El filósofo Michel Foucault dice que “todo poder es un modo de acción de unos sobre otros. Se ejerce el poder cuando unos individuos son capaces de gobernar y dirigir conductas. Conducir conductas implica gobernar, y gobernar constituye la forma más acabada del poder”. El poder como gobierno no resiste en el tiempo, la idea de un sometimiento absoluto en la conducta de la gente; en contradicción, el poder revolucionario se enfrenta a sus propios límites o decadencia, por ejemplo, la posibilidad que germine con contundencia la rebeldía del todo social, convocando el rescate del voto como sustancia significativa de toda democracia.

Es evidente que la revolución bolivariana hasta el momento ha fracasado en su objetivo de atender las necesidades de la población. Es necesario un nuevo plan de desarrollo que logre una mejor articulación entre gobierno y la gente, y a la vez refunde el país en procura del bien colectivo. Esta realidad transita de pasar de las protestas a las propuestas, y demostrar que es posible, con la participación ciudadana, construir una mejor Venezuela, tarea nada fácil por sus actuales protagonistas. Refundar el país desterrando un gobierno que se convirtió en “un verdadero peligro” para muchos países democráticos.

Refundar al país es una necesidad, y hasta cierto punto urgente. Pero es una propuesta condenada por ahora sin temor a equivocarme al fracaso. Por lo menos en las condiciones actuales tan complejas. Para refundar Venezuela, si es que esta posibilidad existiera, no bastaría con una nueva constitución porque nada garantiza su cumplimiento.

Para el sociólogo francés Alain Touraine, el debilitamiento general de la democracia en muchos países tiene como causa última la progresiva separación entre la efectividad de la gestión pública y las demandas lógicas de los ciudadanos. En el caso venezolano, la significación que debe tener el espacio del derecho de la ciudadanía es casi inexistente por intereses mezquinos del decadente proyecto ideológico continental llamado socialismo del siglo XXI.

La naturaleza de la crisis política económica y social convoca cualquier escenario electoral, no se puede descartar con garantía del voto y elecciones competitivas: comicios generales. En el país se observa el agotamiento de su clase política y sus dirigentes. El ciudadano en su mayoría se identifica más con un escenario de cambios gobiernos municipal, regional y nacional, a través de la vía democrática y constitucional. Las elecciones generales, una propuesta para refundar el país, son una alternativa para resolver la problemática política inmediata frente a discurso ideológico trasnochado, sin visión de futuro, deslizándose en lo aburrido y repetitivos que encuentran rechazo casi unánime por parte de 80%, es decir la mayoría de los venezolanos. La situación de Venezuela está conectada a una crisis económica en ascenso por ahora indetenible, como consecuencia de un modelo económico reconfigurado sobre la base de un incomprensible neo marxismo, articulado en su dinámica a la ingobernabilidad y la corrupción, teniendo como consecuencia inevitable el fracaso en lo económico y social.

El primer mandatario sigue gravitando nacional e internacionalmente en busca oxígeno a través del diálogo o diálogos inducidos, renunciando a ver el “bosque” de la crisis económica y política que transita el país…lo grave es que el futuro de Venezuela es abstracto. Maduro prefiere seguir siendo interpelado negativamente por el pueblo, no se inmuta, mantiene la postura antidemocrática en vez de hacer una comprensión final, objetiva, de la naturaleza de la magnitud de la crisis y plantear la urgencia de convocar a una elecciones generales, como alternativa inmediata para refundar el país… Venezuela tiene que salir de este abismo… cada minuto, hora, día, mes, cuenta en las reconfiguraciones y posturas que pueda tomar un pueblo abrumado por una situación política y  económica que perturba su paz y equilibrio emocional.

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