La historiadora americana Bárbara Tuchman, en su fabuloso ensayo La marcha de la locura, demuestra con varios ejemplos históricos que todas aquellas decisiones que desafían el sentido común cuando la experiencia y una abundante información aconsejan lo contrario, no ocurren con tanta frecuencia en ninguna otra actividad humana sino en la política. Los venezolanos las llamamos metidas de pata, pero para la acepción anglosajona de blunder es mucho más que eso. Son decisiones erráticas tomadas a pesar de tener la información necesaria que anticipa serias consecuencias y tener disponible otro curso de acción.

Para Tuchman uno de los grandes blunders de la historia de Estados Unidos fue la decisión de ingresar en la guerra de Vietnam. El Reino Unido incurrió en un enorme blunder con la imposición injusta de impuestos a las colonias americanas que, en un contexto amplio, disparó los eventos que dieron lugar a la Revolución de Independencia. La invasión a Afganistán por parte de la Unión Soviética en el atardecer de su gran poder militar fue otro blunder como el de Estados Unidos en Vietnam y en Afganistán. Centenares de gobernantes ególatras han sido protagonistas de esos blunders impulsados por eso que los griegos llamaron Hubris, el ápice de la arrogancia.

El blunder de Putin adquiere más resonancia cuando se conoce que las bajas de soldados rusos en Ucrania alcanzaron en menos de un mes 7.000, la misma cifra de bajas de soldados estadounidenses en 20 años de guerras combinadas en Irak y Afganistán.

La invasión a Ucrania de Putin es pues un blunder de dimensión mundial. Biden, al tratar de negociar con Maduro una absurda y minúscula cantidad de petróleo, imposible de satisfacer, a cambio de reducir las sanciones, es de dimensión continental, pero cuadra perfectamente con los parámetros de un blunder. La reacción negativa que produjo era perfectamente previsible y anticipaba consecuencias pese a haber alternativas y otro curso de acción disponible. Las consecuencias no son tan catastróficas como las que le esperan a Putin, pero el blunder de Biden puede ser como dicen los gringos “a cog in the machine” o un engranaje atravesado en la máquina electoral de Florida. Un estado con la característica electoral de “the winner takes it all” que bien pudiera, como en otras ocasiones históricas, la diferencia entre ganar o perder su ya sugerida reelección presidencial.

El blunder opositor 

Una manera que tienen los demócratas de explicar, a modo discreto, esta torpeza de la Casa Blanca de negociar con Maduro es que en la cúpula del gobierno de Estados Unidos se ha perdido respeto por la oposición venezolana. La argumentación no es nueva. No ha habido un político de oposición venezolano o latinoamericano en la historia del continente que haya recibido más elogios y respaldo político, económico y diplomático de Estados Unidos como el que ostenta Juan Guaidó. A este respaldo, por consecuencia, se han unido otras 58 potencias, un récord histórico. No obstante, los mayores insultos y las más viles acusaciones y objeciones contra Guaidó provienen de venezolanos opositores.

Muchos de estos cuestionadores morales de Guaidó hasta hace muy poco rindieron culto a Donald Trump, acusado y procesado de los mayores delitos de corrupción de un gobernante en la historia de Estados Unidos.

Por alguna disparatada razón estos venezolanos opositores están persuadidos de que venerar a un corrupto expresidente de Estados Unidos y odiar al venezolano Juan Guaidó, sin pruebas que desafíen a los servicios de inteligencia de las mayores potencias de Occidente, son propuestas políticas lógicas y prácticas que los gringos deben aceptar en silencio. Alguna vez dijimos que los miembros de esa cofradía de venezolanos que veneraban a Trump y todavía odian al moreno de Guaidó, solo lo explica una extraña lógica que solo tiene lugar y relevancia política en algunos sectores de la Venezuela opositora.

Otra estulticia opositora es la de algunos líderes que sostienen que vivimos bajo una dictadura criminal, represiva, violatoria del Estado de Derecho cuyas múltiples elecciones han estado caracterizadas por el fraude, el ventajismo y la ilegalidad, pero al tiempo sostienen que es imperativo dialogar con Maduro en busca de una salida pacífica, electoral y constitucional. Inexplicablemente algunos de estos responden con iracundia con la torpe aproximación de la Casa Blanca de negociar con Maduro. El traspié de Biden y la división opositora han envalentonado al gobierno bolivariano que ahora está en disposición de volver a las negociaciones de paz en México, y como si los disparates fueran parte del genoma venezolano, el iracundo Jorge Rodríguez jura que el gobierno “no se va a reunir con Guaidó jamás” y lo llama, en una perfecta proyección, “narcotraficante”. Veremos si con en esta nueva dinámica que surge, muerden como ladran.

El efecto Putin

Es muy probable que la onda expansiva de la derrota de Rusia o un acuerdo de paz tenga repercusiones mundiales y se lleve por delante a Putin y afecte uno de los flancos de Biden, Florida. La paradoja es que Joe Biden pudiera devenir, junto con el presidente Volodimir Zelenski de Ucrania, en héroes mundiales, pero el blunder de negociar con Maduro le haga perder Florida, un estado que abriga, entre americanos y republicanos de origen latinoamericano, uno de los más altos porcentajes de ese inmenso segmento social de Estados Unidos que las encuestas identifican como “culto a la ignorancia”.

El blunder de Biden de negociar con Maduro bien pudiera generar otra dinámica que lo forzará a recuperar los puntos perdidos y desplegar en Venezuela la misma firmeza que ha demostrado con Putin y China que le ha granjeado simpatías en todo el mundo y suporte doméstico. La probable derrota de Putin o su retiro de Ucrania, cualquiera que sea el acuerdo, reforzará a Estados Unidos y a Biden como el líder del mundo libre y reducirá el poder internacional real de China que coqueteó con las absurdas pretensiones de Putin.

Con este nuevo barajo del poder mundial las dosis de oxígeno que recibió Maduro por el traspié de Biden, pronto serán “ficciones que a veces dan a lo inaccesible una proximidad de lejanía”.

 


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