Con las actuaciones y comportamientos diarios que observamos en las demás personas puede cumplirse parte de la tan importante tarea de educar. Ciertamente, el comportamiento personal de los miembros de la comunidad debe ser una buena escuela, pues dentro de ella aprendemos y al sumarle el nuestro la enriquecemos y mejoran nuestras enseñanzas.

Entonces, todos podemos y debemos ser a la vez educadores y educandos. Ello nos lleva a hacer esta otra afirmación: la educación es tan antigua como el mismo ser humano. Pues, los primeros hombres no contaron con instructores, pero como necesitaban aprender se valieron de sí mismos para enfrentar las impredecibles situaciones y rudos padecimientos que confrontaban en aquellos tan lejanos tiempos.

La necesidad no solo de vivir sino  de convivir y  compartir con los compañeros que sufrían las mismas calamidades fueron parte de los primeros aprendizajes adquiridos. Empezó así una  preparación en común para enfrentar las duras situaciones que todos padecían. También fueron aquellos primitivos hombres, con sus ensayos y errores, los creadores de la más antigua cultura. Sabemos muy bien que la educación es una imperiosa necesidad en todo y para todo. Lo ya apuntado nos da la idea de una educación no planificada, ni sometida a disciplina alguna, como tampoco guiada por profesionales de la educación. A ella se le denomina educación informal o asistemática, como quedó reseñado en el  artículo de la semana pasada.

No podemos obviar la gran educación hogareña, aunque informal, pero de importancia trascendental para toda la vida. Y, desde allí, y sin desprenderse del hogar, los niños van dando sus pasos iniciales hacia la educación escolar formal, pedagógicamente planificada y dirigida, es la que denominamos sistemática. Esta es la contemplada constitucionalmente dentro de la estructura del Estado y asentada formalmente en la respectiva ley y sus reglamentos que establecen el funcionamiento del sistema educativo.

La educación bien planificada y dirigida es base fundamental para cumplir una importante tarea en bien del país, como lo es la preparación técnica y profesional de personal que ha de desempeñarse eficazmente en el trabajo productivo.

Percibimos que, desde hace algún tiempo, en Venezuela se le está restando importancia a la educación. Una cosa es lo establecido en los instrumentos legales y otra, bien distinta, el cumplimiento de los objetivos propuestos. Hacemos esta observación por cuanto observamos que la educación venezolana está en su peor momento. La profunda (y nos parece que es deliberada) crisis socio-económica que afecta al país se ha hecho sentir también poderosamente en la educación.

Muchos de los bien calificados docentes han emigrado en búsqueda de mejor vida; asimismo, niños, jóvenes y adolescentes desnutridos por su pobre alimentación no cuentan con la mejor aptitud para asimilar los conocimientos programáticos, como tampoco proveerse de los necesarios útiles escolares. En fin, así como no se deben improvisar ministros de Educación, tampoco improvisar docentes. Venezuela contó con excelentes Escuelas Normales e Institutos Pedagógicos formadores  de calificados maestros y profesores con verdadera vocación de servicio, hoy solo quedan algunos Institutos Pedagógicos y las Escuelas de Educación de las universidades.


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