Uno de los abandonos de la política ha sido el ejercicio de la comprensión. Esta herramienta cognitiva hay que tomársela en serio y cultivarla junto con la facultad de reflexionar, y así poder ver, analizar y enfrentar la realidad política, social y económica sin cortapisas que distorsionen la imagen real del paisaje observado.

Aplicando lo anterior nos convencimos de la futilidad de la conferencia internacional montada por Petro. Este sujeto, sumamente conocido, ha sido delincuente toda su vida, no presumimos la buena fe de quienes ayer y hoy siguen mostrando las costuras de su avenencia con el ecosistema criminal.

Hay que desconfiar de la impostura del engaño de hacer pasar lo malo por bueno, de quienes se valen de medios corruptos para conseguir sus fines. Sabido es que les gusta gobernar sin contrapesos institucionales y a contrapelo de la alternabilidad republicana. Las sanciones existen porque no hay democracia.

El presidente colombiano, fungiendo como canciller del usurpador que nos oprime, le pidió a la administración Biden que le quitara de encima las sanciones. Los maleantes requieren libertad internacional para hacer negocios sucios y moverse con impunidad, sin el reclamo de la justicia por sus crímenes.

Petro pretendió lavarle la cara apelando a la construcción de una nueva narrativa que sustituye a la que se conoce. Apostó sin lograrlo por ahora- y no deja de ser una amenaza peligrosa en nuestro devenir- darle el empujoncito a Estados Unidos para que desista y se quite el tema de Venezuela de encima, aprovechando la coyuntura de hartazgo internacional por muchos intentos fallidos a cargo de una oposición mediocre y colaboracionista, que perdió, por sus yerros, la representación política de la nación.

Al producirse la invasión de Rusia a Ucrania se modificó inmediatamente el esquema de geopolítica imperante, hubo acercamiento con el régimen y se levantaron voces norteamericanas para quitarse de encima el problema causado por la ola de migrantes forzados.

Hasta hoy priva la conciencia democrática de Estados Unidos que, a despecho de los millones invertidos en lobistas, no permitirá que la ideología totalitaria se le cuele por una espita y socave el sistema apuntalado desde los padres fundadores. Y con firmeza proclaman sanciones por elecciones de verdad.

Salvar las primarias es empoderar a los ciudadanos y no legitimar a quien no está por la justicia y la verdad, sino que gana tiempo con su CNE impresentable. Su salida del poder es muy costosa porque se le va la vida.

Se requiere, para recuperar la democracia, elegir a una nueva representación política: el liderazgo del coraje. Con unas primarias transparentes. La presión es el camino para salir de la usurpación.

¡Libertad para Javier Tarazona y Emilio Negrín! ¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados ni exiliados!

 


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