmascarar al adversario totalitario del socialismo del siglo XXI, presentar un ideario político claro y coherente basado en eso que quiere la gente: seguridad, libertad de trabajo y de iniciativa empresarial, defensa de los valores tradicionales en contraposición a los del marxismo cultural, progreso y solidaridad social. La única forma de enfrentar el peligro del socialismo del siglo XXI es con una alianza de la democracia liberal, que hable claro, defienda sus posiciones con firmeza siendo coherente entre el discurso y la acción. La derecha no debe tener vergüenza de defender estos postulados. Si los demócratas liberales siguen con vergüenza de declararse tales, tratando de copiar el discurso del contrincante, pues el pueblo elegirá el original ante la copia. Los casos de Johnson, Trump, Ayuso, Lasso, Bolsonaro, Kast, demuestran que esto es viable. Una alianza entre los demócratas liberales frente a los radicales de izquierda es el escenario claro que se presenta para 2022. La salvación de Colombia del socialismo del siglo XXI está en esa alianza programática de la democracia liberal y ayer es tarde para conformarla.


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