“Poético es el paso del hombre sobre la tierra”

Friedrich Hölderlin

En la turbulenta década de los sesenta, la humanidad se vio confrontada ante los cambios sociales que prometía la intensa actividad revisionista, la política insuflada por la ventisca revolucionaria agitaba a toda América. Los jóvenes eran seducidos por la insurgencia que desde todos los espacios se levantaba desafiando al poder establecido. En el arte esto generó una ruptura con la tradición, se rompieron los patrones académicos desvinculando a los creadores de la estructura institucional artística.  En la cultura se fijaron posturas subversivas y desde la literatura algunos escritores mostraban su percepción desde una realidad signada por la búsqueda de la utopía. En la poesía suceden transgresiones en la semántica y la composición interna de la obras, construyendo un discurso violentamente político. En el plano sensorial hubo una marcada influencia surrealista, la lírica se ve impulsada a unos desconocidos territorios. Una nueva generación de poetas venezolanos con clara vocación contestaría se congregaron en distintos grupos (El Techo de la Ballena, Tabla Redonda, Sol Cuello Cortado, Trópico Uno, etc.), así consiguen manifestar  su protesta, la inconformidad y una necesidad expresiva que va a estar implícita en la  estética ligada a sus inquietudes siendo parte de la sociedad.

Dentro de este convulsionado período surge la figura de uno de los bardo de mayor importancia en la modernidad, indiscutible pieza de la vanguardia literaria,  Víctor Valera Mora, el Chino  (Valera 1935 – Caracas 1984) quien en 1961 publica Canción del soldado justo, irrumpiendo en la escena poética con esta obra reflexiva en la que autor expone su imagen como herramienta de la lucha por sus ideales, ubicándonos en la circunstancia de la gran tensión sociopolítica de la época. Esta primera publicación conserva una atronadora vigencia, hoy nos reúne en una demanda de progreso, justicia y bienestar, deuda más que pendiente en nuestra contemporaneidad.

Maravilloso país en movimiento

donde todo avanza o retrocede,

donde el ayer es un impulso o despedida.

 

Quien no te conozca

dirá que eres imposible querella.

 

Tantas veces escarnecido

y siempre de pie con esa alegría.

 

Libre serás.

 

Si los condenados

no arriban a tus playas

Hacía ellos irás como otros días.

 

Comienzo y creo en ti

maravilloso país en movimiento.

Adentrarnos en la poética de Valera Mora resulta una épica expedición a lugares profundos, su pluma siempre transgresora nos conduce con enérgico paso a donde el sentir se deslastra de pusilánimes posturas y es descarnadamente auténtico. Con una riqueza en imágenes evocativas, cada línea de su obra lleva en si una fuerza que desatada derrumba los cánones. La pasión, la conciencia, la sátira y el hedonismo, constantemente recurrentes configuran una singular conexión con el lector, estableciendo una estrecha complicidad. En su creación el romance es abordado sin hidalguía, lleno de un lenguaje propio, sensaciones y acciones presentes; la dimensión real de la apasionante comunión del hombre y la mujer. Amanecí de bala (1971) su segundo y más importante libro, recoge e ilustra de manera brillante el legado de los tormentosos años sesenta y vaticina con un verbo lleno de erotismo, blasfemias y delirantes sentencias las aberraciones del presente. Esta publicación  provoca reacciones que le obligan a emprender un auto exilio a Roma, en la que  vive y estudia por unos cinco años. Antes de su partida a Italia sale a luz Con un pie en el estribo (1972) escrito en Mérida y en el que expone existencialmente unos años felices. Con el irónico y arriesgado título aparece en 1979, 70 poemas stanilistas, que nos setenta ni stanilistas, son poemas llenos de amor, viajes, fútbol, la comida, bebida y las seductoras noches romanas, por este poemario consigue en el premio Consejo nacional de la cultura. A su regreso a Venezuela, ejerce su profesión de sociólogo y participa activamente en la promoción cultural en el extinto Conac. Editado póstumamente Del ridículo arte de componer poesía (1994) agrupa lo producido entre 1979 y 1984, año de su muerte. En 1987, gracias al empeño de Gabriel Jiménez Emán, es lanzada por Fundarte una antología que se convirtió en un suceso literario, los poemas del Chino empezaron a florecer entre las manos de estudiantes, jóvenes amantes y académicos, garantizando así su existencia más allá de las letras.

Amargo

Ayer cuando nos abrazamos y te fuiste de la Tierra

y tu corazón gemía como un jet y yo sin poder hacer nada

Entonces decidí no hablar más a los aviones

ni a los grandes barcos que cruzan los océanos

Sé lo que implica y callo bajo protesta

Víctor Valera Mora consigue que en él confluyan lo ideológico y afectivo, sin complicación su obra se traslada de lo densamente político a la más brillante prosa con sentimiento, pasión y lo romántico abarcando todo.  Nos deja una poesía que sobrevive al paso del tiempo, enraizada con lo telúrico de nuestra historia se hace parte de nosotros; nos da refugio y alimenta, preparándonos para una lucha sin fusiles ni balas pero sí con la mortífera munición del pensamiento. Su voz resuena y dice presente, dando luz al alma de la poesía, invitándonos a un amoroso compromiso, luchar por un país agonizante pero donde siempre tendremos un mañana, como lo decreta la profecía errante del poeta.

 


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