Nunca lo hubiéramos imaginado. La “revolución bonita”, esa misma que pregonaba a los cuatros vientos que Petróleos de Venezuela es del pueblo, se adentra ahora por la enrevesada ruta de vender, en el más absoluto secreto, en la total oscuridad, allí donde precisamente reina el crimen, los más preciados activos del país. Con ese paso, que se concretó con la reciente aprobación de la Ley Antibloqueo por parte de la asamblea nacional constituyente, el discurso patriótico y revolucionario quedó colgando en el aire.

No perdamos de vista que ese órgano, sin fuerza ni obligación para adoptar tal medida, fue creado por la dictadura en 2017 con el único propósito de torpedear las funciones de la legítima Asamblea Nacional que hoy preside Juan Guaidó.

El director de la orquesta del magno desaguisado legislativo es el constituyente Hermann Escarrá, otrora opositor de Hugo Chávez Frías y ahora firme aliado de Nicolás Maduro Moros. Hablamos pues de un operador político peso pesado que ha reunido todos los requisitos para ser considerado hijo putativo del hitleriano teólogo de la política Carl Schmitt (1888-1985).

La entrevista que el pasado 9 de octubre le hizo El Correo del Orinoco al eminente picapleitos, dejó claramente expuestas las “bondades” de la írrita ley. Las vacuidades que allí expresa el individuo de marras ponen de manifiesto su densa liviandad. Me disculpan mis lectores por el anterior oxímoron.

El jurista comienza por resaltar el fin primordial del importante corpus normativo: estabilizar el sistema productivo y financiero e incentivar la inversión extranjera a gran escala. Así, de manera tan sutil, la dictadura de Maduro pretende pasar del comunismo radical al recatado liberalismo, doctrina que postula la libertad individual y social en lo político y la iniciativa privada en lo económico y cultural, limitando en estos terrenos la intervención del Estado y de los poderes públicos.

Para que no haya dudas, Escarrá hace mención a los objetivos que se alcanzarán en lo adelante: lograr la estabilidad del sistema productivo y financiero, asegurar la inversión extranjera a gran escala y reducir al máximo las importaciones. Eso sí, para que tampoco haya dudas respecto a las buenas intenciones de la revolución, el “venerable” jurista nos recalca que la nueva ley preserva el alcance y la razón de ser del artículo 303 de la Constitución, según el cual el Estado conservará la totalidad de las acciones de Petróleos de Venezuela.

Después de tantas linduras, el heredero de Carl Schmitt suelta el tramojo: “Una cosa son las negociaciones, la operativa, seguramente los contratos de carácter estratégico y otra muy distinta es la propiedad de Pdvsa. La propiedad de Pdvsa y la soberanía económica de la nación no están en juego en esta ley ni en cualquier otra”.

Dicho en cristiano: una cosa son los “contratos estratégicos”, esos que generan la lana, o sea los dólares, euros y cualquiera otra moneda dura, y otra muy distinta es la quebrada y destruida Pdvsa que hoy no vale un centavo, salvo lo que escasamente se venda como chatarra. Es por eso que con su voz clara e inteligible el simpático y gordito Escarrá, que a todos nos cae requetebién, diga: “La propiedad de Pdvsa y la soberanía económica de la nación no están en juego en esta ley ni en cualquier otra”.

Según el amigo Hermann, la lindura mayor de la ley se centra en las normas relativas a la “reserva de información”. Como todos sabemos, en la oscuridad solo opera el crimen; entonces, para no seguir los malos ejemplos que Al Scarface Capone dio en Chicago, ocultando riquezas mal habidas que le permitían evadir el pago de impuestos, la revolución bonita decidió “legalizar” los ocultamientos que ahora podrá realizar el gobierno de sus ingresos con el único propósito de “hacer movimientos tácticos económicos, defensa y demás asuntos de planificación nacional”.

¿Entendieron? Yo no, pero eso le importa un bledo a la revolución. Lo que nos tiene que quedar claro es que ellos podrán pagar, cobrar y darse el vuelto, tal como lo hicieron los 40 ladrones del cuento de Alí Babá, antes de que este último los descubriera.

Lo anterior explica la pertinencia de la disposición contenida en el artículo 16 de la nueva ley, en la que se establece que los ingresos adicionales que se generen por la aplicación del nuevo instrumento normativo se registrarán separadamente dentro de las disponibilidades del tesoro nacional. Es obvio que como consecuencia de ello, dichos fondos no se incluirán en el Presupuesto Nacional ni estarán sometidos al control de la Asamblea Nacional.

Tiene entonces sentido que en lo adelante el eslogan de la revolución sea: “Si así llueve que no escampe”

@EddyReyesT


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