Cuando éramos muchachos, hace cuarenta o cincuenta años, escuchábamos en nuestras clases, la palabra revolución, que casi siempre era asociada a cambio y transformación para bien y progreso de las naciones, sobre todo en las áreas de la industria y la producción de bienes y servicios. Este término fue potenciado con el ascenso vertiginoso de las nuevas tecnologías que complementaron el desarrollo de los campos en el mundo.

Los países potencias en la producción del campo han dado muestras de avances y crecimiento siempre apegados a este concepto, que se aplica para enunciar los grandes avances en materia científica que han permitido cubrir la gran demanda mundial en cuanto a la producción de alimentos.

Venezuela un país privilegiado para el desarrollo agropecuario por su ubicación geográfica y calidad de sus suelos y su vocación agrícola y pecuaria, luego de la llegada de la revolución bolivariana, que se convirtió en un huracán devastador, que lejos de beneficiar las áreas productivas del país convirtió a las unidades de producción en territorios arrasados por la indolencia y la desatención oficial casi absoluta.

Las zonas ganaderas son territorio de nadie, allí quienes subsisten deben convivir con todo tipo de males, llámese guerrilla, delincuencia organizada, vialidad destruida, abandono total del mantenimiento de los caudales de los ríos que eran atendidos por gobernaciones, alcaldías, institutos y ministerios del área, que hoy son inoperantes inservibles y desmanteladas sin ninguna capacidad de respuesta.

Las políticas crediticias desaparecieron con el huracán de la revolución chavista y la producción, transporte y comercialización de todos los rubros del campo son ahora una cadena de vicios y transgresiones de la ley, donde quienes gana no son los productores sino las mafias que controlan todo, desde la importación de insumos hasta el despacho final de los productos.

Las poblaciones rurales que en el pasado eran asistidas medianamente con servicios públicos básicos, dotadas de viviendas rurales, escuelas y dispensarios, transporte público, entre otros, para contener la migración del campo a las grandes ciudades, hoy se han convertido en poblados fantasmas, en abandono casi total de la infraestructura existente y sin ningún programa de inversión que estimule la generación de empleo y crecimiento económico.

La mano de obra del campo, que en un porcentaje importante ha migrado al exterior. Entre esos millones de venezolanos que huyeron de la revolución desdibujada del siglo XXI, hay cientos de miles que hoy trabajan los campos y otros oficios en Colombia, Brasil, Ecuador, Perú, Chile, Argentina, México, Costa Rica, España, Italia y muchos otros países del mundo. Y el estado fallido venezolano, ante su cadena de fracasos y altos índices de corrupción, no ofrece ninguna garantía de que esta situación cambie al menos a mediano plazo, lo que indica que cada día de permanencia de este régimen en el poder es sinónimo de continuidad y abandono de los campos venezolanos en toda la geografía del país.

El parque de maquinaria para el trabajo a pequeña, mediana y gran escala está en mora desde hace más de una década en su necesaria renovación, cementerios de vehículos  tractores, sembradoras, cosechadoras, bombas e implementos agrícolas se exhiben a lo largo y ancho del país en los patios y galpones de las unidades de producción que disminuyen igualmente la capacidad de acción de los héroes que aún quedan en el campo venezolano, siendo víctimas del atropello y acoso de las autoridades, mafias y para rematar siempre expuestos y vulnerables a invasiones y tomas ilegales de áreas de producción.

Lo que viven los productores del campo, son la consecuencia de la Revolución devastadora, que liquido el bienestar de las comunidades rurales, sitio a los empresarios del campo y sus afines y amarro al sistema financiero, para controlar todo. Quien ha desarrollado las políticas de control social son las instituciones, todas controladas por el Ejecutivo Nacional a quien evidentemente se le debe atribuir toda la responsabilidad.

El campo venezolano está declarado desde hace años en emergencia y en rebeldía absoluta contra el régimen y espera con anhelo que su verdugo feche la realización de los comicios presidenciales para cobrarle al sistema hambreador y controlador la miseria, el hambre, la ruina y la desatención de la que han sido víctimas de manera premeditada con ensañamiento y crueldad.

Venezuela ha regalado y permitido el saqueo de las arcas del Estado. Millones de dólares, cifras incalculables e inauditables, se han destinado y se siguen erogando para sostener el modelo militarista, castro comunista a expensas de privar del bienestar de los venezolanos. El señor Maduro con 7% de respaldo tiene cantada su salida de Miraflores y el día de este año que se consume este histórico y trascendental hecho habrá una gran fiesta en los campos venezolanos y renacerá la esperanza de los productores y campesinos, que esperan políticas reivindicatorias que a corto y mediano plazo recuperen 20 años de atraso, injusticias, acoso y desidia revolucionaria.

No olvidemos que Chávez, padre del acabose de una nación próspera, inspirado en el general Ezequiel Zamora pretendió reivindicar los campos y su gente y terminó creando el capítulo más obscuro, ruin y engañoso de la historia del país y su heredero del poder siguió al pie de la letra sus postulados y ya ven ustedes la espantosa realidad que todos queremos y debemos cambiar.

La decisión está tomada por hombres y mujeres del campo y conociendo la realidad que viven con fe, siempre han pedido a San Isidro Labrador salud, agua y mejores cosechas. Ante la crisis, sustituyeron este tradicional pedimento por la salida urgente de Maduro del poder, ruegan y piden que ninguna circunstancia sobrevenida o elaborada le brinde más tiempo en Miraflores. 2024, año de la liberación con el aporte contundente de campesinos, productores y todo lo que aún representan para decretar prescrita la revolución, ofrecida fraudulentamente al pueblo venezolano.


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