Expresidentes conservadores
Foto: EFE/ Mauricio Dueñas Castañeda

En el mundo de la política, al igual que en los negocios, la confianza es fundamental para lograr compromisos. Cuando hay desconfianza o falta de conocimiento sobre una de las partes, es necesario contar con un fiador que avale el cumplimiento de las promesas y garantice que nadie saldrá perjudicado en el negocio.

Esta semana hemos presenciado el mayor avance en mucho tiempo en el espinoso camino para que la oposición democrática y el gobierno de Maduro puedan entenderse en los asuntos que a cada uno le interesan. De hecho, escribo estas líneas en Bogotá, donde he estado apoyando públicamente la llamada Cumbre por Venezuela convocada por Petro.

Lo mejor de esta cumbre es que han participado diversos países, la mayoría de ellos genuinamente preocupados por la difícil situación que atraviesa Venezuela desde hace bastante tiempo.

Es positivo que Rusia no haya participado y que la mayoría de los países y cancilleres invitados sean conscientes de que los valores democráticos de Occidente están amenazados en la región.

El presidente Petro, y ojalá en el futuro cercano Lula Da Silva, actúa como mediador que puede hacer mucho para alejar a Maduro y su gobierno de la tentación de imitar la impresentable dictadura de Nicaragua y el oprobioso sistema de Cuba.

Gustavo Petro puede ser el fiador y el aval que ayude, gracias a su cercanía ideológica con el chavismo gobernante en Venezuela, a cumplir la palabra empeñada en las negociaciones de México. Sobre todo, por la fama inmerecida o no, que tiene el gobierno de Maduro de no pagar sus deudas con la democracia.

Aunado con esto, el presidente de Colombia podría garantizar el espacio justo que, como realidad política, debe tener Maduro si, sometido a una elección libre, pierde el poder.

Sin duda, las sanciones económicas están afectando por igual a quienes adversan al gobierno como a quienes lo sostienen. Si bien es cierto que el gobierno se queja públicamente de ellas, estas no son las únicas responsables de la situación actual de Venezuela, cuyo desastre era importante incluso antes de su imposición. También es cierto que los empresarios que deben importar y mucho, la banca que depende de la productividad del país, las clínicas que necesitan insumos y una larga lista de sectores demandan un cambio, pero también levantar las sanciones económicas.

Estas  sanciones no se pueden levantar sino negociando, como quien aspira a un crédito donde recibirá una línea importante de financiamiento, pero se compromete a pagar unos intereses y devolver el capital en un plazo acordado, con un fiador de por medio.

Esta negociación debe seguir en México, y ahora Colombia podría ayudar en el acompañamiento de Maduro, del cual es su fiador. El presidente Petro debe saber que ya existe mucha gente trabajando para que la oposición y el gobierno respiren en las esquinas de los cuadriláteros. Dos boxeadores que llevan mucho tiempo en el ring dándose golpes sin piedad.

El papel que ha desempeñado el Instituto de la Paz, bajo la figura para Venezuela del gran diplomático estadounidense Keith Mines, acompañado de Mark Feierstein, ex jefe de los Asuntos para el Hemisferio Occidental de la Casa Blanca durante el Gobierno Obama, ha sido fundamental. El republicano Caleb McCarry ha demostrado habilidad para ponerse en los zapatos del otro. Las opiniones pertinentes de Michael McCarthy de la Universidad George Washington también han sido valiosas. Además, el Consejo de las Américas, dirigido por Erick Farnsworth, ha mantenido una posición firme en defensa de los valores democráticos de Occidente en Venezuela. El gobernador Bill Richardson ha demostrado paciencia y desinterés en su labor, mientras que el embajador James Story ha hecho un esfuerzo descomunal por comprender las aspiraciones de cada bando.

Hay otros actores que, en mi opinión, han contribuido mucho desde otras latitudes, como el equipo de la cancillería del gobierno español encabezado por Antonio García Royo, jefe de asuntos para Iberoamérica. El propio secretario general de la OEA, Luis Almagro, a quien Petro visitó la semana pasada mientras abogaba por el regreso de Venezuela al sistema interamericano de derechos humanos, también ha sido un actor importante. Almagro es un hombre de negociación al que algunos no perdonan cuando no calla ante las atrocidades.

Quizás otros, que no reciben reconocimiento pero llevan años lidiando con las autoridades nada democráticas de Venezuela y con una oposición a veces enloquecida, son los embajadores. Hay algunos de ellos que siempre han trabajado por la concertación y la cordialidad cívica, como Ramón Santos, embajador de España; Fabian Hayoz, jefe de misión adjunto de la Embajada de Suiza; Pedro Ataide, jefe de misión de la Embajada de Portugal; y Plácido Vigo, embajador de Italia.

Petro debe saber con quiénes cuenta ahora. Toda esta gente es amiga de un diálogo que haga que Venezuela se reconcilie con los valores democráticos de Occidente y resuelva su situación con su otrora principal socio comercial, Estados Unidos.

Petro debe lograr que Maduro, del cual es su garante, entienda que solo es posible desmontar progresivamente las sanciones mediante la negociación y los avances en la agenda democrática.

Petro también debe tener en cuenta que hay sectores en el Congreso de Estados Unidos que ven su mediación con recelo. Dirán públicamente que los dólares de los contribuyentes estadounidenses no pueden respaldar a un gobierno en Colombia que sostenga al régimen de Maduro con el intercambio de inteligencia o financiamiento, que permita a Rusia un punto de apoyo en el país, que se asocie con el régimen cubano para facilitar el tráfico de personas y bajo el cual se permita el tráfico y la producción de drogas. Sectores poco amigables del Congreso ya han expresado este tipo de preocupaciones.

En el corto plazo, Petro logrará que el fondo de los 3.000 millones se destrabe y quizás la recompensa por la cabeza de Maduro sea eliminada. Sin embargo, si él no logra que Maduro cumpla con garantías democráticas y regrese al diálogo en México sin insultos, el camino se volverá tortuoso para él.

Cuando el prestatario no quiera honrar su compromiso con el banco de la democracia, cuyos accionistas son los países asistentes a la Cumbre, Petro deberá cumplir en nombre de Maduro como buen fiador.


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