Por los vientos que soplan, el nuevo Consejo Nacional Electoral tendrá su prueba de fuego en noviembre. Por allí aparecen signos de que la oposición va a remar junta hacia un mismo lado y el régimen pudiera verse favorecido con la participación, si hay capacidad para desmontar todos los obstáculos que año tras año han puesto en el camino, como las inhabilitaciones, el robo de tarjetas y la modificación de los circuitos electorales.

Es obvio que hay gente optimista sobre la vía electoral entre los opositores, no solo los políticos que pertenecen a alguna organización, sino incluso disidentes del llamado bloque patriótico. Un grupo ha lanzado la idea de un referéndum revocatorio tomando en cuenta que, desde el punto de vista constitucional, al psuvista que está en Miraflores le llegó la hora para ser objeto de la aplicación de ese derecho previsto en la carta magna, más allá del debate de si es o no el jefe legítimo del país o un usurpador salido de un proceso írrito.

Suponemos que ese movimiento ha considerado que el primer paso es la recolección de firmas. Trecho que no es sencillo. Y no porque los venezolanos no estén deseosos de hacer algo que por lo menos les dé esperanzas de cambio y lo ha demostrado con las grandes movilizaciones que hubo antes para alcanzar el mismo objetivo, dentro y fuera del país, sino porque la actuación «tramparente» del órgano comicial aún genera resquemor en la memoria colectiva.

Son entonces los nuevos rectores del CNE quienes deben tomar el sartén por el mango. Es verdad que están atareadísimos con las elecciones que convocaron para noviembre y es posible que argumenten que no pueden hacer las dos cosas a la vez. Pero si quieren que se les dé un voto de confianza por lo menos deberían asomar que están abiertos a la aplicación de esa norma, que impulsó el mismo Hugo Chávez.

No hay duda de que una parte de la ciudadanía está dispuesta a apoyar el referéndum. Otra parte no estará de acuerdo. Pero no hay que perder de vista que es una importante carta de negociación. Como bien lo ha escrito el constitucionalista Nelson Chitty La Roche en su columna de opinión, es una buena manera de salir del mapa político sin el estigma de una derrota y acatando lo que indica la ley. Como se dice en buen criollo, una oportunidad de salir con la frente en alto después de la crisis en la que han sumido al país luego de más de dos décadas de mala gestión y de la que nadie se ha salvado, ni los opositores, ni los chavistas, ni los Ni-Ni. Sí, Maduro y compañía, porque las sanciones les siguen quitando el sueño.

La oposición, entonces, debe darse cuenta de que se le abre la posibilidad de una negociación. No se trata de un diálogo estéril ni de una reunión para la foto. Y que para lograrlo debe contar con los intelectuales y gente con experiencia que tiene el país fuera de los partidos políticos y que merecen que las ideas que tienen para aportar sean tomadas en cuenta para destrancar el juego.

Lo urgente es actuar, más que hablar, porque el venezolano, que sufre la crisis día tras día, no está en condiciones de soportar más debates que no conduzcan a resultados.

 


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