Víctor Rago, candidato a rector de la UCV / Foto Ezequiel Carías (@yosoliaser_eze)

No sería exagerado afirmar que el proceso electoral de este 9 de junio en la UCV ha sido el pequeño pero más significativo paso en los últimos lustros en el rescate tanto de la civilidad en general del país, como en la recuperación de la democracia y la autonomía de las universidades públicas. Fue una jornada pacífica y festiva donde se ratificó lo que ya se había visto en la frustrada jornada del 26 de mayo: un hambre de participación de los ucevistas, ansiosos y orgullosos de sentirse protagonistas de la vindicación de aquellas banderas que marcan a la universidad moderna latinoamericana desde los tiempos de la Reforma de Córdoba.

Pese a que la actuación de la Comisión Electoral que dirige el proceso ha estado llena de dudas y retardos (al punto que lo sucedido el 26 de mayo no ha sido objeto todavía de una clara explicación), al momento que escribimos estas cuartillas ya se sabe que dos destacados y meritorios investigadores, Víctor Rago y Humberto Rojas, se disputarán en la segunda vuelta el honor de ser el rector de nuestra máxima casa de estudios en los próximos 4 años. Asimismo, se conoce de algunas Facultades que ya eligieron decano, y otras que tendrán que esperar el mencionado ballotage, previsto para el 30 de junio (nos preguntamos, de paso, si la universidad, subrepticiamente, no le está enviando un mensaje al país acerca de la necesidad de incorporar la segunda vuelta en la elección presidencial, en un futuro que esperemos no sea muy lejano).

Si bien el evento del viernes pasado se traduce en un paso fundamental para superar el cuadro patético de deterioro y postración de las universidades públicas, sería de ingenuos creer que el camino está completamente allanado. Al permitir las elecciones, el régimen, ciertamente, continuó con un tímido proceso de apertura en su política hacia el sector universitario, muy en consonancia -aunque un tanto a posteriori- con el lento proceso de apertura económica iniciado a partir del 2018 y 2019.

El profundo deterioro de la economía y de las condiciones de vida de la población, llevó al gobierno a reconocer que en estas supercompetivas sociedades del conocimiento contemporáneas, sin progreso en la investigación y la tecnología no podremos salir de este hoyo que él mismo creó. Hace un par de años, en efecto, aprobó una política de áreas de conocimiento prioritarias para el desarrollo del país, que aunque puede ser criticada por cierto sesgo contra las carreras humanistas, implica al menos un esfuerzo de planificación estratégico en un problema vital para el mundo de hoy.  Más recientemente, decidió abrir el compás en la discusión de la nueva Ley de Educación Superior, escuchando la diversidad de opiniones de las autoridades universitarias, gremios y ONG involucrados en el sector.

Pero, como ha sido característico también de sus políticas económicas, el gobierno no termina de consolidar su apertura: la obsesión de tener bajo su control todos los espacios sociales e institucionales -como se demuestra con el cercenamiento de la autonomía administrativa, pasando las nóminas de las universidades públicas al sistema Patria- lo lleva a desconfiar de los avances realizados, y eso deja en el tapete la posibilidad de que, en cualquier momento, éstos se desbaraten o se ralenticen.

No en balde, algunas voces alertaron que el proceso electoral podría ser saboteado o interrumpido desde determinadas instancias del Estado, lo cual afortunadamente no ocurrió. Si estos rumores tuvieron algún sustento real, puede inferirse que probablemente sectores decisorios del régimen recularon al considerar las reacciones que generaría el quebrantamiento de las expectativas de la comunidad universitaria, particularmente en el movimiento estudiantil ucevista, que ha defendido apasionadamente la realización del evento comicial, y que ha dado señales de una importante reactivación, después del letargo de estos últimos años.

Muchos analistas no resisten la tentación de proyectar lo que sucedió en la UCV con la realidad política del país y específicamente con las proyectadas primarias y las elecciones presidenciales de 2024. No obstante, hay que tener cuidado con estas comparaciones: aunque es cierto que las universidades son un reflejo del país, son también un microcosmos singular, y unos de los rasgos característicos del homo universitario es ser crítico por naturaleza, huella indeleble que dejan la investigación y la deliberación propias del conocimiento científico. Además, las universidades, por tradición -hay que recordarlo- siempre han sido antigobierno.

En la UCV la oposición pudo darse el lujo de ir con 6 candidatos y aún así ganar sin dificultad el rectorado y todas las Facultades: eso no se podría proyectar jamás en el ámbito electoral nacional, donde la unidad es indispensable para poder tener opción de triunfo, en un escenario que en el mejor de los casos será relativamente competitivo. De cualquier forma, uno de los aspectos que hay que resaltar del proceso ucevista, es que la representación proporcional permite la presencia de todas las opciones -incluido naturalmente el chavismo- en los organismos deliberantes, y sobre todo la existencia de un clima de tolerancia y respeto que uno quisiera para el ámbito nacional.

A los ucevistas no les queda más, en definitiva, que concluir esta fiesta de recuperación de la democracia universitaria acudiendo masivamente a votar el 30 de junio. En lo particular, ratificaré mi apoyo a Víctor Rago, no solo por su extraordinaria preparación que tiene para ejercer como rector, avalada por su exitosa gestión durante dos períodos en la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, donde salió a relucir la pulcritud administrativa y la apertura a todos los sectores, sino también por haber sido la voz que siempre estuvo ahí en estos últimos años, con sus reflexiones y llamados, combatiendo la desesperanza y haciendo gala de la resiliencia, la firmeza y la tolerancia que tanto necesitamos para llevar a la universidad y al país hacia un mejor destino.

@fidelcanelon


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