Si algún parecido cuasigenético tienen las revoluciones de inspiración izquierdosa, como el chavismo y su hermana mayor la revolución castrista, es la reconstrucción de la historia y la apropiación de símbolos y lenguajes. El fenómeno fue analizado en profundidad en las obras magistrales de George Orwell, 1984 y Rebelión en la granja, pero a pesar de la existencia de esa disección intelectual de inmensa precisión, los mismos mecanismos de apropiación y secuestro de símbolos, figuras históricas y lenguaje, siguen operando, mutando y mejorando en manos de carismáticos líderes como Castro y Chávez. A ello se le une la manufactura de realidades y la elaboración de mitos de la revolución que le atribuyen a naciones en decadencia intelectual y cívica, portentos científicos y tecnológicos, y gestas épicas, que se entretejen en una danza pasmosa cuyo único propósito es perpetuar los mecanismos de dominación de la sociedad.

En el caso de Venezuela, el ejercicio de apropiación más ostentoso y poderoso fue el secuestro de la figura de Simón Bolívar. Una revolución que en rigor debiera llamarse “bovista” en honor del Taita José Tomás Boves, de quien tomó su profundo carácter resentido, terminó por  apoderarse del apelativo “bolivariana, a pesar de que la prédica del Libertador en su fase republicana,  en contra del militarismo traicionero que impuso el chavismo fue clara y transparente. En una de sus peroratas frente a sus fieles, Chávez llegó incluso a señalar que Boves había sido esencial para enseñarle a Bolívar que tenía que hacer una transición de líder mantuano a caudillo popular. La revolución también elevó a Zamora a la categoría de precursor anticipado del chavismo, y a Simón Rodríguez a la condición de presunto adelantado de las ideas de la revolución. Ideas cuya puesta en práctica en realidad han destruido el esfuerzo educador de la sociedad venezolana, en abierta contradicción con la prédica de Rodríguez.

Pero la apropiación de personajes de nuestra historia no termina allí: un ícono de la cultura popular venezolana como Alí Primera, el Cantor del Pueblo, fue transformado, sin consultarle, en un héroe de la gesta revolucionaria. Hace unos días escuchaba por accidente “Techos de cartón” y me preguntaba si en verdad Alí Primera no consideraría como traidores a su pueblo a los gordos ricachones que adornan el Partenón de la revolución en estos días de infamia. César Rengifo, también secuestrado por el chavismo sin consultar a sus familiares y herederos. Sobre esta materia me remito a un artículo de Milagros Socorro sobre el reconocimiento que la democracia le hizo a Rengifo (https://www.reportero24.com/2019/06/07/milagros-socorro-la-verdad-sobre-cesar-rengifo/). El mismo general Marcos Pérez Jiménez, sin duda un autócrata y tirano, pero que realizó una importante obra pública y que hizo crecer la economía del país, se debe estar revolcando en su tumba al ser comparado con quienes han sumergido en las tinieblas del hambre a los venezolanos. Ambos, Chávez y Pérez Jiménez,  sin duda compartieron el terror, el miedo y el militarismo como formas de dominación social, pero hasta allí llega la comparación entre aquellos y estos tiempos. El proceso de disolución nacional que se respira en Venezuela no existía a finales de la década de los cincuenta a la caída del otro dictador.

Al secuestro de figuras históricas le sigue la apropiación sin escrúpulos de los símbolos y el lenguaje. El Himno Nacional, la Bandera y el Escudo, modificados al antojo de la interpretación tendenciosa de la historia. La ficción de la V República, en realidad la muerte y caída de las ideas republicanas. El socialismo del siglo XXI, en verdad la traición última al socialismo democrático y el regreso a la Edad Media en calidad de servicios y penurias para el pueblo. Un aspecto especialmente retorcido, rayando en lo ridículo, es la fabricación de mitos científicos, médicos y tecnológicos. Desde la “matica” de acetaminofén; pasando por “orinar” como método de escala para el riego de la tierra, hasta las “gotitas milagrosas” de Carvativir, que presentó Maduro como “cura 100 % efectiva” contra el COVID-19. Pero en ello hay que señalar que los maestros cubanos, protectores e invasores de Cubazuela, siguen siendo los grandes mentores de nuestra oligarquía criolla. Desde los supuestos milagros biotecnológicos, hasta la gesta animal de la vaca insignia de la revolución, Ubre Blanca (https://en.wikipedia.org/wiki/Ubre_Blanca), los agentes de propaganda del régimen cubano no conocen límites a la fantasía. La más reciente demostración de esta conducta, a mitad de camino entre lo cursi y el descaro, es la pegajosa cancioncita del Coro Diminuto  una agrupación musical infantil isleña, que interpreta “Soberana”, (https://youtu.be/fCbmYzVwbJg) en honor a una supuesta vacuna cubana contra el COVID que no ha sido probada ni confrontada con la exigente normativa internacional. Por supuesto que no se puede descartar que un milagro ocurra, y que la ciencia del país atropellado y empobrecido en que se ha convertido Cuba nos salve de la pandemia, pero dudoso es la palabra más conservadora que se me ocurre.

Pero el arma más peligrosa en el arsenal de falsificaciones de la revolución es la apropiación de las palabras y del lenguaje. Las palabras conforman nuestra forma primordial de comunicación y su control y mal uso se transforman en poderosas herramientas de dominación y control psicológico. En el caso de Venezuela, el chavismo ha tenido un éxito innegable en el secuestro de palabras, el uso de la terminología de “oligarcas y traidores”, por ejemplo, para referirse a sus adversarios, o erigirse en supuestos defensores del pueblo y nuestra nacionalidad, cuando en verdad han traicionado al mismo pueblo a quien proclaman defender. Especialmente pernicioso es el uso de la exclusión, cuya innegable existencia es una grave responsabilidad de nuestra democracia, como herramienta para incentivar el resentimiento y la división entre los venezolanos. O el pretender presentarnos como una sociedad impregnada de odios raciales y religiosos. Divide y vencerás es el mandato último de la revolución, que no terminamos de asimilar y entender.

El uso de estas herramientas de secuestro de ideas y visiones no reconoce fronteras. Conviene estudiar y leer los manifiestos del Grupo de Puebla (https://www.grupodepuebla.org/en/) para entender hasta qué punto se pretende usurpar la agenda ambientalista y globalista para promover los intereses de quienes intentan conformar una alianza contra las democracias occidentales. Quienes estamos trabajando por la recuperación de la libertad y la democracia en Venezuela, cometeríamos un error fatal en despreciar el secuestro y la captura de símbolos, lenguajes, personajes e historias como una maniobra burda y sin sentido. En realidad se trata de una de las estrategias mejor calculadas de la historia, y en entenderla y confrontarla inteligentemente puede estar la clave para derrotarla y mover nuestra historia en otra dirección.


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