El año de 1941 fue de retrocesos para el Eje en el Frente marítimo de la Segunda Guerra Mundial. Aquellos “die glückliche Zeit” (“tiempos felices”) que describieron los submarinos del Tercer Reich que duraron de junio de 1940 a marzo de 1941 terminarán gracias a las mejoras Aliadas en las tácticas (el obligatorio uso de los convoyes escoltados), el apoyo de las armadas de Canadá y Estados Unidos a la Royal Navy y el desciframiento de los códigos encriptados de las transmisiones alemanes gracias al Programa Ultra, entre otras causas que examinaremos. Este programa fue desarrollado por los aportes de matemáticos polacos, los criptoanalistas de Bletchley Park y el estudio de la máquina Enigma. Pero de igual manera los marinos civiles y militares siguieron enfrentándose a la Kriegsmarine (armada alemana) que luchaba para mejorar su potencial de hundimiento y envío al fondo del mar a 1,229 mercantes (4.000 toneladas),  generando la muerte a casi ocho mil sailors. En general todos los hombres de mar padecían los peligros del océano, cuyas heladas temperaturas (en especial en invierno) eran la causa de la mitad de las muertes de todo aquel que caía al mar y quedaba a la deriva en un bote. A continuación y la semana que viene analizaremos la Batalla del Atlántico (Frente marítimo en sentido amplio) siguiendo nuestro proyecto de examen del 80 aniversario de la mayor conflagración bélica de la historia.

El año pasado entre la segunda y tercera semana de diciembre dedicamos sendos artículos al mismo tema pero correspondientes a 1939 y 1940, porque en nuestro proyecto hay temas de revisión anual debido a que se desarrollan a lo largo de toda la Segunda Guerra Mundial. En el mismo explicamos que para el primer ministro británico sir Winston Churchill el decrecimiento de las importaciones desde junio de 1940 por el hundimiento de mercantes fue su mayor preocupación a lo largo de toda la guerra. Sabía que si dicha cifra superaba entre 700.000 y 1 millón de toneladas mensuales, el Reino Unido sería vencido por el hambre y la falta de recursos para mantener la producción de armas. En dichos “tiempos felices” en palabras de las “manadas de lobos” de los U-Boots, la acción en general de la Kriegsmarine pero también la Luftwaffe en contra de las líneas marítimas Aliadas creció rápidamente y se comenzaron a hundir más barcos de los que estos construían. La causa estaba en que la ocupación de Europa Occidental le ofreció a Alemania nuevos puertos y astilleros en una amplia costa que iba desde Noruega hasta la frontera francesa con España. La Royal Navy por su lado no había asumido de manera estricta la táctica del convoy, y la defensa de sus costas por una posible invasión le impedía ofrecer una fuerte escolta a sus mercantes.

En los primeros meses de 1941, la posibilidad de una invasión alemana a Gran Bretaña se diluía (y será una clara certeza cuando Adolf Hitler invadió en junio de 1941 a la Unión Soviética, URSS) por lo que la Royal Navy podía salir a la caza de la Kriegsmarine; y proteger de manera resuelta a sus convoyes. Ahora contaba con 50 nuevos destructores que intercambió en septiembre de 1940 con Estados Unidos por el alquiler de todas sus bases en el Caribe. Esos destructores tuvieron que ser remodelados lo cual demoró su salida al combate, pero de igual forma construía buques más pequeños y en mayor número. En total sumaban 250 barcos que serían exclusivamente dedicados a la escolta, una situación mucho mejor que cuando comenzó la guerra en 1939 (James Holland, 2015, The War in the West. Volume I: Germany Ascendant, 1939-1941). Pero las cifras de hundimiento todavía eran altas debido a la combinación de armas alemanas anteriormente explicada, razón por la cual Churchill afirma:

Día y noche, mi pensamiento no se apartaba de este problema aterrador. (…) Este peligro mortal para nuestras líneas vitales me carcomía las entrañas. A principios de marzo el almirante Pound informó al gabinete de Guerra una cantidad excepcional de hundimientos (…), por lo que le dije: “Tenemos que elevar esta cuestión al plano más alto, por encima de todo los demás. Voy a proclamar la ‘Batalla del Atlántico’ al igual que la presentación de la ‘Batalla de Inglaterra’ meses atrás, era una señal que pretendía que todos los pensamientos y todos los departamentos involucrados se concentraran en la guerra de submarinos. (…) Se creó el comité de la Batalla del Atlántico que dedicaba dos horas semanales a repasar el escenario y tomar decisiones para no retrasar nada (Winston Churchill, 1948-56, “Capítulo XVII. La Batalla del Atlántico” del Tomo II “Solos”, en La Segunda Guerra Mundial).

Los resultados no se hicieron esperar y dos grandes golpes a las armadas del Eje respectivamente se lograron. El primero, aunque fuera del Atlántico, sobre la Regia Armada italiana en la batalla del Cabo de Matapán (noche del 28 al 29 de marzo de 1941) en el Mediterráneo frente a Grecia;  casi 60 barcos se enfrentaron y los italianos sufrieron la pérdida de 6 barcos (si sumamos dos seriamente dañados) y 2303 marineros. Los británicos solo tuvieron daños leves y la pérdida de 3 aviadores de un Fairey Swordfish derribado. El segundo con el hundimiento del acorazado Bismarck el 27 de mayo (al cual le dedicamos dos entregas al cumplirse su 80 aniversario). Ambas hicieron que las flotas de superficie italiana en el Mediterráneo y la alemana en el Atlántico se quedaran en sus puertos, en lo que respecto al segundo era una urgente necesidad para Inglaterra debido a los daños que hicieron entre febrero y marzo el acorazado de bolsillo Scheer y los cruceros Scharnhorst y Gneisenau entre las flotas mercantes.

Joachim Schepke

Desde febrero la lucha antisubmarina recayó en el almirante sir Percy Noble que estableció su cuartel en el puerto de Liverpool, y que comenzó un fuerte entrenamiento a sus tripulaciones en nuevas tácticas, armas y la instalación del radar (sonar ASDIC, entre otros). En marzo, cinco capitanes de submarinos alemanes murieron o fueron capturados al ser hundidos, siendo los más famosos el capitán Gunther Prien con el U-47 (hay una película sobre él), Joachim Schepke del U-100 y Otto Kretschmer del U-99. Solo Prien y sus lobos habían hundido 160.000 toneladas. En abril se establecieron bases, para dar apoyo a los destructores y construir aeródromos que ofrecieran protección a lo largo de la ruta Atlántica en Terranova e Islandia. Groenlandia tendría que esperar porque no estaba acondicionada. El problema era que se mantenía un hoyo o brecha sin protección desde el aire en el medio del Atlántico, el cual sería aprovechado por los submarinos (este hecho fue representado cinematográficamente, aunque corresponde a 1942 y con un destructor estadounidense, en la película: Greyhound de Aaron Schneider y estrenada en 2020). La escolta permanente desde Canadá y Estados Unidos hasta Gran Bretaña se logró de marzo a mayo, gracias a acuerdos con las armadas respectivas. En relación a Estados Unidos fueron los tratados militares secretos “ABC-1” (American-British Conversations-1) aprobados el 27 de marzo, y en abril el presidente Franklin Delano Roosevelt amplió la zona de seguridad al Oeste del 26° de longitud oeste, desde Groenlandia hasta el Caribe e incluso Brasil.

En este artículo y el siguiente nos apoyamos, además de los textos ya señalados, en Karl Doenitz, 1958, Memorias. Diez años y veinte días. Richard Humble, 1977, La flota de alta mar de Hitler y AA.VV., 1982-86, “Guerra Aeronaval”, en: Enciclopedia Ilustrada de la Aviación. Tomo 7. Y siempre hay confirmaciones y detalles en las obras generales de permanente consulta. La próxima semana terminaremos de analizar la segunda mitad del año 1941, dando ahora mayor atención a la Kriegsmarine, pero no tanto los submarinos como los corsarios de superficie (barcos disfrazados para engañar a los mercantes). Un capítulo fascinante de la lucha en los mares durante la Segunda Guerra Mundial.


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