Marisabel Rodríguez

I

Las jóvenes generaciones de venezolanos que lean lo que voy a contar van a pensar que estoy inventando un cuento, pero al final entenderán que es parte de nuestro realismo mágico.

Cuando era niña sentía una mezcla de nerviosismo y expectación en el momento en que la maestra guía del salón anunciaba que vendrían del Ministerio de Sanidad a vacunarnos a todas.

Que conste que mi papá era pediatra y me puso todas las inmunizaciones que se les ponen a los bebés. Pero, aunque suene insólito, confiaba en el sistema de salud para que me pusieran refuerzos y demás. Todos los de esa generación coincidirán conmigo que la mejor era la de las goticas que eran dulcitas. La inyección en el brazo daba miedo y dejó una marca.

Pero el personal de Sanidad no solo iba a escuelas públicas y privadas. Cualquier madre podía ir a las oficinas, dispensarios y medicaturas y pedir que vacunaran a sus niños. Así de simple, sin mucho papeleo y sin mucho misterio, porque los médicos recibían puntualmente las dosis necesarias que les enviaba el ministerio.

Eso era lo que se llamaban “campañas de vacunación”, y si mi memoria no me falla, hacían dos por año y llegaban a todos los rincones del país. ¿Cómo sabían cuántas vacunas mandar a dónde y cuántos niños necesitaban inmunizaciones?

II

Lo he escrito en otras ocasiones. Ya grande, iba a los proveedores de vacunas y otros implementos médicos a comprar insumos para el consultorio de mi papá. Cuando tuve a mi hija, mi papá, que llevaba sus números, incluía a su nieta a la hora de abastecerse.

Un día, cuando mi hija tenía como cuatro meses, salió de su consultorio y me dijo: “Mi hija, perdóname, pero vas a tener que comprar la vacuna que le toca a la bebé otra vez. Vino una mujer con un niño de cuatro meses para que se lo revisara y le puse la vacuna de mi nieta a su hijo. Se la regalé, no tenía dinero”. Ese era el doctor Matute. Volví a comprar la dosis sin ningún problema.

Como reportera y corresponsal en los Altos Mirandinos, fui en varias oportunidades a la oficina regional del Ministerio de Sanidad. Los colegas jóvenes se asombrarán cuando les diga que esas instalaciones guardaban las estadísticas (informes que se levantaban a mano, sin computadoras) de muertes, enfermedades, nacimientos, vacunaciones y un largo etcétera. ¿De dónde venía esa información? De los dispensarios y medicaturas rurales, de los consultorios médicos y hospitales de todo el estado.

Cada médico tenía la obligación de levantar los datos y de mandarlos una vez al año a sus oficinas regionales. Y ¡oh sorpresa! Había empleados especializados en procesarlas y ordenarlas con la finalidad de, por ejemplo, organizar las campañas de vacunación en todo el país. Pero para que les dé envidia a los periodistas de esta época ¡estaban obligados a divulgar la información! Así que cualquiera podía ir a pedirla y escribir sobre ella.

¿Verdad que suena eficiente el sistema? ¿Se dieron cuenta de que funcionaba desde que yo era niña? ¡Ah, la democracia!

III

¿Por qué se asombran de que la ex del comandante muerto haya sido vacunada contra el covid-19? ¿Pensaron que los enchufados, familiares y tarifados iban a hacer cola, anotarse en una larga lista o esperar ser incluidos en los diferentes grupos con diferentes prioridades? ¿Pensaron que el régimen iba a priorizar a la población y diseñar un sistema de vacunación con el propósito de cubrir primero a los que más riesgo enfrentan?

Yo lo tenía clarito, como cuando en 1992 vi claramente que Chávez destruiría el país. No es que me crea adivina o que haya perdido la capacidad de asombro, sino que esta gente se ha especializado en la desfachatez, en hacer alarde de sus privilegios sin el menor remordimiento, y lo de la vacuna contra el covid no iba a ser la excepción. Ni siquiera por la pandemia.

Además, es un asunto de razonamiento lógico. Es como esperar que decidan cuarentena radical para Semana Santa (ojalá). Qué se puede esperar si ni siquiera son capaces de explicar lo que significa cuarentena radical flexible con cerco sanitario.

Que la ex haya tenido la desvergüenza de publicar en sus redes el momento de su vacunación y de paso “explicar” que ella es población de riesgo lo que me da es asco. ¡Tengo cáncer ¡de pulmón! Y a mí nadie me ha dicho que me están esperando para vacunarme. Menos mal que su hija vive fuera del país, porque si no sería otra Sputnik menos para los médicos.

@anammatute


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