En la oportunidad que me corresponde enviar la presente nota a la redacción del periódico, todavía no se habrán realizado las elecciones para elegir al presidente de Estados Unidos. De allí que el contenido de este artículo se refiera a la presente y eventual futuro de la relación Estados Unidos-Latinoamérica.

Los paradigmas del relacionamiento de Estados Unidos con América Latina han venido  evolucionando de forma importante no solo por la emergencia de nuevos actores en el concierto  internacional que le disputan la hegemonía global, sino fundamentalmente por causas atribuibles a los cambios internos que se están operando en ese país.

En primer término, el relativo ocaso del liderazgo de Estados Unidos le ha generado un cierto aislamiento y rechazo y ha obligado a la actual administración al establecimiento de una nueva visión estratégica, basada en la ampliación del presupuesto militar, disminución  del número de efectivos militares ubicados en diversos países del mundo, la creación de tropas élites para el ataque y la defensa y tratar de solucionar los conflictos por vía de  la intimidación y usando, en aquello que le conviene, las instituciones internacionales. Asimismo, ese país ha comprendido que la magnitud de los problemas que experimenta, tales como un presunto rezago operativo frente a las nuevas tecnologías que se vienen desarrollando aceleradamente, cambio climático, los problemas migratorios, combate a las redes del crimen organizado, terrorismo y narcotráfico, la recuperación del liderazgo global y regional, la expansión de su crecimiento económico, el control del uso de la energía nuclear con fines pacíficos, así como el control de las amenazas contra su seguridad, entre otros, son retos superiores a su capacidad individual  para resolverlos y que le demandan perentoriamente la búsqueda de un nuevo diálogo, cooperación, solidaridad y entendimiento con la comunidad internacional.

Asimismo, la población de latinoamericanos que viven en esa nación ha ido adquiriendo importancia política creciente no solo por su potencial electoral sino también por su presencia activa en  importantes posiciones en la administración, en los cuerpos legislativos  y en las alcaldías y gobiernos locales, norteamericanos. Las campañas electorales para los comicios de 2020 resaltaron la importancia del voto latino, como lo evidencian los contenidos de las plataformas del presidente Trump y de Joe Biden. En esas elecciones el voto latino se estima que gravitará decisivamente al triunfo de alguno de los contendientes.

A pesar de la creciente interdependencia y del importante intercambio comercial y de inversiones entre Estados Unidos y Latinoamérica, los sucesivos gobiernos de esa nación han ignorado a nuestra región y no han generado iniciativas que establezcan una relación seria y respetuosa con nuestros países. Ante la importancia de los cambios que se vienen operando en Estados Unidos, de las necesidades crecientes de ese país para dar satisfacción a las ingentes necesidades que le demandan la evolución de las políticas interna y externa, el crecimiento económico y el control de las amenazas a las que está expuesto ese país  y de la actitud constructiva para las relaciones con la mayoría de los países latinoamericanos, es de esperar que en el futuro inmediato aparezcan innovadoras formas de relacionamiento entre Estados Unidos y Latinoamérica.


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