Fue una gira presidencial por Europa porque una gira fue y él es el presidente encargado de Venezuela, por derivación de su rol como diputado presidente de la legítima Asamblea Nacional, de conformidad con los artículos 233 y 333 constitucionales. Se sabe, pero conviene insistir en que el órgano legislativo conforma el único poder público en el país que ostenta legitimidad de origen y al propio tiempo de ejercicio o de desempeño.

No en balde su condición es reconocida por más de cincuenta países y por organismos internacionales que ven la posibilidad de buscar y hallar una salida pacífica, constitucional y legítima para salir de la caverna en que nos metió, en mala hora, un delirante milico cuya ruindad resulta de ingrata recordación.

Hoy, por desdicha, la usurpación hace lo suyo para seguir aferrada al poder, no solo por lo que este connota, sino por el temor a ser juzgados sus operadores por el sinnúmero de crímenes y fechorías cometidos.

El presidente Juan Guaidó llegó el sábado 25 de enero hogaño a España, donde se celebró un mitin en el mero centro de la capital. Y aunque no fue recibido por el socialista Pedro Sánchez, presidente del cogobierno ¿o cogollo?, ello no empañó en modo alguno el evento, lo que desató una tormenta política en la madre patria.

Quizá la borrasca Gloria y la entrega de los premios Goya hayan impedido realmente a Pedro Sánchez recibir al presidente (e) venezolano; pero lo que no pudo impedir nada ni nadie fue el apoteósico acontecimiento en el que Guaidó pudo dirigirse a la concurrencia, mayoritariamente venezolana, que vive en España como consecuencia del peor daño que el ch… abismo ha causado al país: la diáspora.

Quizá un clima de polarización estamos viviendo, porque a eso nos ha llevado el lenguaje incendiario del desgobierno, y desde luego, hemos caído en esa trampa, en esa odiosa estrategia. A los que hoy profesan esa tesis delirante como forma de gobierno, les ha funcionado poner a pelear a la oposición democrática venezolana; dividirla es su propósito y sobre todo en época electoral, cuando saben que desde hace rato ya no son mayoría, que el país necesita y clama un cambio, que Venezuela merece ser gobernada por otra gente comprometida con su futuro, empeñada en corregir errores y subsanar las omisiones en que ha incurrido esa cosa aposentada hoy en Miraflores.

La lucha por la libertad es incansable, inagotable para conquistar lo que hemos perdido o dejamos perder. Los esfuerzos para recuperar el país y lo que en él fuimos, no tienen límites ni frontera. En esta gesta nos acompañan los países del mundo, verdaderos demócratas que han entendido la calamidad que padecemos.

Por suerte, ya sabemos cómo piensa y actúa el cogobierno español. Hemos podido constatar de qué lado está la coleta y quienes se acercan a ella.

La presencia provocadora en España, de una “alta funcionaria” de la usurpación, precisamente cuando Juan Guaidó se encontraba en ese país. Quizá técnicamente ella “no pisó suelo” español, pero lo sobrevoló. A lo mejor su estancia en zona de tránsito, espacio restringido o sala de espera, no califica su presencia como tal, pero queda claro que sabiéndose sancionada por la Unión Europea: prohibiciones de viaje y el congelamiento de bienes por ser considerada (entre otros funcionarios) responsables de violaciones de derechos humanos y de socavar la democracia y el Estado de Derecho en Venezuela, no existía justificación alguna para haber aterrizado en Barajas. Eso creo.

Mis profanos conocimientos de derecho me indican que las autoridades españolas (la Guardia Civil y la policía de ese país) están obligadas a cumplir y hacer cumplir las sanciones de la Unión Europea, pues desde 2018 la funcionaria de marras tiene restricciones migratorias y financieras por ser cómplice de la tiranía chavista.

Aunque su presencia fue a su modo otra tormenta o borrasca a lo Gloria, no pudo arruinar la estadía del presidente Guaidó en Madrid. Al contrario, su travesura fue un bumerán que puso a correr al cogollo que gobierna en España.

Nunca antes esa puerta se había abierto tanto para Venezuela, ni ese sol había lucido tan luminoso y esperanzador.


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