Después de 14 años en el poder, renuncia Evo Morales a la Presidencia de Bolivia. El descarado robo de las últimas elecciones levantó a un pueblo por los cuatro costados. Defendieron en las calles el voto que ejercieron el pasado 20 de octubre. Fue de tal magnitud la maniobra perpetrada desde el gobierno, que la gente rompió con su comodidad para lograr desbancar a quien se creía eterno. La indignación por la estafa hizo que un tsunami ciudadano llenara las calles de una voluntad inquebrantable de cambio.

Durante días la protesta fue incrementándose hasta que la mayoría, despojada de la victoria en las urnas, se hizo carne y hueso en cada centímetro de Bolivia. Una decisión firme los condujo hasta la victoria. No hubo mayores dudas sobre la manera de condenar al oprobio. Las calles fueron hablando con el idioma de la unidad nacional. La bandera boliviana estuvo por encima de intereses de grupo. Los valores democráticos y constitucionales hicieron que las convocatorias lograran encontrarlos a todos. Nada de protagonismos mesiánicos tan repugnantes que terminan siendo contraproducente. La lección perfectamente puede extrapolarse a la Venezuela de 2013. Aquí, Henrique Capriles logró un triunfo que no defendió contundentemente en las calles. Allá, Carlos Mesa se resteó como presidente estafado y no cayó en la trampa de los acuerdos. Luchó hasta que con la fuerza popular obligó a renunciar al tirano. En Venezuela, lamentablemente, nos mandaron a escuchar salsa, no comprendió el candidato escamoteado que aquella indignación de millones de venezolanos tenía cómo lograr el objetivo con el impulso de todo un pueblo. Lo más grave es que indicó que encabezaría las protestas. Nunca sabremos qué pasó en las horas decisivas. La falta de testosterona en el momento crucial quebró la oportunidad histórica. Tiempo más tarde el régimen lograba el oxígeno que requería para proseguir con su plan de exterminio.

Volviendo a Bolivia, tenemos que decir que quien dimite tenía mucha fortaleza antes del proceso electoral, un incipiente descontento fue creciendo en la medida que crecía la alternativa democrática. En Venezuela con un régimen en el suelo, pero gozando de la complicidad de la incoherencia opositora, lograr vencerlo no es una temeridad.

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@alecambero


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