En el mundo de las manipulaciones electorales sofisticadas, la “traición favorita” o el “voto estratégico”, también conocido como voto “táctico” o “insincero”, ocurre cuando un número de electores son inducidos a emitir votos que no reflejan sus preferencias sinceras, con la esperanza de que esta reorientación obtenga un mejor resultado al final de la contienda.

El teorema de Gibbard-Satterthwaite muestra que los métodos de votación clasificados de un solo ganador o de segunda vuelta, como el practicado en Colombia, son susceptibles del uso del “voto estratégico”. Una elección es alterada por medio de una “votación estratégica” cuando el votante ofrece un nivel de apoyo a otro candidato distinto, pero en la misma órbita de sus preferencias. En consonancia con la gravedad de este delito, esta manipulación la denominan «decapitación»; otros la llaman «compromiso». En un lenguaje más moderno se conoce también como “traición favorita”. La posibilidad de que esta maniobra haya ocurrido en Colombia para sacar a Fico Gutiérrez del juego y abrirle paso a Rodolfo Hernández es real y debería ser investigada por las autoridades electorales de Colombia.

Por otra parte, las relaciones personales y políticas entre Álvaro Uribe y Rodolfo Hernández son, además de notorias, de lo más prácticas para justificar un acuerdo o una maniobra de esta naturaleza. La potencial alianza de estos dos personajes en política y negocios iría más allá del ignominioso pragmatismo que los une y de todo el muladar en que devino la política en América Latina en un momento histórico simbólicamente representado por Álvaro Uribe como presidente de una derecha cuestionada y Hugo Chávez como un bellaco ladrón y representativo de la izquierda degenerada del subcontinente.

El mayor incentivo para aplicar esta estrategia de “traición favorita” es la sobrevenida circunstancia, en medio de una campaña electoral, de un candidato que no pueda proyectarse como ganador de la segunda vuelta, el caso típico de Fico Gutiérrez. Habría podido llegar a la segunda vuelta, pero sin el más mínimo chance de ganarle a Petro. Esta situación produjo un fuerte incentivo para apoyar al candidato que encontraron como un «mal menor» y en lugar de «desperdiciar el voto» insistiendo en un candidato «spoiler», como lo llaman en Estados Unidos, asegurarse uno que ofreciera mejores oportunidades en la segunda vuelta para la sobrevivencia del uribismo. ¿Quién mejor que un hombre de negocios con antecedentes que se complementan con los de Álvaro Uribe?

Un modelo de la aplicación de una “traición favorita” o “votación estratégica” fue la elección para gobernador de California de 2002. Durante las primarias, los republicanos Richard Riordan, exalcalde de Los Ángeles, y Bill Simon, un hombre de negocios, compitieron por la oportunidad de desafiar al impopular gobernador titular de California, Gray Davis. Las encuestas predecían que Riordan derrotaría a Davis.Simon, por su parte, no tenía la más mínima posibilidad de derrotarlo. Partidarios del gobernador Davis fueron inducidos a votar por Simon porque era una amenaza mucho menor para Davis. Resultado: Simon ganó las primarias, pero perdió las elecciones contra el gobernador Davis.

Fair Vote, una organización no partidista, con 30 años de actividad en Estados Unidos, que busca mejorar las elecciones para que la democracia sea más funcional y representativa ha planteado la hipótesis de que votantes bien incentivados, tácticamente pueden «enterrar» a un candidato de gran consenso con esta maniobra de la “traición favorita” o “votación estratégica”.

La “traición favorita” en Colombia

Las últimas dos semanas de la campaña colombiana para la primera vuelta se dieron las condiciones para que una “votación estratégica” se justificara para reconducir una realidad que perjudicaba al otrora grupo más poderoso de Colombia, pero que aún se debate por su sobrevivencia, el uribismo. De acuerdo con todas las encuestas, un eventual posicionamiento de Fico en la segunda vuelta enfrentando a Petro era un seguro perdedor. Una situación perfecta para el uso de la “votación estratégica” y sacar del juego a Fico y favorecer Rodolfo Hernández, quien se desenvolvía con mayor dinamismo en las encuestas, una maniobra ilegítima, desesperada y astuta para intentar salvar la coalición del status quo que  representa Álvaro Uribe.

Una “votación estratégica ”funciona bajo reglas de decisiones alternas, lo que sugiere que “enterrar” al candidato que luce con el mayor consenso es efectivo en un proceso de puntuación de múltiples etapas, si el votante tiene tres creencias: 1) que su favorito puede llegar a la segunda vuelta; 2) que su favorito puede vencer a un candidato de tercera o menor preferencia; 3) que no se esté seguro de que su favorito pueda vencer al candidato de mayor consenso. Agregarle apoyo a un candidato menos preferido del grupo pero con más posibilidades de ganar en la segunda vuelta aumenta la probabilidad de que su propio favorito sea eliminado y que su voto vaya a alguien que le dispute en mejores condiciones al candidato de mayor consenso. Una hipótesis plausible en Colombia si consideramos el fenomenal vuelco que dio la candidatura de Rodolfo Hernández en las dos últimas semanas de la campaña.

El 5 del pasado mes de mayo la revista Semana destacó este titular: Atención: senadora electa del Pacto Histórico confiesa que hubo un plan para “acabar” con Sergio Fajardo y ahora van por Fico Gutiérrez. En un video difundido en redes sociales, Isabel Zuleta reveló cómo se elaboró la estrategia para debilitar a los candidatos presidenciales.

Los antecedentes

Una hoja de vida de Álvaro Uribe, publicada por The Washington Post y suscrita por el periodista Felipe Restrepo Pombo, nos muestra a un hombre sagaz y capaz de cualquier maniobra para preservar el poder de su casta, la que ha gobernado a Colombia desde la independencia. Los líos de Uribe con la justicia colombiana se remontan desde que era gobernador del departamento de Antioquia. Entonces se hablaba de su cercanía con grupos paramilitares que se formaron para enfrentar a la guerrilla. De hecho, su padre fue asesinado por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y algunos alegan que siempre ha buscado una venganza personal. Durante su segundo período presidencial se comprobó que el Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), el organismo estatal de inteligencia espió a los magistrados encargados de investigar la relación entre Uribe y el paramilitarismo. También se comprobó que varios congresistas fueron sobornados para aprobar su proceso de reelección, el cual no existía en Colombia hasta entonces. Finalmente, se revelaron casos conocidos como “falsos positivos”, instaurados desde 2002, con el objetivo de incrementar fraudulentamente el número de bajas en combate.

La situación judicial de Uribe se complicó cuando el congresista Iván Cepeda presentó ante la Fiscalía los testimonios de dos exparamilitares, Pablo Hernán Sierra y Juan Guillermo Monsalve —ex mayordomos de la finca de Uribe—, en la que afirmaban que el expresidente y su hermano Santiago habían participado en la fundación de las Autodefensas Unidas de Colombia. De inmediato, el expresidente acusó a Cepeda de fabricar estos testimonios y pidió una investigación. Ocho años después, la Sala Penal de la Corte Suprema exoneró a Cepeda y anunció, a su vez, una investigación al expresidente por manipular la información.

Desde entonces Uribe se ha declarado “perseguido por la Corte Suprema, la JEP (Jurisdicción Especial para la Paz) y la Fiscalía”. En 2018 se inició una investigación formal en su contra. Diego Cadena, abogado de Uribe, había presionado y sobornado a varios testigos que tenían pruebas contra el expresidente. La contundencia de las evidencias es tal que la corte decidió emitir una orden de arresto domiciliario en contra de Uribe. Esta es una medida preventiva para que el expresidente no huya del país ni intente obstruir la investigación.

No es pues aventurado pensar que un hombre con los antecedentes de Uribe bien pudiera estar detrás de la astuta maniobra de tirar al pajón a Fico Gutiérrez y de sacar del sombrero,  cual ilusionista, la candidatura rezagada de Rodolfo Hernández, el hombre que declara públicamente estar en deuda con el prestidigitador electoral de Álvaro Uribe.

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