La revolución bolivariana está muy marchitada. El “madurismo” que lidera los actuales procesos políticos revolucionarios se revela en su acción política / administrativo como ineficiente, corrupto y sin visión de cambios. Estamos viendo el desencadenamiento de un agotado proyecto político llamado socialismo del siglo XXI, sin triunfos en lo económico y menos en lo social, con un líder preso en su propio laberinto y lleno de dilemas.

Aquella revolución bolivariana que se benefició de un aumento del precio del petróleo de alrededor de 1.000% desde la llegada de Hugo Chávez al poder, a inicios de 1999, quedó en el pasado, ya no emociona a sus aliados situacionales por años que eran los estratos D/E de la población. La quiebra de la industria del oro negro construyó una nueva realidad: diversas crisis que activan el desamor a la revolución. Hoy, tras dos décadas rojas, rojitas, Venezuela vive una evidente combinación de dificultades que hablan en concreto del agotamiento del proyecto chavista, para el legado de Chávez un nudo crítico. En su momento Nicolás Maduro reconoció el “fracaso total” en materia monetaria y económica, aseguró ante los medios la dolarización que se vive en el país, sirvió para el “crecimiento económico de Venezuela”.

Estado actual en Venezuela, nos da una mirada de un pueblo sufriente en las calles, gritando auxilio porque hay hambruna, cansado de los malos servicios públicos, escasez de gasolina, toda una situación compleja en la existencia que deriva en la indignación y el desespero por la incertidumbre que transita el país.

Maduro, desde su llegada a Miraflores en abril de 2013, se mueve con un discurso psicoemocional, violento, divisionista y fabricando enemigos y guerras ficticias. En su gobierno las crisis se han transformado en algo complejo, según los diversos análisis integrales – cuantitativos y cualitativos. Esta realidad está derivando en que más de 85,0% de los venezolanos inmediatamente apuntan en señalar que Nicolás debería salir del poder en las próximas elecciones presidenciales.

Evidentemente, la revolución bolivariana para continuar con sus estrategias de sobrevivencia política necesitó apoderarse de la Asamblea Nacional, pero existe un grave problema: la caída libre de su capital electoral, situación que seguramente llevará a Maduro a ordenarle al nuevo CNE construir nuevos entramados para inducir la abstención y divisiones mirando la elección presidencial.

Lo que no razona o no quiere razonar el presidente Maduro es que la mayoría de los venezolanos ya no creen en sus discursos. Nicolás perdió la calle, la popularidad del presidente es precaria. De acuerdo con nuestros datos cuantitativos apenas alcanza 13,3%, la magia revolucionaria ya no funciona en su práctica, las narrativas redentoras que los atornilló durante 23 años en el poder fueron a parar al basurero de la historia, emergiendo una gran brecha que da paso hacia el desamor de un proyecto político que esperanzó a un pueblo vulnerable y desesperado de ser visibilizado, por considerarse sujetos y no objetos.

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