Hispania, la nación de Bartolomé De Las Casas 1484, Alvar Núñez 1490, Teresa de Ávila 1515, Miguel de Cervantes Saavedra 1547, Lope de Vega 1562, Pedro Calderón de la Barca 1600, Bécquer 1836, Unamuno 1864  y muchos ilustres más; además, cuna del liberalismo económico en la persona del Fray Dominico Francisco de Vitoria 1483, fundamentado en el Derecho Natural y no en el ius gentium.

Nación turística, un oasis para Europa, Madre Patria, la Sefarad de la Edad Media, donde pueblos árabes, judíos, cristianos y beres; con las tres principales religiones de la humanidad, convivieron por 15 siglos como una sola nación dentro del Califato Omeya de Córdoba en Al Andalus que se extendía hasta Magri, que hoy llamamos Madrid, sin entrar en detalles sobre ese pasado, hay un viejo adagio que dice a rey muerto, rey puesto. Afirman los nativos que Europa comienza en los Pirineos y un poco más allá.

Una nación con una tasa de natalidad de 1,5 en contraposición del doble de nacimientos promedio por persona de las naciones árabes, africanas y extranjeros en sí, que llegan a España, aun así España los supera en población con un poco más de 48.000.000 de población, distintos al de los países árabes.

España, cuenta con 15% de empleados públicos, según la OCDE en proporción a su población, lo que ronda los 3.000.000, entre el gobierno nacional, comunidades autónomas con sus provincias, ayuntamientos y empresas estatales, eso es la mitad o mucho menos de funcionarios que posee Noruega, 30%; Dinamarca, 29,1%; Suecia, 28,6%; Finlandia, 21,4%; Estonia, 23%; Hungría, 21%; Letonia, 20%; Israel, 20%; Eslovaquia, 19,4%; mas muy por encima en empleados públicos de economías como las de Suiza, 10%; Alemania, 11%; Corea del Sur, 8% y Japón, 6%.  Además, España posee un IVA que representa 21% al consumo, que se traslada de forma directa, junto con todos los demás impuestos, al sostén del gasto público.

Hoy diputados de España en la UE que ventilan la creación de una sola Fuerza Armada, es decir, una OTAN normalizada donde converjan todos los ejércitos nacionales de forma integral de cada uno de los 27 países que conforman la Unión.

En los últimos años ha subido el precio de la electricidad, el agua y todos los demás servicios e impuestos, incluyendo el de vivienda. Existe una queja constante de las oleadas de inmigrantes de todas partes, los más molestos son los empobrecidos árabes y africanos que llegan en el negocio de las pateras, pequeñas embarcaciones que arriban del norte de África a las costas de lo que fue Al Andalus; a pesar de ello, se apoya la inmigración de naciones provenientes de países en guerra, por ejemplo, Afganistán, como parte del costo moral y sacrificio de las naciones ante una derrota propiamente ideológica.

La UE eroga créditos, también, para el sostén de la burocracia en esta época de restricciones socioeconómicas. Por otra parte, los medios tradicionales de noticias, a través de distintos actores políticos, manifiestan que la UE sostiene gastos de inmigración, igual que los créditos que hacen para apoyar la inversión en infraestructura y servicios de inversión en educación y el sector salud, y hasta la agricultura.

A pesar de que tiene una tasa de interés fijo legal que no supera el 3% y que el interés hipotecario se encuentra en 1%, La esperanza de España se encuentra cada vez más desindustrializada, por los desatinos económicos de los últimos años: el turismo, siendo una fuente importante de ingresos y de puestos de trabajo, es severamente golpeado con las medidas de control socioeconómico; por otro lado, dicen algunos, hay esperanza en el Sol, ya que según expertos, las pantallas fotovoltaicas, por ser un «país solar» le podría dar electricidad a toda Europa.

En el mismo orden, se dice: lo mejor que le pudo pasar a España fue entrar a la Unión Europea; por otro lado, se recuerda con nostalgia los bajos impuestos que se fiscalizaron en la dictadura franquista, que no supera el 0,3% y que además con esos pequeños ingresos, el régimen de Estado, construyó viviendas, carreteras, había acceso a la salud y educación, aunque era poco y guste poco, tal régimen dictatorial, dejó toda la estructura del Estado, dispuesta para la transición a un sistema de gobierno de monarquía parlamentaria con sistema político democrático, el cual terminará la modernización del país, a través de los créditos de la EU.

En España se repudia la guerra, incluso se le teme, se cree y apoya a la Unión Europea como dique de contención dentro de Europa para el sostenimiento de la paz entre todas las naciones de la Unión e incluso del mundo.

Sin embargo, poco se habla que existe algo peor que una guerra declarada, que son los sistemas colectivistas que en las últimas décadas han generado más éxodos que la guerra misma, verbigracia Venezuela, que sin temor a exagerar, se puede decir, que, tales modelos colectivistas, son una guerra silenciosa, encubierta que durante periodos largos y de una paciencia que parece inagotable, a través, de los agentes de cambio, vienen expoliando por medio de las estructuras de los Estados, las naciones, para luego la quiebra de las mismas.

Se escucha que hay que ayudar a países «pobres», ¿cómo? Dándoles un tractor para que se desarrollen, tal vez se necesitan miles; pero la idea, sin ir al fondo del asunto, resulta sesgada, ya que verdaderamente lo que oprime a esos países no siempre es falta de tractores o una guerra declarada, sino algo peor que la guerra, que es precisamente la ideología, entiéndase las de corte colectivistas, estatistas, las que vienen durante siglos satanizando la propiedad privada y los derechos individuales de las personas.

Es obvio que dotar a las naciones de tractores, donde las condiciones de la sociedad y del mercado no son claras y peor aún, están sujetas a un régimen central y no a las reglas naturales de libre mercado y libre competencia; reglas que cada vez son más escasas en el mundo, no es rentable para ninguna sociedad; si no que lo digan las naciones favorecidas por el modelo de la ex URSS, incluso hoy, la misma Venezuela, como filial de esas filosofías político partidistas, todas han fracasado como sociedad y se han sumido en el hambre del colectivismo de forma contraria a lo que predican sus benefactores. Todo apunta a que, hacia el colectivismo, se pretende dirigir el orden mundial, establecido en las últimas décadas.

Se pregunta ¿hasta cuándo los poderes establecidos permitirán el colectivismo a sabiendas de que es un sistema empobrecedor? Ya el sistema no aguanta más.


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