En agosto de 2019, hace ya dos años, el diario ABC de España se hizo eco de la grave y triste noticia que emanó de la Universidad Católica Andrés Bello: en el país se habían registrado “más de 333.029 muertes violentas en 20 años de régimen chavista”. Se estaba haciendo referencia al lapso comprendido entre 1999 –año en el que Hugo Chávez Frías comenzó su primer gobierno– y parte del 2019, cuando ya Nicolás Maduro tenía control del coroto. Lo triste de lo anterior era que dicha cifra colocaba a Venezuela como el más inseguro y peligroso de América Latina. No estamos hablando entonces de poca cosa.

Dos años después de hacerse la terrorífica revelación, nos encontramos con que la situación ha aumentado en dicho campo, así como también en otras áreas de no menos relevancia para nosotros. Así lo ha puesto en evidencia la Federación Médica Venezolana al señalar recientemente que 40 mil médicos han emigrado del país. Lo calamitoso de ese perturbador estado de cosas es que muchos de esos sacrificados profesionales, cuya formación ha costado dinero contante y sonante que ha salido del erario público, no pueden ejercer sus respectivas especialidades en los países que los reciben. Así ha ocurrido con un significativo número de médicos que se han ido a Estados Unidos, Canadá y Europa.

Y como si los anteriores no fueran suficientes males y desgracias, lo que últimamente ocurre en el Hospital de Niños J. M. de Los Ríos se nos presenta como la gota que rebasó el vaso. Y es que, en lo que va de este año, doce niños, criaturas inocentes, han muerto porque no recibieron los trasplantes que requerían. Todas las sandeces y despropósitos que ha puesto en práctica la dictadura “bonita” para obstaculizar   las ayudas que han querido hacer donantes extranjeros y nacionales al mencionado ente hospitalario, constituyen en realidad actos inhumanos que entran en la categoría de crímenes de lesa humanidad, esto es, actos que causan graves sufrimientos o atentan contra la salud mental o física de quien sufre.

Aunque los voceros de la dictadura se han limitado a inculpar siempre a Estados Unidos y sus sanciones, sabemos que muchos venezolanos y extranjeros, así como entidades privadas dedicadas a tales propósitos, se han inhibido de suministrar ayudas a nuestros hospitales por los innumerables obstáculos que ponen en práctica los funcionarios del régimen que deberían dar puerta franca a todos los que quieren apoyar a instituciones como el J. M. de los Ríos.

Ese afán de control que tiene la nefasta revolución bonita nunca ha cesado ni cesará. Los perjuicios que se han causado tendrán que ser explicados y justificados, en su momento, aquí abajo o allá arriba. Eso no lo podrán evitar.

@EddyReyesT


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