Pueden ser mellizos, gemelos, trillizos o individuales paridos en el mismo espacio, no importa. Al nacer fueron lanzados a cualquier sitio porque las circunstancias mandan y  desligados de sus padres y madres son destinados a diferentes lugares del mapamundi para su crianza. Por extraños designios que los avances cibernéticos no logran explicar del todo, en sus conductas psicopolíticas crecen parecidos o totalmente idénticos. Hay estudiosos que aseguran no vale la pena obstinarse en comprender este misterio porque sus trastornos de personalidad son incurables por genéticos. Otros, en cambio, dan por hecho que sí son modificables, pues el entorno es único factor determinante en sus perversas acciones y oportunistas omisiones.

La dramática actualidad de la Era Ciber cada vez más  signada por ancestrales mandatos teocráticos y neo  imperios invasores, todavía se nos permite a unos cuantos la libertad de tomar decisiones este año, al menos en Estados Unidos, Venezuela, México, Israel. Eso implica la mayor responsabilidad. Somos el llamado pueblo, ciudadanía, votante y en la imperfecta democracia probada se nos otorga el privilegio de ser conscientes electores, lo que decide si el sitio escogido, donde nos tocó permanecer o del cual fuimos expulsados en este planeta de refugiados y parias, será de existencia bajo un sistema civilista legal perfectible o solo de sobrevivencia sometida a los caprichos delictivos de psicópatas  narcisistas mantenidos en el poder absoluto por sociópatas de los más diversos ropajes que actúan aislados o asociados en gremios empresariales, militares, religiosos o dogmáticos en ideologías fracasadas.

Aún hay opciones en algunos países, tiempo decisivo para que no sean dioses, reyes, tiranos, burgueses, revolucionarios, zares, votados hábiles actores fascistas a diestra y siniestra aclamados como “líderes carismáticos” -Putin, Castro, Chávez, Trump- y mucho menos los pasivos mirones, quienes decidan vida y muerte de la democracia con tantas   víctimas deshumanizadas. Es cada uno, cada quien, cada individuo, quien tiene la  oportunidad del sí o del no para forjar la rebelde y necesaria junta de masas. Sin trampas  ni pretextos de los por ahora, quizás, quién sabe, es el mal menor. Comodidad, cobardía y complicidad que llevan a consagrar Estados terroristas, guerras con nombre propio, partidos políticos con sus adversarios en gigantescas cárceles, cadalsos y tumbas del opositor desconocido.

Puede sonar a sermones de viernes islámico, sábado judío, domingo cristiano. Para nada importa el sonido si se contrasta con claridad ética el bien del mal, decencia de corrupción,  legalidad de usurpación, legitimidad de farsa, verdades de mentiras, conceptos a seleccionar por el sagrado Yo en comunión con el poder del supremo Nosotros para obedecer sin excusas el originario texto constitucional democrático.

De nuestra reacción depende. En definitiva, sin términos medios, se trata de libertad o  esclavitud.

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