“El último día de diciembre me trasplantaron un riñón. Mi mujer, Paula, me lo ha dado”, dijo Enrique Vila-Matas a Noelia Ramírez. La periodista quedó tan impresionada que imaginó al riñón sentado a un lado suyo, como un fotograma de David Cronenberg. Quizás, por esto imprime un efecto dramático a la entrevista en algo que ella llama “clave vilamatiana”: “En tus manos está tu destino, la llave de la puerta nueva”, que fuera de contexto tiene un cierto aire a jerga de mutantes de Dale Carnegie. V-M «por simpatía, se resigna». Y apenas puede, la guía al origen de la novela, Montevideo (Seix Barral, 2022), al misterio que indicara Vlady Kociancich, sobre La puerta condenada de Julio Cortázar y Un viaje o El mago inmortal de Bioy Casares, cuentos escritos en paralelo, que coinciden en el vapor de la carrera, en el montevideano Hotel Cervantes y en ciertas tramas. V-M revisa esta rara casualidad y La puerta condenada lo anima.

El personaje de este relato, Petrone, se aloja en la 205 del Hotel Cervantes, casi una buhardilla con una puerta cerrada que da a la habitación contigua donde llora un niño que no existe. El narrador de V-M viaja a indagar y duerme en esta misma habitación. Extrañamente oye el llanto del niño inexistente que sigue allí desconsolado,en medio de arañas monstruosas.

Beatriz Sarlo dice que en esa puerta comienza la ficción. No me cuesta nada creer que V-M llegara a ese hotel llevando consigo un detector-radar de ficciones. ¿Por qué este afán de dar con esa puerta?

Escribe V-M que, Juan Eduardo Cirlot, en su Diccionario de símbolos, cuenta que en la antigua Escandinavia los exiliados lanzaban las puertas de sus casas y navegaban tras ellas hasta que encallaban: ese arribo era su destino. Creo que este es el motor de Montevideo.El autor es, de alguna manera, un exiliado que navega tras la puerta de su casa, porque su “casa para siempre es la ficción.

Ciertamente, la habitación 205 es real y en nada se parece a la de Cortázar. Al cotejar el texto con esta nueva 205, tan aséptica, en el sitio de la puerta «donde irrumpe la ficción», hay un simple interruptor. La encargada dice: “Esta puerta hoy no existe. Tampoco tengo conocimiento si algún día existió o si fue solo fruto de la imaginación de Cortázar. Lo que sí puedo decir es que en el plano original de 1927 no está dibujada. ¿Pero quién sabe?”, se pregunta Lucile Gutiérrez, gerente del Cervantes.

En 2009 me vi con V-M en la ciudad andina de Mérida. Él llegó a recibir un doctorado honoris causa y yo a darle las gracias por un “posprólogo” que escribió para uno de mis relatos (El príncipe negro). Al rato de nuestra conversación, le di mi ejemplar de Doctor Pasavento para la firma,y se quedó mirando la fotografía de la tapa con extrañeza. Dice que pasó un día entero en los Jardines de Luxemburgo tratando de ubicar el lugar donde se hizo esa antigua gráfica del poeta Emmanuel Bove y su hija. Imaginó que allí habría una puerta invisible. De repente, distrae nuestra plática un hombre que sale del hotel. V-M dice con asombro: ¡es Horacio Elizondo, el que expulsó a Zidane por el cabezazo a Materazzi! Y corrió a espiar al árbitro argentino como si este pudiera guiarlo a una puerta secreta en alguna calle oscura y fría de Mérida.

La obra de V-M es la búsqueda de esa puerta donde comienza la ficción, un umbral tan escurridizo que casi nunca se deja ver. Aristóteles describió el pensamiento como una puerta que conduce a la libertad. Para Agamben, esa puerta es lo que separa a los vivos de los muertos.Como sea, la realidad sin ella es insoportable.


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