Refiero en este artículo un episodio que me ha dejado muy pensativo y que he decidido compartir con la gente que me lee por costumbre, o por accidente, en las redes sociales. Se trata de una conversación con otros dos venezolanos, a quienes por discreción no puedo identificar. Solamente me referiré a ellos como Tío Tigre y Tío Conejo, émulos de dos personajes de nuestra sabiduría popular. El tema que se trataba en este intercambio no podía ser más complejo: ¿Cómo transformar el descontento de los venezolanos con el gobierno de facto, en una verdadera rebelión civil?

Los elementos fácticos contemplados en el análisis son, por un lado, el nombramiento del CNE por la ilegítima AN, dentro de un acuerdo que involucra al régimen,  a sectores de la sociedad civil y del mundo político, y lo que esto podría implicar como espacio de apertura en el empate catastrófico entre el régimen y la resistencia democrática. Por el otro, el hecho de que la propuesta reciente de Guaidó acerca de un Acuerdo de Salvación Nacional plantea temas que van mucho más allá del espacio específico en el cual se inscribe el nombramiento del CNE. En el medio, la pregunta clave: ¿existe algún esquema para  conciliar ambos esfuerzos, la operación CNE y la proclama de Guaidó, en un esfuerzo estratégico único?

Tanto Tío Tigre como Tío Conejo son opositores duros, que intentan mantener un grado de racionalidad, en medio de tanta frustración, no solamente por el hecho de que el chavismo-madurismo ha literalmente conducido a Venezuela a un estado de disolución, sino también porque la conducta intrínsecamente divisoria de la resistencia actúa, en la práctica, como un elemento incomprensible de soporte del régimen.  Tío Conejo es un creyente en el poder del voto como mecanismo para obligar al régimen a ceder espacios, aun si ello implica, paradójicamente, el perder elecciones. Auscultado sobre este controversial punto de vista, Tío Conejo explica que una victoria electoral no se obtiene solamente ganando elecciones, la interpretación obvia, sino obligando al régimen a robárselas frente al pueblo y a la comunidad internacional. Interesante ejemplo que quedó claramente ilustrado con la derrota de Fujimori en Perú y Morales en Bolivia. Tío Tigre también cree en el poder del voto, pero está convencido de que el CNE recientemente nombrado es una criatura bastarda de origen, y que todo lo que provenga de ese espacio está contaminado y le sirve al régimen para mantenerse en el poder. Ambos personajes coinciden en que el anuncio de Guaidó es importante porque plantea el tema de una eventual negociación con el régimen sin centrarse en el tema del CNE sino lanzando la pelota mucho más allá y planteando un Acuerdo de Salvación Nacional que incluye la realización de elecciones presidenciales en condiciones verificables e involucrando a la comunidad internacional.

A pesar de sus posiciones aparentemente contrapuestas, tanto Tío Tigre como Tío Conejo coinciden en que la resistencia ha caído mansamente en las trampas del régimen para destruir la confianza de la gente en el voto como instrumento de rebelión ciudadana. El último episodio de este juego nefasto fue, según mis contertulios, la incapacidad de la AN legítima para nombrar un gobierno de transición, prescrito explícitamente en el Reglamento de Transición aprobado por ese organismo, y participar en las elecciones a la AN de diciembre pasado. Ello se habría traducido, o en una victoria resonante, o en un robo obvio de las elecciones, y, en cualquiera de los dos casos, en un triunfo importante para la resistencia. Pues no, arguyen ambos, se optó por el dudoso, aunque honroso, expediente de una consulta popular literalmente imposible de cobrar políticamente, cómo lo han demostrado los hechos.

Yo asisto asombrado al ejercicio de diferencias y coincidencias sobre temas claves, que reproducen en buena medida el drama de la resistencia. Mi rol en la conversación se limitó a preguntar y a solicitar aclaratorias. No era mi intención original, pero decidí permitir que el diálogo entre mis amigos continuara su curso, sin que yo tuviera que intervenir demasiado. Prosigue el intercambio y pasamos ahora al espacio de las elecciones regionales. Aquí nuevamente se evidencian las diferencias del principio. Mientras Tío Conejo arguye que este es un espacio legítimo de confrontación con el régimen, Tío Tigre sostiene que participar sería un ejercicio de pendejismo rayano en el colaboracionismo. Mi frustración frente al curso que toma el desacuerdo se torna imprevistamente suavizada cuando aparece en la discusión el concepto de rebelión ciudadana y el rescate del voto como herramienta confrontacional de la ciudadanía frente al gobierno de facto. Sorpresivamente las dos encarnaciones de nuestras criaturas de la sabiduría popular venezolana coinciden en que cualquier esquema que llevara a recuperar la confianza en el voto, y que se tradujera en una conducta estratégica unitaria de la resistencia, podría inducir a la masiva participación popular.

Es en este punto de la discusión en el cual Tío Conejo trae a la palestra la discusión sobre la posibilidad de movilizar a la población venezolana a solicitar un referéndum revocatorio del mandato de Nicolás Maduro. La objeción inmediata de Tío Tigre es que eso constituiría un acto de reconocimiento a El Usurpador.  A ello replica Tío Conejo que la Constitución señala que todos los cargos de elección popular están sujetos a ser revocados, independientemente de cómo hayan llegado a ocuparlos. Es decir, si Maduro usurpó el poder o lo recibió legítimamente del pueblo soberano, su cargo está sujeto a ser revocado. Por otro lado, arguye Tío Conejo, el poder fáctico que ejerce El Usurpador, independientemente de su origen ilegítimo, existe, es real y afecta la vida de todos los venezolanos. Por ello la gente no piensa que al aceptar un pasaporte del Saime, que es una autoridad también usurpada, porque su mandato proviene de Maduro, está aceptando un documento falso. Es una lógica muy molesta, pero difícil de rebatir.

Continúa Tío Conejo argumentando que el referéndum revocatorio constituye una acción de rebelión ciudadana para votar no por un candidato específico, sino por el ejercicio primario de la soberanía popular. El RR está más allá de los partidos y es una acción que tiene el potencial para convocar no solamente a la resistencia democrática, sino a la disidencia chavista, al ciudadano descontento que quiere impedir la disolución de la República, o al que se siente convocado por Guaidó para participar en el Acuerdo de Salvación Nacional, a quienes están en la Gran Casa Venezuela y los venezolanos que habitan la diáspora. En ese sentido, el RR es un llamado urbi et orbi, a todos los venezolanos patriotas a sacudirse el letal veneno para la nación que es El Usurpador.  Por último, añade Tio Conejo, si el RR se realiza antes del quinto año del período presidencial, la Constitución establece que en caso de perderlo, El Usurpador debe abandonar el cargo y que deben convocarse elecciones presidenciales, esta vez legítimas, en los siguientes treinta días. Es decir que el RR sería el camino para cumplir el llamado de Guaidó y también el de la consulta popular en cuanto al cese de la usurpación.

Veo la cara de reflexión de Tio Tigre, quien intrigado por el camino de argumentación que se despeja, inquiere: ¿Y qué del Registro Electoral? Tío Conejo, que parecía esperar la pregunta señala: Para el RR lo único importante es garantizar que todos los venezolanos que tengan el derecho a votar lo puedan ejercer. Tanto en Venezuela como en la diáspora. Dos últimos aspectos, añade: (1)  los soldados venezolanos también tendrían derecho a votar, lo cual abre una oportunidad de expresión a un sector de la población secuestrado por el ejército de ocupacíón cubano. (2) La comunidad internacional podría apoyar a fondo la realización del RR como un camino para conformar un nuevo gobierno en Venezuela.

Prefiero no expresar mi acuerdo con ninguno de los dos Tíos de esta historia. Simplemente quise compartir con el lector esta intrigante conversación en medio del océano de incertidumbre en que estamos sumergidos. Solamente señalo que cualquier camino que conduzca a la rebelión civil del voto debe ser considerado con seriedad mortal por quienes piensan en una estrategia unificada de la resistencia para salir de El Usurpador.


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