Por equipo editorial 

Tenemos una América Latina estancada entre la pobreza, extractivismo y emigración. Ante ello, ¿será posible superar la actual crisis política, económica y social? ¿Hay o no violación de derechos humanos? Estados y gobiernos postrados y corruptos solo incrementan la pobreza, y generan más emigración.

Todo ello ocurre con una educación que ha perdido el rumbo; mientras la tecnología arrolla las formas de conocimiento con una mal llamada «inteligencia artificial». Así tenemos que las políticas públicas están desarticuladas. Los servicios públicos se hacen ineficientes y existe una población que ve cómo aumenta la pobreza en su contexto.

En Venezuela, el salario mínimo es de 4 dólares; y los docentes y médicos ganan en promedio 10 dólares al mes; mientras el régimen de Nicolás Maduro, aunque parezca insólito, culpa a la oposición liderada en este momento por María Corina Machado de tal nivel de destrucción económica, sin obviar las constantes protestas de trabajadores y pensionados exigiendo aumentos salariales y de pensiones. En tal espacio, la realidad que azota a Venezuela, Argentina intenta enfrentarla con un llamado ajuste económico, y Cuba anuncia aumento del 500% en el valor de los combustibles, negando que sean medidas «neoliberales».

Vemos el cómo, Ecuador se encuentra dominado por los grupos criminales y terroristas, que obligan al gobierno a tomar medidas de «excepción», mientras en Colombia persiste el secuestro por parte de los llamados grupos guerrilleros del ELN y las FARC, quienes no cesan en tales prácticas terroristas; y con una situación similar en Perú y Bolivia por otros grupos que actúan en un marco de impunidad. Paraguay intenta no aparecer en tal realidad; cuando sus grupos indígenas también son víctimas del extractivismo.

Además, Centroamérica comienza con una Guatemala que ha estado amenazada con negar la toma de poder del presidente electo, Honduras que lleva un aumento en feminicidios, y también de la emigración, con una Nicaragua que arremete contra la Iglesia y la oposición en términos de no reconocer derechos humanos fundamentales; siendo quizás El Salvador la única nación donde su población apoya las políticas presidenciales.

México y Chile en dos direcciones distintas en lo geográfico, se mantienen con altibajos económicos; pero apegadas con la democracia; y una Brasil que juega a ser mediadora cuando hay tensión por el Esequibo entre Venezuela y Guyana, éste último apoyado por las naciones del Caribe, y también la propia Cuba, quienes sólo disciernen sobre la base de sus propios intereses económicos.

La realidad es que la pobreza, la violación de derechos humanos y la emigración siguen mostrando sus fortalezas ante las debilidades de un continente que ha perdido el rumbo; y que no encuentra soluciones, en lo inmediato y mediato de sus complejidades sociales.

Costa Rica y Panamá, la primera avanzando con sus particularidades, y la segunda con una población que también protesta en sus dimensiones de proteger sus espacios ambientales demuestran que para avanzar no se necesitan protagonismos, pero si el ejercicio de las instituciones. Y una República Dominicana que sigue excluyendo a su vecina Haití, quien al parecer estará condenada a la violencia por unos años más, y por ende, la población ser parte de los grupos migrantes y de la miseria.

¿Y Trinidad y Tobago, con las islas de Aruba, Curazao y Bonaire? Al parecer su única preocupación será en evitar que más venezolanos sigan llegando a sus costas; razón por la cual Venezuela seguirá encabezando los pasos por el Darién, el Río Bravo, Atacama, y por supuesto, lanzarse al mar para huir del neototalitarismo. Esa es la realidad de América Latina.


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