Corre el rumor desde el régimen en su vocinglería de que Venezuela se arregló. Todo un esperpento publicitario, chocante con la realidad a la vista, a la mano, al padecimiento cotidiano. Unos artistas de bajo perfil se prestan para la «jugada». Se planean y ejecutan conciertos. Se traen artistas internacionales. Todos gritan con bordadas luces multicolores que ya aquí no pasa nada. El terror desapareció. Una manera de llamar con altoparlantes sinfónicos a los millones de huidos: vengan, no ha pasado nada. Era mentira. Los aspirantes a imponer su totalitarismo controlaron todo. Se rearmó la vaina, el rompecabezas. Fiesta colectiva.

Enfrentada al sufrimiento diario de nuestros compatriotas dentro y fuera del país y a quienes con nosotros luchan por convivir. ¿Será necesario enumerar la calamidad? ¿Quién de nosotros no la padece? ¿La arrimaron más allá, cuando estaba ahí mismito, en los tuétanos? Pues no. Aquí la tenemos. No en balde, según ACNUR, no hemos dejado de ser el segundo país en número de desplazados en el mundo, primero en América. ¿Eso se arregló de espaldas a ACNUR? Hay mucho más, todo deshonroso: cuartos en el negativo trono de la corrupción mundial. Primeros de América. Un país que no puede sostener a lo que le queda de población. Porque cerca de 7 millones de extraviados, dando tumbos por el mundo en busca de un arraigo no han sido suficiente para que el salario mínimo supere la brecha del hambre para los habitantes regulares, agobiados por la pobreza extrema. ¿Arreglado? ¿Arreglados? El des-concierto continúa.

Los informes de la Alta Comisionada de la ONU Michelle Bachelet, por más que trate de equilibrar la situación reflejada, como suele hacer como para dar un espaldarazo a la mejoría que no se percibe en nada, son demoledores. Los derechos humanos en Venezuela se atropellan a diario, sin ocultamiento. Por eso la Corte Penal Internacional procedió a abrir la investigación y a continuarla a pesar de la oposición del régimen, por nada menos que delitos de lesa humanidad. Aquí no hay arreglo alguno. Se instalará una oficina. La investigación proseguirá hasta hallar, procesar y sentenciar a los culpables. ¿Los casi 250 presos políticos, los exiliados, los muertos, los desaparecidos se convirtieron en un «arreglo»? Un arreglo como, ¿orquestal?

La violencia acrece sin contención. Solo basta asomarse anualmente al informe del Observatorio Venezolano de la Violencia. Matan los policías, los delincuentes comunes, los grupos de exterminio, los guerrilleros con minas y todo. Además de la propia violencia instalada en los hogares en cuyos detalles no entraré por escabrosos. Se incrementa anualmente la tasa de suicidios. El hambre no habla de arreglos, la desnutrición, el olvido de la salud. Se quejan quienes padecen enfermedades terminales y quienes no poseen atención mínima en algún hospital o ambulatorio o en donde sea. La salud es privada y está privada. Mueren por intentar dializarse, por esperar un trasplante, sin miramiento alguno. Desprotegidos. Y así, la justicia no existe ni por asomo, ni la propiedad privada, aunque hayan intentado empezar a devolver lo que expropiaron. Los conciertos no hablan de un país arreglado. Políticamente el desarreglo más bárbaro no puede ser.

En fin, llego a casa y la luz, que se fue en la mañana, no ha vuelto en la tarde. El transporte aporta más a la calamidad, como la falta de agua. No hay servicio que avance. Sumemos la moneda, el efectivo, los bancos, los préstamos, los créditos. Ahora se incrementa la ausencia del gasoil, lo que impide trasladar alimentos y gente. ¿No hay también una afectación psicológica general, social? ¿No existe una materializada e intencional idea de ensañamiento y exterminio? El grito  de «Venezuela se arregló», como el de carnaval, solo ocurrirá cuando en alguna vaca sagrada inmensa los criminales, los terroristas, abandonen el poder. La cuenta hacia el primer país de desplazados en el mundo sigue aumentando. Como los niveles de corrupción. Como los de insatisfacción personal. Bien lejos está el «arreglo». No se vislumbra ni que lo pinten voces cantarinas que no son las del régimen precisamente, esas que si irán a cantar,  pero a otros lares, su ópera nada bufa.

 


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