Empezó “la toma de Lima” y el gobierno aún no ha caído. La operación organizada que los enemigos del Perú llevan ejecutando abiertamente desde la segunda semana de diciembre no está dando los resultados esperados.

Así, no ha sido suficiente sangrar el sur del país con actos de violencia que lindan con el terrorismo ni inventar una falsa narrativa victimista sobre la el fallido golpe de Castillo. Tampoco ha servido de nada el apoyo de los impresentables personajes que hoy fungen como jefes de Estados de algunos de nuestros países hermanos ni la intensa campaña de desinformación a través de redes sociales y con la complicidad de corresponsales peruanos en medios extranjeros (¿Jacqueline Fowks les suena?).

Tampoco bastó con el cierre de carreteras en más de 140 puntos de la red vial nacional ni los intentos de tomar aeropuertos, minas o centrales hidroeléctricas; con las consecuencias perjudiciales que estos actos han tenido sobre miles de peruanos que se han visto impedidos de trabajar y movilizarse con normalidad.

¿Qué más pueden hacer para alcanzar sus objetivos?

Lima, el último bastión

Desde hace varias semanas se empezó a organizar lo que sería una gran marcha violenta en Lima. Con la complicidad de algunos partidos del “socialismo democrático” (tremendo oxímoron), universidades nacionales, congresistas de la República, narcotraficantes y agentes de gobiernos extranjeros, entre otros; buscaron replicar en Lima el terror y la violencia que llevan cometiendo en el sur del país.

La autodenominada “toma de Lima” convocada para el día de ayer, logró generar terror y pánico entre la población limeña, al punto de que muchas instituciones educativas, centros de trabajo y negocios cerraron para evitar daños personales y materiales.

También logró sacarle la careta de “protesta pacífica” a una operación que será recordada por la extrema violencia de sus manifestantes, el incendio de un edificio en el Centro de Lima y los ataques a traición a policías, periodistas y transeúntes.

No sé cómo va a seguir desarrollándose esta operación ni cuál será su desenlace, pero presiento que la intensificación de la violencia y “la toma de Lima” son síntomas de desesperación.

Las protestas organizadas tienen fecha de caducidad: muy pronto se acabarán los recursos que financian la movilización y los manifestantes retomarán sus vidas y atenderán de nuevo sus necesidades familiares y personales.

Los enemigos del Perú

Finalmente, no quería dejar de recalcar que, quienes están detrás de esta operación, son enemigos confesos del Perú. Lo que hoy vivimos es fruto del oportunismo de peruanos oportunistas que, en su desesperación por tomar el poder, no tiene reparos en unir fuerzas con simpatizantes de Sendero Luminoso y del MRTA, gobernadores regionales sentenciados por corrupción, narcotraficantes, operadores de intereses extranjeros y secesionistas; en resumen, con toda la escoria de la sociedad peruana.

Y esto hay que decirlo claramente: quienes promueven y financian estas protestas están abiertamente vinculados con el crimen organizado y alineados con intereses extranjeros.

Por eso, desde esta columna, llamamos a la defensa ciudadana de nuestro Estado de Derecho y a no ceder frente a quienes buscan, a través de la extorsión y el terror, destruir nuestra República.

Artículo publicado en el diario El Reporte de Perú


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