vacuna

Después de quedar desperdigada, con las vísceras de la derrota en sus sienes, la vieja Rusia trata de alzar la cabeza en un mundo que la observa con desconfianza.

Años atrás era el eje de la extinta Unión Soviética, desde Moscú se controlaba la vida de países sometidos por el puño de hierro del totalitarismo. Su vorágine expansionista la hizo ambicionar el control absoluto del planeta. Sus momentos de gloria llegaron al cenit cuando el primer artefacto satelital que conoció la humanidad tenía el sello soviético. Su propaganda creció cuando sucesivos éxitos le infligieron dolorosas derrotas a Estados Unidos.

La sonrisa de Yuri Gagarin engalanaba sus publicaciones mostrando al héroe que simbolizaba el primer hombre que salía fuera de la órbita terrestre. Fueron años de esplendor para la desaforada hambruna protagónica del comunismo como modelo histórico. La lucha con Estados Unidos en el mundo espacial los hizo cometer serios errores. El pasado 20 de mayo se cumplieron 52 años del impacto contra la superficie lunar de su nave Luna 5, la intención era conquistar el espacio con un hecho sin precedentes. Coronarían sus inocultables éxitos iniciales con la mayor de las victorias, pero desalentadoramente para ellos fracasaron. La nave fue lanzada por un cohete Molniya-M desde el Cosmódromo de Baikonur el 9 de mayo de 1965. La catástrofe hundió en sus asientos a los jerarcas del Kremlin.

Cuando el 20 de julio de 1969 el norteamericano  Neil Armstrong pisó el suelo lunar la derrota soviética estaba decretada. El Apolo 11 lograba un hecho sin precedentes. La guerra fría tomó otra dimensión.

Años después, un pueblo cansado de esclavitud derribaba el muro de Berlín. Cada mandarriazo significó la demolición de la Unión Soviética. No pasó mucho tiempo para verla descuartizada. Las naciones secuestradas se fueron independizando, el yugo feroz del comunismo perdía. Rusia quedó sin los territorios que usurpó a través de la ideología del mal.

Ahora planea una nueva guerra fría con su vacuna contra el coronavirus. La misma es rechazada por la comunidad médica internacional debido a que se carece de las pruebas necesarias para sustentar su efectividad. Sigue cometiendo el mismo error de la era espacial: ganarle a la competencia al costo que sea. El peligro que significaría utilizarla, sin la debida certificación científica, es aún mayor que el propio virus.

Utilizar la pandemia con fines eminentemente propagandísticos, generadores de un triunfo político y económico, es una gigantesca irresponsabilidad de aquellos acostumbrados a jugar con la vida humana.

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