Cuando vemos a personajes como Diosdado Cabello y Nicolás Maduro dar cátedra de moralidad y justicia, comprobamos nuevamente que Venezuela es un país secuestrado. Precisamente quienes están acusados de ser los cabecillas del corrupto Cártel de los Soles, se intentan promocionar como estandartes de la rectitud.

Es ingenuo creer que sorpresivamente el chavismo descubrió que dentro de sus filas hay corrupción. Los grandes jerarcas del gobierno viven sin negarse ningún lujo, eso a costa del hambre del pueblo.

En este momento la dictadura chavista quiere hacer creer al mundo que están desplegando una gran operación para contrarrestar la corrupción, esa que irónicamente ellos mismos han instaurado.

Con tales pretensiones intentan Maduro, Diosdado y sus secuaces lavar la cara de la dictadura y poder montar el circo electoral que tienen previsto para el 2024.

Las “autoridades” chavistas informaron hace unas semanas que han desaparecido 3.000 millones de dólares, una cifra que todos sabemos que es sólo la punta de iceberg.

La Venezuela de Maduro no solamente está tomada por corruptos, también exportan criminales y bandas organizadas que siembran el terror por buena parte de Latinoamérica.

Estas décadas en las que Venezuela ha estado sometida por el chavismo, han convertido a la tierra de Simón Bolívar en el epicentro de los grupos irregulares, la corrupción y la pobreza. Hoy la nación que un día fue próspera y grande lucha por recuperar su libertad y por dejar de ser la república de la mafia.

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