Hacer el inventario de la vida de un ser humano común y corriente es una tarea difícil y hasta interminable, porque cada persona, sin imaginárselo y sin proponérselo, está ligada al pasado, a la historia, a la naturaleza, a los demás seres vivientes y al hervidero sentimental y filosófico de la humanidad. Más titánico puede resultar hacer el inventario de un hombre como Alberto Arteaga Sánchez, cuya inteligencia y sensibilidad han tendido hilos concatenantes hacia las profundidades del futuro, puentes indestructibles hacia el sueño eterno de la justicia verdadera y del bienestar humano, en armonía con el bienestar de la tierra que es el hogar y del espíritu que es el habitante más luminoso de esa casa.

Alberto Arteaga Sánchez no es solo un jurista, es un ser al que siempre hay que tenerlo presente por su prolífica obra jurídica y por su humildad que es su principal virtud, que es el fundamento de todas las virtudes cardinales del hombre. Como dice san Agustín, la humildad es la mater virtutum.

Alberto Arteaga Sánchez no solo ha tenido la capacidad de enseñar derecho penal. Es un académico que entrega el conocimiento con la caridad y el amor desinteresado, que desde niño aprendió leyendo la sabiduría de Jesús de Nazareth, moldeó su existencia, porque no existe justicia sin caridad y sin amor desinteresado, así como no existe república sin justicia, como dijo Bolívar.

Por eso él dedicó su vida al Derecho Penal, desarrollando, impulsando y afinando los derechos humanos y la búsqueda incesante de la justicia.

Alberto Arteaga Sánchez enseña con sinceridad y con fe en el poder transformador de la enseñanza. Lo hace esgrimiendo la responsabilidad del investigador y la tolerancia del humanista. Esa enseñanza prodigiosa se ha convertido en libros que ayudan a sus estudiantes, abogados, investigadores, jueces y fiscales porque tales escritos siguen, vertiendo más conocimientos y juntando más motivación para entender y mejorar la acción emancipadora del Derecho Penal y sus ramas.

El país está en deuda con esos seres que, como Alberto Arteaga Sánchez, han dedicado su existencia a moldear una sociedad mejor y justa. La deuda de Venezuela con Alberto Arteaga Sánchez nunca será cancelada, porque su obra sigue perdurando y repitiéndose a través de quienes se nutren con sus referencias y sus conocimientos. Ese es el tipo de deudas que el país necesita: deudas que nunca se pagan, que requieren como único interés el que se multiplique lo aprendido y se utilice el ejemplo. El desafío es que también se siga el ejemplo de su bondad, y sabiduría.

Con justa razón la Asociación de Egresados y Amigos de la Universidad Central de Venezuela le otorgó el Premio Alma Mater correspondiente al año 2022, que es un galardón creado con el objetivo de estimular y valorar el aporte de los egresados ucevistas al país y al mundo, a aquellos académicos cuya actuación muestre un espíritu apegado a la justicia, la equidad y la solidaridad humana y cuya carrera como profesional se haya destacado por relevantes logros en diferentes campos del quehacer nacional e internacional y que permita calificarlo como un Egresado Integral.

 


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