Venezuela está siendo atacada, no por los Marines ni los Seals de Mr. Trump, no por los cascos azules de la ONU ni por ninguna coalición de países que no reconocen al régimen usurpador y que, a mi juicio, deberían hace años haber entrado a la fuerza a mi país para liberarlo de la mafia narcotraficante y genocida que está instalada en Miraflores y en los cuarteles a lo largo y ancho de la República. No, el ataque proviene de la China comunista en donde la hambruna de la época maoísta llevó a la población más necesitada a alimentarse con todo aquello que echara sangre aunque su aspecto fuera feo, incluso asqueroso y las normas sanitarias internacionales los repudiaran como alimentos para seres humanos. Así, pues, los orientales más alejados de nuestro continente incluyen en su menú diario, desde entonces, desde esa terrible hambruna que mató a varios millones de personas, murciélagos y serpientes, sapos en todas sus variedades, perros y gatos, ratas y pangolines, gusanos y renacuajos y en fin, toda una variedad de porquerías que para ellos hoy por hoy constituyen platos que van desde lo exótico a lo afrodisíaco y que se expenden en mercados al aire libre sin la menor preocupación por lo que a sanidad se refiere, mezclándose en ellos sangre, materias fecales y cuanta porquería puédase imaginar, lo que de hecho convierte esos lugares en verdaderos focos de contaminación y propagación de virus, bacterias y microbios que, dado el hermetismo de ese país comunista, no señala en absoluto cuántas personas enferman o mueren por seguir esas prácticas alimenticias. Incluso, algunos de ellos devoran con fruición sibarita cadáveres de neonatos como si fueran pavos o gallinas y de eso hay infinidad de documentos filmados.

Esa costumbre asquerosa y por supuesto chocante con cuanta norma sanitaria existe en todos los países civilizados del mundo, produjo ya en otros tiempos epidemias e incluso pandemias que la política convirtió como por arte de birlibirloque en otras causas ajenas a las insalubres costumbres de los chinos en cuanto a su alimentación se refiere.

De allí, de esas costumbres producidas como dije antes por la hambruna maoísta, acaba de surgir en enero de este año del Señor, el terrible y ahora temido coronavirus llamado covid-19, que hasta hoy ha cobrado miles de víctimas no solo en China, sino en Europa, Asia, en todos los continentes sin excepción alguna.

Venezuela, un país sumido en la oscuridad de los tiempos adonde lo han hecho retroceder los comunistas criollos asesorados por los comunistas cubanos de los hermanos Castro, y sostenido por el dinero que a espuertas les venían dando esa misma China que hoy ha llevado la muerte y la desolación al mundo entero con su virus y los rusos del ex KGB Vladimir Putin, ya tiene dentro de sus fronteras, dentro de sus 912.000 kilómetros cuadrados, en cada caserío, pueblo y ciudad incluyendo las grandes capitales al temible covid-19, matando gente sin que nada se pueda hacer para evitarlo porque nuestro país desde hace muchos años dejó de tener un sistema de salud confiable, al transformar el que dejó la cuarta república en un desastre absoluto en el que ni siquiera un paquete de gasa se puede suministrar a los pacientes, que están obligados a llevar desde la ropa de cama hasta sus propias medicinas e insumos para poder ser atendidos por unos médicos y enfermeros héroes que trabajan con las uñas para salvar las vidas que pueden dentro de ese caos.

La directora del Hospital Clínico Universitario, antes ícono del sistema de salud criollo, filmó un video que nos señala la imposibilidad de que allí se pueda atender a pacientes graves contagiados por el covid-19. Los otros hospitales a lo largo y ancho de nuestra geografía nacional están igual o en peores condiciones y también mayoritariamente han señalado la imposibilidad de poder atender a pacientes graves en esas instalaciones destruidas por los malos manejos del régimen ladrón. La respuesta del dictador y su aparato represivo ha sido meter a la cárcel a esos profesionales de la medicina que se han atrevido a decir la verdad públicamente.

Han contabilizado una suma ridícula de casos comprobados, tomando en cuenta que otros países, con mayores recursos y bien organizados, están ya colapsados en sus capacidades hospitalarias y suman miles de enfermos y cientos si no miles de muertos, como son los casos de Italia y España, por mencionar solo dos.

Ya en Venezuela se habla sottovocce de varios muertos en diferentes regiones, muertos que el régimen se niega a aceptar como consecuencia de la pandemia.

A todo lo anterior tenemos que agregar la cuarentena manu militari establecida por Maduro y su compinche Padrino López, que ha dejado sin ingresos a millones de venezolanos que, gracias al desastre de la economía nacional, viven día a día con negocios informales que les permiten llevar magramente la comida para sus mesas y que ahora, al no poder trabajar y no tener ninguna ayuda del Estado, literalmente, se están muriendo de hambre junto a sus hijos y demás familiares.

Anticipo, ojalá me equivoque, que en muy poco tiempo esa Venezuela a la que amamos todos, por un lado debido a la hambruna que va a empezar a desatarse y por otro a los decesos que por fuerza se van a producir frente a la imposibilidad del Estado de combatir la pandemia dentro de nuestras fronteras, van a haber tantas muertes que las caravanas funerarias de Italia van a ser una tontería, trágica pero tontería al fin, frente a los cadáveres de venezolanos en las calles sin siquiera tener la posibilidad de darles sepultura o de cremarlos dignamente.

También anticipo que lo que no se ha logrado durante todos estos años de desastre y frustraciones, de sufrimientos y humillaciones para nosotros, los venezolanos, una insurrección popular, un gran levantamiento de las masas más humildes, va a hacer erupción más temprano que tarde, entre el horror de las muertes injustas y dolorosas de quienes no podrán ser atendidos por el régimen y la hambruna que se desatará al no tener ingresos aquellos a quienes mencioné anteriormente, entonces, todo el país se cubrirá de cadáveres y se bañará en sangre, pero, quizás entonces, de ese baño de sangre surja la libertad que tanto hemos venido ansiando durante más de veinte años.

Va a ser un parto doloroso y duro, no hay duda, pero va a renacer la Venezuela libre que ha estado secuestrada durante dos decenios.

Sea como fuere, entonces, nuestra patria se habrá convertido en un gran cementerio.

Que el Señor de los Cielos nos agarre a todos confesados.


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