Guaidó Baduel
Foto Archivo

El general Raúl Isaías Baduel falleció recientemente en una cárcel venezolana preso del régimen chavista y madurista.

Me horroriza pensar de cómo puede haber muerto este valiente general venezolano quien desafió a la dictadura chavista cuando muy pocos se animaban. El gobierno afirma que murió de covid mientras sus familiares sostienen que fue asesinado. Su muerte es un misterio, pero la responsabilidad recae sobre el gobierno, incluso si se trató de COVID. Un COVID sin tratamiento adecuado puede resultar en una horrorosa muerte por asfixia, pero la tragedia de Baduel representa algo más: es una tragedia venezolana.

Chávez inició un referéndum que se realizó en diciembre de 2007. Era un ardid para consolidar la reelección indefinida de Chávez. El general Baduel, quien había sido jefe de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas Nacionales y exministro de Defensa, hizo pública su oposición a la reelección indefinida del aspirante a dictador. Chávez obtuvo su primera derrota electoral, la cual rectificó tiempo después con un dudoso referéndum adicional.

En aquel momento la personalidad y acciones de Baduel me fascinaron. El hombre poseía gran influencia en el ejército y lo primero que me vino a la mente fue que su carisma, liderazgo y coraje podrían llevar a retirar el apoyo de los militares al régimen de terror venezolano. A través de contactos logré comunicarme con el general vía Skype.

Me pareció un auténtico constitucionalista y un firme creyente en la democracia. Hablamos del descontento existente en las filas militares y demostró un firme compromiso con restaurar la libertad a Venezuela. Poco tiempo después Baduel fue brutalmente detenido y enviado a la cárcel incomunicado por un tiempo. En una conversación informal que mantuve con el ya difunto expresidente argentino Fernando De la Rúa, él claramente dijo que si Chávez le temía a alguien no era a la oposición política sino a este valiente general.

El ideal de Chávez era crear una alianza entre el pueblo y las Fuerzas Armadas. El objetivo era crear lealtad entre los militares mediante el soborno para que apoyaran su proyecto dictatorial. Baduel era un obstáculo.

A pedido de los familiares y representantes del general, el periodista Orlando Ochoa-Terán y yo organizamos una serie de reuniones en Washington con el objetivo de alertar a funcionarios del gobierno norteamericano y miembros del Congreso sobre la delicada situación que vivía el general y aprovechamos la ocasión para denunciar la violación de derechos humanos en Venezuela.

Tratamos este tema en varias ocasiones con funcionarios en Washington, tanto del Departamento de Estado como del Consejo de Seguridad Nacional, así como también con los institutos de monitoreo de democracia en ambos partidos. Muchos en la capital estadounidense se conmovieron ante la situación del general. Sin embargo, fue muy frustrante aprender que miembros de la oposición venezolana que habían viajado a Washington habían calumniado a Baduel. Desconfiaban de él y lo veían como un aliado de Chávez por su pasada alianza con el líder populista y por haber salvado al dictador venezolano de un golpe de estado, omitiendo reconocer que el general no era ya el mismo.

Yo quedé dolorosamente sorprendido por la miopía demostrada por algunos miembros de la oposición. En mi opinión Baduel era el Juan Ponce Enrile y Fidel Ramos de Venezuela. Ponce Enrile era el exministro de Defensa del dictador filipino Ferdinand Marcos y Ramos su jefe de Estado Mayor. Ambos abandonaron a Marcos, lo cual precipitó su caída.

Baduel pretendió abortar el proyecto dictatorial chavista y disolver esa boda de sangre que representaba el matrimonio ejército/pueblo.

Baduel escribió un libro en el que, entre otras cosas, apelaba al artículo 350 de la Constitución chavista que permitía desconocer “cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores, principios y garantías democráticos o menoscabe los derechos humanos”. Y si salvó a Chávez de un golpe de Estado fue precisamente por su creencia en valores democráticos, los cuales Chávez nunca compartió y Maduro tampoco.

Años más tarde, la administración Trump intentó fallidamente quebrar esta alianza pretendiendo provocar la defección del general Vladimir Padrino, quien no solo se mantuvo leal a Maduro, sino que probablemente haya estado bajo el férreo acecho de los aparatos de seguridad venezolanos y cubanos. Era demasiado tarde. Los militares habían sido ya hace tiempo cooptados, sobornados por el gobierno e intimidados por un cada vez más poderoso aparato de vigilancia.

El desafortunado general Baduel se suma a una lista de 10 prisioneros políticos que murieron en custodia. Se lo acusó falsamente de corrupción, irónicamente, siendo el gobierno chavista y madurista mismo corrupto y mafioso. Es más, Chávez le ofreció a Baduel un indulto, lo cual Baduel rechazó dado que el aceptarlo significaba admitir un crimen que no había cometido. Baduel prefirió la cárcel a sacrificar su honor y reputación. En aquellos años, Ochoa-Terán visitó dos veces al general en la cárcel de Ramo Verde y testificó que su espíritu, coraje y dignidad se mantenían fuertes como nunca.

Pero la crueldad y malicia del gobierno venezolano no es novedosa. La muerte del general simboliza la traición de aquellos que no supieron valorar sus principios y se fijaron selectivamente en sus pasadas acciones.

Para honrar a Baduel lo mejor sería que la oposición venezolana se uniera incondicionalmente en nombre de la democracia.

 


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