Continuando con el tema de la semana anterior, cuando escribí sobre la ley de la entropía y el sistema político, se está forzado a seguir la profusión del por qué se destruyen tanto los sistemas como los factores materiales del mismo.

Se estudió con antelación que la entropía es un sistema que después de desencadenar un desorden colectivo, natural de las cosas de acuerdo con las leyes universales, entra en un proceso natural de regeneración de todo el tejido y estructura dañado y averiado propio de todos los organismos moleculares, sometidos al principio dictado por Einstein cuando proclama en su teoría de la relatividad que la materia no se destruye sino que se transforma; de tal modo que lo que se está viendo como un evento mundial catastrófico en lo interno de las naciones, es una bendición para las poblaciones, ya que son testigos de su propia destrucción, para ser luego las fuerzas sustitutivas garantes constructores de la nueva reconstrucción.

De ningún modo se quiere parecer optimista con estas observaciones, más bien se está a favor de la ciencia y de la objetividad y los descubrimientos científicos, pero en este espacio de consciencia en pro de una mentalidad abierta se sabe que para que algo nuevo nazca y florezca, lo viejo ha de transformarse.

Los últimos descubrimientos arqueológicos e investigaciones científicas revelan cómo en muchas principales grandes ciudades del planeta, bajo sus edificios y monumentos actuales, existen otras civilizaciones que quedaron en el olvido y a estas sumergidas ciudadelas les precedieron otros sistemas sociales que han sido a su vez sustituidos por unos nuevos que bien pudieran ser los actuales y futuros que aún se está por conocerse.

Lo real es que se conoce muy poco sobre el desarrollo de nuestra presente civilización y de las que precedieron. Como se podría resumir es el sistema un gran depurador, propio de todos los organismos moleculares, tal como lo revela la ciencia y la medicina en sí, nada pudiera existir sin ese proceso en perfecto equilibrio entre los elementos y partículas que componen la gran recicladora de todo el vasto sistema que le da vida al desarrollo de las naciones y al mundo en general.

De esta manera, se puede concluir que los sistemas políticos, económicos, religiosos, al igual que los sistemas naturales, tienen el poder inexorable de regeneración más impresionante y perfecto del universo; sólo que, en perspectiva, pudiera parecer, lenta, tardía e imposible la reparación y regeneración de todos los elementos que componen un sistema.

De manera que, frente a todo el caos, visto por los medios tecnológicos de comunicación, se están generando de forma soterrada los grandes cambios para el bien y desarrollo de todos los factores que componen todo el sistema mundial.


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