Venezuela es un mar infinito de oportunidades, donde casi todo está nuevamente por hacer y construir, como una vez lo estuvo a mediados del siglo veinte, cuando con mucho esfuerzo, disciplina, visión y ayudados por los vastos recursos naturales disponibles, se logró desarrollar un país que por algún tiempo fue referencia, al menos para América Latina. Acá convergieron talentos propios y extraños, a los cuales se sumaron luego legiones de coterráneos formados en otras latitudes, que aportaron modernidad recién salida del horno de las mejores universidades del mundo, con lo cual el país se erigió como una promesa envidiable, que poco después tuvo que enfrentarse a una fantasía populista que ha costado al menos dos décadas de involución en todos los sentidos y direcciones imaginables.

No obstante que aún no se han producido cambios definitivos que permitan afirmar que estamos en una ruta inequívoca de retorno a la modernidad, podría si afirmarse que el cambio más importante si ha ocurrido, y tiene que ver con la decisión de la mayoría de los venezolanos de avanzar en la construcción de un mejor futuro, pese a lo adverso del entorno y las circunstancias; decisión la cual por cierto, no depende esta vez de factores externos, sino de la íntima convicción individual de que solo desplegando al máximo su creatividad y transformando sus ideas en productos o servicios novedosos y competitivos, podrán pasar de una condición económica de elemental subsistencia a la prosperidad.

Hace ya dos décadas, John Hawkins, reconocido autor del best seller La Economía Creativa: Cómo las personas hacen dinero de las ideas”, al referirse a su planteamiento central, definió a la economía creativa como “el conjunto de actividades que permiten que las ideas se transformen en bienes y servicios culturales, cuyo valor estaría determinado por su contenido de propiedad intelectual”. Luego, sobre ello es mucho lo que se ha escrito y de hecho, a partir de allí se ha desarrollado el tema de la llamada Economía Naranja, concepto que tomó prestado el color naranja, pues a éste se asocia todo lo que tenga que ver con la creatividad.

Le Economía Creativa o Naranja, no es otra cosa que lo que visualizó Churchill hace ya más de 75 años, cuando afirmo que, “Los Imperios del Futuro serían los Imperios de la Mente”, refiriéndose con clara anticipación al hecho de que, en el futuro, el poder residiría no en aquellos que dominaran las tierras, sino en quienes tuviesen el dominio de las ideas y por ende de las creaciones. Y para muestra, Apple, Amazon, Microsoft, Google, Facebook, Tencent, Tesla, Alibaba, todas las cuales no solo hacen parte del top 10 de los rankings empresariales globales, sino que además tienen en común el estar asociadas y tener como columna vertebral de su actividad a la innovación.

Aunque hablar de creatividad e innovación a algunos les luzca lejano y hasta improbable en una jurisdicción como la venezolana, nada está en todo caso más lejos de la realidad, tal como tuvimos la oportunidad de comprobar hace tan solo unas pocas semanas, al organizar y moderar el evento “Celebrando las Ideas: Propiedad Intelectual y PYMES”, en el marco de la conmemoración del Día Mundial de la Propiedad Intelectual; donde tuvimos la oportunidad de compartir con Elvira Trigueros de Parés, directora del Instituto de Diseño Brivil; Marty González, fundadora y directora del Movimiento Mujer 5 Estrellas; Errol Irausquín, fundador y coordinador del movimiento Food Truck Venezuela; Beatríz Ayala Cherubini, abogada experta en Propiedad Intelectual; y Rubén Rodríguez Gil, profesor universitario en materia de Gestión Empresarial; quienes desde su perspectiva y experiencia, expusieron en relación a la movida emprendedora que tiene lugar en el país, que amparada en creatividad e innovación, no hace otra cosa que avanzar en positivo.

Nada de lo expuesto niega lo que está a la vista, y es que para que la economía creativa florezca y se manifieste y desarrolle en todo su esplendor, hay una infinidad de tareas pendientes, muchas de las cuales tienen que ver con el entorno, ambiente, servicios básicos y seguridad jurídica que se requieren para hacer de la innovación una constante sostenible.

Lo que es cierto en todo caso, es que Venezuela es Naranja porque es creativa, y esa creatividad decidió manifestarse contra viento, mareas y tempestades, así que bienvenido sea ese nuevo capítulo que se escribe, aún contra todo pronóstico, esperando que ello derive en uno de esos nuevos imperios de la mente.

 

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