En estos 23 años que corren del siglo XXI, como precisara el venezolano de excepción Gustavo Coronel, nuestra nación experimentó la paradoja de haber obtenido, por una parte, la mayor bonanza petrolera de su historia: entraron al país casi 1 millón de millones de dólares por ingresos petroleros, y por la otra, el mayor desastre físico y espiritual jamás vivido, causado por los desmanes del difunto galáctico y su escogido sucesor. La magnitud del ingreso petrolero hubiese bastado para producir prosperidad a diez países como Venezuela.

Dentro de este dantesco contexto no podemos entender como la Comisión de Primaria llamada a abrirle cauces de salida a la situación inaguantable que padecemos los ciudadanos, sus mandantes, más bien lucen extraviados, carentes de empatía, de espaldas a su misión histórica y pareciera manejarse dentro de los márgenes del ecosistema criminal.

No nos merecemos la tortura de la incertidumbre y del despropósito. El CNE no es para nada confiable y además rechazado abrumadoramente por los electores. No es neutral, siempre ha jugado, como peón servil, a favor del régimen forajido y en detrimento de la soberanía popular. El piso no está parejo, eso lo sabemos.

Rechazamos la presión indebida del G4, plataforma que designara a la Comisión de Primaria, y a su amenaza de imponer un candidato por “consenso” entre ellos, conscientes de que sus candidatos desangelados no levantan y carecen de fervor popular. Ellos prefieren la intervención del CNE para desanimar la participación popular e imponerse, en ese contexto, con su maquinaria.

La Primaria es potestad de los ciudadanos que están negados a la fatídica interferencia del ecosistema criminal, del cual quieren librarse a punta de ejercicio de la soberanía popular y la recuperación de la alternabilidad democrática proscrita por el régimen hace casi un cuarto de siglo.

El país exige un cambio profundo después de dos décadas de deterioro institucional e incremento de la opacidad incentivada por la ilicitud totalitaria.

El venezolano desea estar unido a su familia -esparcida por el mundo por la ignominia- y no con los corruptos. Quiere una vida digna de ser vivida y dejar de sobrevivir.

Buscamos una consulta organizada por los ciudadanos, de los ciudadanos y para los ciudadanos. Es un despropósito acudir, ¡hasta cuándo!, a la farsa electoral del CNE chavista, que ha secuestrado durante un cuarto de siglo la voluntad popular.

Hagamos un ejercicio de comprensión de la realidad.

No iremos con el CNE que niega elecciones transparentes y marcamos distancia con los supremacistas de la servidumbre.

¡Libertad para Javier Tarazona y Emilio Negrín! ¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados ni exiliados!


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