Una red es un malla que sirve para atrapar peces. Es cierto. Pero Julien Barnes en su libro El loro de Flaubert (Anagrama) dice que también puede definirse como una serie de huecos atados a un hilo. Siempre habrá lo que se llama ”¡un piquete al revés! Una vuelta de tuerca. Ese hombre es amable y cariñoso, sí, pero también avieso y alevoso. Ofrece un rostro amable y servicial, pero oculta la mano en la espalda porque en ella sostiene el cuchillo con el que va a cortar la torta de cumpleaños o la navaja con la que va a degollarme.

Se le escucha decir ¡amén! con la mirada baja y humilde, pero le brillan los ojos de fría y calculada maldad al no más salir de la iglesia dispuesto a acabar con el enemigo. Nos alejamos del confesonario, con rezos y padres nuestros cargados de penitencias o nos levantamos del diván del psiquiatra y decimos hasta luego al amigo íntimo que nos estuvo aconsejando, pero persistimos en traicionar al vecino acostándonos con su mujer o arruinando al socio siendo la esbelta y graciosa ejecutiva la principal accionista de la empresa.

Escuché al cínico afirmar que María Lionza era el mejor invento de los venezolanos porque si lo que pedías estaba cargado de fe, ella te hacía el bien ¡pero también el mal! (¡Sálvame al muchachito! ¡Házmele un daño a esa mujer que me quitó al mío!).

Lo dijo el poeta Ovidio muchísimos años antes de que apareciera Jesucristo: “Veo lo mejor, lo apruebo y sin embargo, sigo lo peor”. Sé que no debo desear a  la mujer del vecino, pero la sigo baboseando. Hago lo mismo con el cigarrillo. Soy consciente de que me está matando, pero sigo fumando. Me crispa la imbecilidad del sátrapa bolivariano, pero me mantengo firme a su lado alimentándome con los dólares del narcotráfico y sus nefastos atrasos políticos.

Marchan juntos el bien y el mal desde que el mundo comenzó a tomar forma, pero es evidente que el mal decidió prosperar con mayor empeño.

Y todos nos hacemos la misma pregunta: ¿Progresa el mundo? Nuestra ética, la mirada humana que tendíamos como una mano solidaria hacia el mundo que nos rodeaba    ¿permanece allí enriquecida por los inocultables avances de la ciencia o por el contrario se apresura a ocultar los temblores de su debilidad escondiéndose bajo los desventurados escombros del país que fuimos?

Los padres, abrumados por el peso inmoral del desquiciado socialismo bolivariano dependemos de los hijos para tener algo de qué comer, pero los hijos pueden permitirse desilusionarlos si así lo deseen. La mirada ya no es la mano solidaria extendida sin vacilación alguna. Una pandemia inesperada agobia al mundo, abre la mano solidaria pero también puede cegar los gestos solidarios y hundirse en un desconsolador ¡sálvese quién pueda! Pero los tiranos, los usurpadores, los pontífices del degradado poder político en los países igualmente degradados por la vileza de sus mandatarios ríen incrementando la miseria de los otros; se jactan, se enriquecen y se solazan mirando en los espejos el brillo de sus medallas militares y la faja presidencial que alguien como Nicolás Maduro nunca deja de lucir como terca afirmación de que él no es la mentira que él mismo y todo el universo político que sigue los pasos del drama venezolano saben que es. La banda tricolor insiste en que veamos en él al jefe del Estado que no es.

¿Mejora el país venezolano a medida que avanza el tiempo y Juan Vicente Gómez continúa insepulto; Pérez Jiménez sigue esperando loas y alabanzas por sus esfuerzos de modernidad  a costa de nuestros derechos y libertades, mientras insistimos en recordar y aplaudir la bonanza de una frágil democracia repartida entre adecos y copeyanos?

Lamento decirlo pero nos gusta sentir el oprobio de la tiranía y aceptar con risueño talante el hierro candente del poder autoritario, recibir las limosnas o “regalos” de la caja de alimentos, el jamón electoral, el bono de la patria y tantas otras falacias. ¡Yo, no, pero  muchos de a pie lo celebran!

¿Habla hoy el venezolano de ética? ¿Insiste en sostener y defender el conjunto de normas morales que rigen la conducta humana? ¿Cuándo fue la última vez que se habló de Moral y Cívica en la escuela primaria y se nos enseñó a mirar a los más desventurados con la mano extendida? ¿Se sentaron en aquellos pupitres los actuales jerarcas de la desquiciada izquierda revolucionaria?

Si puedes hacerlo, menciona la palabra “ética” frente a Nicolás Maduro o cualquier otro de sus alfiles. Seguro que no sabrán qué hacer, tartamudearán, tropezarán diagonalmente unos con otros y caerán atrapados en la red. Entonces se darán cuenta de que la red no es una serie de huecos atados a un hilo.

 


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