La predicción del futuro es siempre problemática, tal vez porque el futuro es caprichoso y los hechos son tercos. Salvo mejor opinión, las desinteligencias entre el agorero y el día después son benévolas en el caso del hombre o la chica del tiempo porque la meteorología no es considerada una ciencia exacta. Al menos por los televidentes. La originalidad inicial de granizo está en la historia del personaje central, un hombre a quien una tormenta eléctrica deja viudo, enrumbándolo por los caminos de la televisión y el tiempo. Con una infalibilidad que lo conduce a tener su propio programa. Un show centrado en la predicción del tiempo, ahora que todo es espectáculo. Pero, como en la vida real este lanzamiento y las expectativas que ha generado se estrellan contra los caprichos del cielo bonaerense. La catástrofe mediática hace que el hombre del tiempo se repliegue a las sierras de Córdoba para replantearse su futuro profesional y de paso, su vida.

Hasta aquí el planteamiento, que tiene la doble inteligencia de anclar el tema en el tema, tan de boga, de la frivolidad de la sociedad actual. Si el pronóstico del tiempo en vez de ser una herramienta útil para el devenir cotidiano en un país de cuatro estaciones se transforma en un espectáculo, quien dirige el programa es algo más que un locutor. Como lo dejan en claro las primeras escenas, el protagonista, (un impecable Guillermo Francella) es un gurú, un hombre que se codea, si no con la perfección, al menos con la infalibilidad. Hablar con él, sacarse un selfie o tener el privilegio de ser su vecino es un dato que acerca a los pobres mortales tele espectadores a la gloria. Por supuesto que esta arquitectura imaginaria se asienta en un pasado inexpugnable, pero el núcleo de la profesión de Francella es  su capacidad de atisbar al futuro. Un futuro tangible que tiene un impacto decisivo en la vida de sus seguidores. Por eso su caída profesional tiene un impacto decisivo, existencial en el y en sus seguidores. Una falla en la predicción del futuro es impensable y, en la sociedad mediática y frívola que habitamos, es una catástrofe que reclama un culpable. Y no hay mayor castigo para alguien que vive de su imagen que ser forzado al anonimato.

Ese anonimato solo lo puede proveer la Córdoba del acento cantarín, alejada de la neurosis de la capital y mucho más dispuesta a aceptar el error como un desliz pasajero. Es además la oportunidad de reencontrarse con su hija, alejada por la indiferencia de un padre famoso. Y además la propuesta de un elemento fantástico y redentor. La anécdota progresa a través de personajes cotidianos que comentan la buena o mala fortuna  del personaje. Vecinos que pasan de la admiración al desprecio, colegas que de pronto se vuelven enemigos, amigos que demuestran serlo hasta el final hasta desembocar en el mencionado paso a la otra dimensión, a través del exacto opuesto del protagonista. La película es, en su segmento final, un duelo de enfrentados. La fama contra el anonimato, la frivolidad contra la indiferencia, la frugalidad extrema contra la ostentación. La provincia contra la capital, convendría agregar. Marcos Carnevale, el director, ha hecho de la comedia ingeniosa (Elsa y Fred, Corazón de Leon) su especialidad. Granizo viene a confirmar su sensibilidad e inteligencia en una comedia que apunta (y acierta) contra los frívolos tiempos que corren.

Granizo. Argentina.2022. Director Marcos Carnevale. Con Guillermo Francella, Viviana Saccone, Norman Briski.


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