Diosdado Cabello Enrique Márquez
Foto: @ConElMazoDando

En 30 días prometen tener claro el plan que le dará un vuelco total a la crisis del sistema de justicia y en 60, aseguran, habrán vaciado las cárceles porque van con todo en contra del retardo procesal. ¡Pero qué maravilla! En 2 meses van a deshacer lo que han hecho en 20 años. Eso se llama eficiencia.

Es que al psuvista enquistado en Miraflores y a su entorno les dio por emprender, como si acabaran de llegar al poder, lo que llaman una “revolución judicial”. Como si el hacinamiento, el retardo procesal, la muerte de los presos por tuberculosis y hasta por covid-19 no tuviera nada que ver con ellos. Y toda una falta de solidaridad con su propia gente, al ni siquiera reconocer el inmenso trabajo de la exministra de Servicios Penitenciarios y hoy vicepresidenta de la Asamblea chavista. Tanto que le costó hacerse amiga de los pranes, garantizarles sus derechos y ayudarlos a transformar las cárceles en centros nocturnos y comerciales, para que ahora todo su legado lo borren del mapa con el cuento de una revolución. ¡A estas alturas!

El usurpador debe haber pensado con calma en la designación de la persona que encabeza la comisión especialísima que se encargará del asunto. Puede ser que se haya condolido de sus quejas de sentirse menospreciado y por eso, además de jefe de la bancada del PSUV, lo puso de presidente de la Comisión Especial para la Revolución Judicial. O quizás sucumbió a las amenazas.

Humildemente, el nombrado a dedo sí reconoció que el sistema judicial tuvo algunos avances, pero obviamente no fueron suficientes. Ahora la que queda de adorno es la ministra de Servicios Penitenciarios, que tiene un año calentando la silla, poco tiempo para ponerse al día de todos los tratos con los poderosos reos que heredó de su antecesora.

Como diría Carlos Nieto Palma, coordinador de la ONG Una Ventana a la Libertad, es urgente que se arregle el desastre que los chavistas crearon con el sistema judicial. Hay que recordar que es una vieja promesa del comandante aquel, cuando estaba en campaña en 1998. Una más que ni él ni su heredero han cumplido. Toda una desfachatez llamar a esto “revolución” después de más de 20 años de empeorar la situación.

Como siempre, lo deseable es que tuvieran al menos un poco de éxito; que se despejen las cárceles, que puedan ser remodeladas, que comiencen a respetarse los derechos de los reclusos, que los tribunales dejen de engavetar expedientes, que los jueces decidan y que las sentencias se ejecuten con celeridad, que salgan libres los que cumplieron ya su pena, que puedan ser reinsertados en la sociedad. Pero también que los centros de detención preventiva sean vaciados de tantos presos políticos; que se entierre La Tumba, que se cierre El Helicoide.

Pero si tomamos en cuenta que a quien tiene las riendas del proceso nada lo mueve más que el rencor, y si analizamos la trayectoria de la segunda al mando, poca eficiencia podemos esperar.


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